14. -Emoción.

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Llegué a casa faltando diez minutos para las nueve, pues me había vuelto a medio perder, aunque acabé encontrando la urbanización siguiendo la playa y luego caminé hacia el norte un poco hasta encontrar la casa con el número que coincidía con el que tenía la llave.

Atravesé el jardín después de abrir la reja con barrotes y me tomé mi tiempo en llegar a la entrada, puesto que el jardín de noche iluminado con los pequeños faroles, las flores desprendiendo esos agradables aromas, el bonito árbol y el aire fresco que fluía en el ambiente, me hacían querer quedarme aquí.

La luz de la sala de estar era visible debajo de la puerta principal, así que abrí y cerré detrás de mí, caminé por el corto pasillo y giré a la derecha.

Pude ver a Matt, Josh y Mike en los sofás, Néstor salía de la cocina e Ian bajaba del segundo piso pasándose una mano por su mojado pelo medio-largo. Seguramente acababa de salir de la ducha.

—Bienvenida a casa, Kay. —Me saludó Mike.

Esas tres simples palabras con ese cariñoso y paternal apodo tocaron una fibra sensible dentro de mi corazón y de mi alma que consiguieron emocionarme hasta el punto de sonreír ligeramente.

Ellos se dieron cuenta de eso, pero no dijeron nada al respecto.

Nunca había tenido algo como "un hogar" aunque tuviera un techo donde resguardarme. No me sentía cómoda en la casa en la que vivía por motivos lógicos y no era bienvenida.

Nadie me esperaba cuando llegaba, mucho menos me decían algo cuando entraba y cerraba la puerta firmando mi sentencia.

Lo único que podía recibir eran broncas o castigos por haber estado fuera sola, pues de vez en cuando salía del instituto y me escondía en algún lugar haciéndole creer a Crystal y a John que estaba haciendo alguna actividad extraescolar, estudiando, o haciendo tareas y trabajos en casa de alguna compañera.

—¿Eso es alcohol? —Preguntó Josh con un tono burlón levantando una ceja mientras señalaba la lata en mi mano y negué rápidamente mirando a Mike.

—No, no, es... —Leí la etiqueta. —Ehm... —Tenía un nombre extraño que costaba pronunciar. —Un refresco. —Me encogí de hombros adentrándome en la casa.

—¿Te has divertido? —Mike señaló el sofá frente a él y me senté poniendo la mochila entre mis piernas.

—Sí, bastante. —Afirmé jugando a darle vueltas sobre sí misma a la lata.

—¿Qué traes ahí? —Matt señaló los paquetes que sobresalían de mi mochila semi abierta.

—Abby me llevó a un parque de atracciones y... Ah... Esto... Esto son cosas que ganamos en unas máquinas de gancho. —Mordí mi labio.

Parecía una niña avergonzada, pero no podía evitarlo. No sabía cómo comportarme ni reaccionar cuando la gente preocupaba por mí, por mi vida o qué había hecho con mi amiga. Sobre todo si lo preguntaban con esos tonos suaves y cuidadosos.

—¿Te gusta la feria? —Preguntó Ian sentándose al lado de Néstor en el sofá de mi izquierda.

—Creo que nunca... Creo que nunca había ido a una, pero... Sí, me gustó. Es divertido. —Me sinceré.

—¿Y qué has hecho? —Volvió a preguntar Mike con bastante interés mientras se inclinaba hacia adelante y sonreí.

Aquí venía mi emoción.

—¡Dios mío! ¡Muchísimas cosas! Nos montamos en muchísimas atracciones, en una casa del terror, en unos coches de choque, en la noria... ¡Es enorme y se ve toda la ciudad desde lo más arriba! ¿Lo sabías? —No dejé que respondiera porque seguí hablando. —¡También ganamos muchos regalos! —Sacudí la mochila. —Nos grabamos en vídeo porque a Abby le encanta ese mundo, nos sacamos fotos en una máquina que nos ponía efectos graciosos, ¿creo que se llaman cabinas de fotos? Es gracioso porque es literalmente lo que es. —Me reí de la tontería. —Comimos mucho, demasiado tal vez porque me duele el estómago, nos reímos de un montón de cosas... —Me reí a carcajadas recordando todo y luego caí en que me miraban sonriendo abiertamente por mi emoción, así que carraspeé parando de reír. —Bueno... Y... Esas... Esas cosas... Ya sabes... —Finalicé ruborizada agachando la cabeza.

—Me alegra tanto que te hayas divertido. —Mike tragó un nudo y aguantó unas lágrimas.

—Sí, a... A mí también. —Me recompuse un poco.

—¿Qué has ganado? —Néstor señaló la mochila.

—Peluches y... Cosas así... —Me reí con la cabeza agachada acordándome del gorro de cowboy que se había ganado Abby cuando lancé unas bolas a una diana y le di en el medio.

—No cenarás, ¿verdad? —Bromeó Matt y mis tripas rugieron ante la palabra "cenar".

—No me lo puedo creer... —Murmuró Josh y todos rieron ante mi sonrojo.

Hacía quince días, más o menos, desde que mi madre nos dejó que yo no comía bien, pues no me gustaba comer en la institución mental y siempre que podía no lo hacía o simulaba que lo hacía para luego tirarlo, así que me moría de hambre ahora que empezaba a ser normal.

—Pediremos unas pizzas, ¿por qué no vas a darte una ducha y luego bajas con nosotros? —Propuso mi cuidador con voz suave y asentí.

Me levanté colocándome la mochila a un hombro y comencé a caminar aún con la lata en las manos. Lata que Néstor se encargó de quitarme cuando pasé por el sofá donde estaba sentado junto a Ian.

—¿La guardarás de recuerdo? —Bromeó agitándola y negué. —Será mejor tirarla a la basura, ¿no crees? Si no, la habitación se te llenará de bichos y no se'ra bonito dormir ahí. —Asentí y reí con él que se levantó, probablemente a hacer lo que dijo.

—Hey, preciosa, ¿tienes alguna preferencia para la pizza? —Miré a Ian apoyado en la barra con el teléfono en una mano y el folleto de una pizzería en la otra.

—Barbacoa. —Dije con timidez mordiendo el labio y me señaló asintiendo con complicidad.

—¡Es de las mías! ¿¡Lo escuchaste Josh!? —Exclamó riendo.

Con unas risas más, subí las escaleras hasta mi habitación. Dejé la mochila en la cama y saqué los tres peluches que estaban dentro, sacándolos fuera de sus plásticos y poniéndolos de adorno en la cama.

"Serán un bonito recuerdo del día en el que mi vida comenzó a ser normal", pensé sonriente.

Fui al baño, me di una rápida ducha, pues no estaba sucia solo era para quitarme el sudor de llevar ropa abrigada en una estación media calurosa como era la primavera, y volví a la habitación para ponerme el pijama; camiseta de mangas largas con el pantalón a la rodillas.

Oí mi nombre y bajé con el teléfono en las manos, pues tenía varias notificaciones de Abby con nuestros vídeos o fotos y no tardé en poner una de fondo de pantalla para recordar el momento siempre que viera el teléfono.

—¡La cena está aquí! —Avisó Matt desde el salón.

En vez de sentarnos en el porche trasero como estos días, nos sentamos en los sofás o suelo alrededor de la baja mesa central para poder ver la televisión desde mejor ángulo, ya que la mesa estaba en un lateral del comedor.

—¿Quieres elegir algo para ver, Kay? Un programa, una película... —Preguntó Mike sirviendo la pizza en varios platos, pero solo me encogí se hombros sentada en el suelo y aceptando la cena.

Ellos pusieron una película aleatoria que, la verdad, estaba bastante interesante. La estaba viendo con atención, casi sin pestañear, mientras comía pizza sin parar y sin darme cuenta de que ellos me miraba sonrientes, probablemente pensando que ya estaba entrando en confianza.

Cuando el estómago no me dio para más comida ni bebida me dejé caer hacia atrás para apoyarme en el sofá con un suspiro de alivio por estar tan llena, pero sin perderme detalle del film ahora que estaba llegando a su final, pero no contaba con el sueño.

Los ojos se me cerraban de lo cansada que me encontraba, tanto por la grandiosa tarde como por estos días de malos pensamientos, así que simplemente me dejé caer hacia un lado, hacia el hombro de alguien sentado junto a mí, y me dejé dormir para acabar con este día.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora