12. -Confianza.

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Desperté a las seis pasados quince minutos cuando no pude seguir durmiendo. Me quedé en la cama dando vueltas mirando al techo, abrazando la almohada y pensando en lo que había pasado ayer por la noche.

Mike estaba realmente triste y decaído por mi actitud desconfiada. Le dolía y le dolía de verdad. No fingía ni me mentía, sus lágrimas fueron sincera igual que las mías, ahora lo sabía.

Me sentía como que yo era la persona mala que dañaba a otras, aunque fuera de forma involuntaria y pensé que, sin duda, tendría que cambiar eso de una vez por todas.

Por mucho que me llevara tiempo, por mucho que me costara, por mucho que sufriera en el camino del cambio, valdría la pena porque yo no era como John. Yo no podía hacerle daño a la gente. No podía hacerle daño a Mike cuando...

Cuando comenzaba a importarme.

Ya no desconfiaba de él, aunque todavía lo hacía de manera involuntaria. Al menos un poco. Mike me había demostrado anoche con sus lágrimas que trató de hacer todo lo posible para ser un buen modelo a seguir para mí, un buen cuidador, una buena figura paterna como no tuve demasiado, y yo lo había dejado de lado.

Por eso me levanté decidida a dejar atrás mis miedos y fui directa al baño. Me di una ducha rápida para no pensar, me peiné y me recogí el pelo en una coleta ligeramente despeinada para luego vestirme con ropa casual.

No me puse chaqueta ni sudadera por el calor a pesar de que eran las siete de la mañana y, por primera vez después de tantos años, la camiseta que llevaba era de manga corta, aunque algo oversize.

Salí al pasillo e inmediatamente mis pensamientos positivos se desmoronaron mientras varios perfumes masculinos se entremezclaban en el ambiente, llenando mis fosas nasales.

Todos ya estaban despiertos.

El olor era agradable, sí, pero ya me habían empezado a temblar las piernas y observé mis antebrazos cortados con cicatrices cerradas de otras veces o con algunas abiertas, pero tapadas con tiritas de ayer antes de bajar a cenar.

¿En qué estaba pensando para salir así?

Volví a entrar a la habitación y me puse una chaqueta dejando la cremallera un poco abierta para no pasar tanto calor. Suspiré apoyando la frente en el armario y, después de tanto tiempo, pensé positivamente de verdad.

—Mike no va a dejar que me hagan daño y ahora lo sé de verdad. —Murmuré en voz alta, pero para oírlo yo sola.

Asentí y salí de nuevo cerrando la puerta con un gesto normal, sin necesidad de intentar hacerme la silenciosa. Ya sabía que ellos estaban ahí abajo por sus perfumes y sus voces hablando en la cocina.

—Buenos días... —Saludé intentando ser casual, entrando en ella para desayunar.

Los cinco se quedaron en silencio ante mis palabras de saludo, mirándome como si hubieran visto un fantasma, pero enseguida sus expresiones cambiaron a algo más normal, tal vez, a algo más alegre y relajado.

Me saludaron de vuelta y me fijé en que estaban repartidos por la cocina, Matt y Josh estaban apoyados en una encimera, Mike en la pared al lado de la nevera, y Néstor e Ian sentados en la barra del lado del salón-comedor.

Eso me alertó y retrocedí un paso pensando que estaba rodeada, pero miré a Mike que me sonrió tendiéndome una taza de leche con un bollito de crema y asentí aceptándola porque me di cuenta que no pasaba nada al estar donde estaba.

Si hubieran querido hacerme algo, ya lo hubieran hecho, así que tenía esperanzas de que eran buenas personas como aparentaban, pero no iba a confiarme al cien por ciento de ellos.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora