T h r e e

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—¿Qué hacemos en un restorante? —me preguntaste, mientras cerrabas la puerta del automóvil con tu mano. Te guiñé un ojo y tu rodaste los tuyos —. ¿En serio? ¿Una cita romántica?

—¿Y quién dijo romántica? —te respondí en modo de pregunta, acercándome a ti con una sonrisa en el rostro. Resoplaste y me apartaste.

—Aléjate, amigo —justo en el casamiento —, que no somos nada.

—¿Nada? —te pregunté mientras alzaba una ceja. Asentiste —. Esto no es nada. Esto es todo, por más estúpido que suene.

—¿Y qué te hace pensar eso?

—Pues, quizá el papel que demuestra que contraímos matrimonio hace ya tres meses, ¿no crees? —entramos a el restorante y no dijimos otra palabra más de eso.

Nos guiaron hacia nuestra mesa y la pasamos bien. Tú seguías sin confíar por completo en mí, pero al irse desenvolviendo la noche cada vez te ibas soltando más y más. Estabas siendo tú misma por primera vez desde que despertaste. Yo sé lo que te digo.

Esa noche volví a dormir en el sofá, pero cada una de tus sonrisas valieron la pena.

Ocean. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora