33. -Madrugada.

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Me desperté sudorosa y jadeante cuando el sueño que estaba teniendo no podía seguir más en mis pensamientos o me iba a volver más loca de lo que ya estaba.

Me senté en el borde de la cama inclinada hacia adelante, pero echando mi pelo pegajoso hacia atrás, acabando por hacerme una rápida coleta mientras seguía repitiendo el muy explícito y erótico sueño en mi cabeza.

Tragué saliva, me levanté haciendo un nudo en mi camiseta de modo que quedaba enseñando mi abdomen y pasé las manos por mi cuerpo, sudando, pegajoso y ciertamente asqueroso.

Miré la hora en el móvil sobre la mesa de noche para darme cuenta de que eran las 2 de la madrugada y yo estaba desvelada por culpa de un hombre, que no era por el mismo horrible motivo que hacía a penas cuatro semanas atrás.

Tenía que beber agua para refrescarme, así que abrí la puerta con cuidado de que nadie me viera con la camiseta subida de esta manera y, al ver que estaba todo apagado, salí cerrando despacio sin hacer ruido.

Bajé las escaleras con lentitud pisando solo con las puntas de los pies, pero me paré en el primer peldaño al ver la luz de la cocina encendida y la sombra de una silueta que se reflejaba en todas las paredes del salón-comedor a través de la barra americana.

Me pensé en si subir de nuevo a la habitación, pero tenía que refrescarme porque mi cara estaba sudorosa o, como mínimo, tenía que beber agua, pues mis labios estaban secos, al igual que mi boca y mi garganta.

Intentaba generar saliva y tragar, pero a penas podía, al igual que tampoco podía pasar mi lengua por las comisuras de mis labios porque no los conseguía mojar, así que no tenía otra opción.

Suspiré y, con pasos lentos, me acerqué a la cocina hasta que estuve en la puerta y vi al hombre apoyado en la encimera con ambas manos, la cabeza agachada y suspirando con aires pensativos.

Por lo menos así fue hasta que se dio cuenta de mi presencia y me miró de arriba a abajo con detenimiento, haciéndome hacer lo mismo y ver mi camiseta anudada así que, rápidamente, la coloqué bien.

—¿No puedes dormir, pequeña? —Me preguntó con la voz un poco ronca.

—Me... Me desvelé... —Tartamudeé con la voz de igual manera.

"¡Mierda, es que es tan sexy!", me gritó una voz interior que tuve que callar de inmediato.

El mismo Néstor fue el que bajó un vaso de un armario alto, lo llenó de agua y lo dejó sobre la encimera a una distancia bastante cerca de donde estaba él apoyado con las manos de nuevo.

Me acerqué lentamente, dudando de mis propias acciones, de mis pensamientos y de mis deseos por este hombre mientras mi mano temblorosa iba hasta el vaso, lo agarraba y me lo llevaba a los labios bajo su atenta mirada.

—Estás sudando. ¿Tuviste una pesadilla? ¿Por eso estás desvelada? —Me preguntó y negué dejando de beber, pero sin mirarlo.

No se podría considerar con el término "pesadilla" a lo que soñé porque no había sufrido para nada como cuando solía tenerlas con John.

Al revés, en mi sueño disfruté mucho, bastante si hablaba sinceramente, y me sorprendí a mí misma al encontrarme en medio de la cocina con una pequeña risita traviesa en mis labios.

—¿Por que te ríes así? —Me preguntó, riendo por lo bajo también y le miré.

Error.

Su pelo estaba un poco desordenado, aún cuando era tan corto que apenas podía tenerlo así y sus laterales estaban rapados, sus profundos ojos marrones brillaban debido a la tenue luz de la cocina, su sonrisa medio traviesa, esa camiseta gris oscura pegada a su cuerpo y los pantalones de pijama rojo oscuro pegados a sus piernas.

Katie.Where stories live. Discover now