Nunca tuve una madre que se preocupara por mí de ese modo y, por desgracia, mi madre y yo también compartíamos algo de parecido físico. Nos parecíamos en los ojos gris claro, rasgos suaves y algo aniñados, delgadez, pechos un poco más grandes del promedio, caderas anchas y muslos gruesos.

Abby me presentó a su madre como Emily, la cual me dijo que la podía llamar "Em", pero prefería no tener tanta confianza nada más conocerla, así que me despedí de ella llamándola por su nombre entero y no por un sobrenombre cuando cortamos la videollamada.

Apagué el ordenador poniéndolo de nuevo en el escritorio y fui a salir de la habitación, pero me paré en seco antes de cerrar volviendo sobre mis pasos.

Abrí un cajón del escritorio, busqué en un cuaderno la foto de mi padre y la metí dentro de mi camiseta un poco más abajo de mi ombligo por la parte de la cadera, sujetada por el elástico del pantalón.

Cuando estuvo asegurada, bajé para aclarar la situación a los chicos que, básicamente, los había dejado con la palabra en la boca y seguro que con expresiones confusas por mi escapada, pero no podía dejar a Abby esperando más tiempo.

Ahora que lo pensaba mientras bajaba las escaleras lentamente, me sentí un poco avergonzada por mi actitud con momentos infantiles, aunque luego pensé que no solo tenía pensamientos así, sino también algunos más adultos.

Pensaba que me estaba volviendo loca.

No sabía qué pensar ni porqué a veces me comportaba como una niña, otras como una adolescente y otras mi mente pensaba en cosas un poco más adultas que debería de temer, pero no temía.

Tal vez la razón por la que esto era así era porque no pude comportarme de esa manera cuando tenía esas edades y ahora que podía hacer, básicamente, lo que quisiera, me estaba dejando ser.

Al comportarme así, estaba sanando a mi niña interior; también a mi yo preadolescente, adolescente y mi yo general en todo su esplendor.

Acabé de bajar las escaleras y me recorrí el salón, la cocina y la entrada, pero no parecía haber nadie, así que fui hasta el porche trasero donde estaban los chicos sentados, como parecía ser normal. Era como una rutina sentarse ahí.

—Lo siento... —Entré en sus campos de visión.

—Siéntate y explícanos, anda. —Se rió Mike arrastrando una silla para sentarme entre él y Matt.

—Estaba hablando con Abby por el portátil, teníamos las cámaras web puestas y lo dejé sobre la cama para bajar cuando me llamaste. —Subí las piernas al asiento y las abracé. —No quería que ella viera a Néstor entrar a mi habitación porque sigue sin saber que... Bueno, que vivo con ustedes. —Me encogí de hombros.

—¿Por eso me placaste? —Me preguntó Néstor sonriendo y asentí sonrojada.

Mierda...

—¿Y para qué ibas a entrar a su habitación? —Preguntó Ian con diversión, medio en broma medio en serio.

—Iba a enseñarle un vídeo. —Se excusó con indiferencia.

—Néstor... —Mike le llamó con advertencia y éste rió negando con la cabeza ligeramente. Yo no entendía nada.

—¿Qué hay de malo en que quiera enseñarme algo? —Mi pregunta fue hecho sin pensar. Aún así, la hice despacio, con duda sobre si estaba preguntando algo que molestara a alguien.

Mike me miró con severidad y yo me encogí un poco agachando la cabeza. Le había molestado mi curiosa cuestión y no sabía porqué, así que me mantuve en silencio cuando Josh cambió de tema para hablar sobre un partido de béisbol.

Bostecé con una mano en la boca porque me aburría de oírlos hablar sobre algo que yo no podía comentar porque no había visto el partido, así que me disculpé, me levanté y caminé por todo el jardín hasta que, sin darme cuenta, crucé la puerta yendo hacia el delantero.

Observé el gran árbol y pensé en que era mi momento, el momento perfecto para sentarme debajo a hacer nada, simplemente sentarme a su vera porque podía hacerlo, así que fue lo que hice sin más.

Me senté con la espalda pegada al tronco, doblé las piernas hasta pegarlas a mi pecho y, de debajo de mi camiseta, saqué la foto de mi padre, la cual observé suspirando y la acaricié.

—Si nunca te hubieras ido, todo sería diferente. —Le hablé a la fotografia como si pudiera oírme. —Yo no estaría viviendo aquí ahora si no contigo, a saber dónde, pero seríamos solo tú y yo, papá. Hubiera tenido a alguien a quien contarle lo que John me obligaba a hacer, te juro que te lo hubiera contado desde el primer encuentro el día de mi treceavo cumpleaños... —Tragué un nudo. —Pero no estabas. —Sollocé.

Guardé un poco de silencio para seguir hablando aún viendo la foto, ahora un poco mojada con algunas de mis pequeñas lágrimas, y cambié de posición sentándome sobre mis piernas, como un indio.

—No te guardo ningún rencor, ninguno, te lo prometo, porque entiendo que te fueras. Yo también lo hubiera hecho si hubiera podido, pero no podía librarme de John. Lo intenté, intenté escaparme de aquel piso tantas veces, aunque él siempre me encontraba, no sé cómo y nunca lo supe, pero me encontraba y todo era peor. —Seguí sollozando e hice una pausa para respirar mejor. —Quiero encontrarte, quiero abrazarte aunque sea una vez, quiero que me cuentes las cosas que hacíamos cuando era pequeña. Le agradezco a los chicos y a Mike todo lo que están haciendo, pero yo te quiero a ti, papá. —Paré de hablar porque no podía seguir.

Abracé la foto dejándome caer hacia atrás, apoyándome en el tronco del árbol de nuevo mientras lloraba mirando al cielo. Pensando que él también querría encontrarme y que algún día nos encontraríamos, cerré los ojos dejándome dormir.

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Lloremos un poco con este último capítulo💔

Por cierto, ¿qué tal el maratón de fin de semana para celebrar el buen tiempo? ¡Yo estoy con una energía que ni me la creo! 😂

Por cierto, ya van más de 1k de leídos en esta historia... ¡Wow! Si es que tengo que estar agradecida y querer a cada unx de ustedes por todo esto, de verdad que

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora