Cuando Crystal falleció y estaba mirando las cosas que había acumulado en este tiempo pensando que podría tener algunos recuerdos, como la foto que yo guardaba de mi padre, noté que no tenía fotos de nuestro pasado o incluso de mi infancia.

Nunca quiso hablarme de nada relacionado con nuestro pasado y no recordaba nada desde que John empezó a abusar de mí. Mi vida había estado en constante caos durante los últimos años.

Entonces lo supe. 

Ella quería ver a mi padre en la miseria y por eso fue que se quedó conmigo, no porque realmente quisiera hacerlo u ocuparse de mí, así que si ella en algún momento se llegó a enterar de lo que John me hacía, nunca dijo nada ni lo impidió.

Ahora yo estaba sentada en la sala de espera de una institución mental en la que estuve estos últimos días con mis maletas, esperando por el hombre que iba a ser mi cuidador legal hasta que volviera a estar estable.

Entonces seguí pensando.

No sentía absolutamente nada hacia mi madre y la situación en sí. No sentía pena o lástima, ni siquiera me sentía triste. Había ido a su funeral y a su entierro, sí, pero por obligación, prácticamente.

Hubo momentos muy incómodos porque la gente me miraba con compasión. Me decían palabras como 'pobrecita', 'pobre chica' o cosas de este estilo con pena y lástima. Me acariciaban la espalda y me ofrecían sus condolencias, pero no me importaba en lo más mínimo.

Todo el tiempo había estado temblando y temblando mirando a John, quien ni siquiera estaba llorando por la pérdida de su supuesta 'maravillosa novia'.

Estaba de pie, con las manos juntas y hablando con otras personas como si esa reunión fuera algo ordinario, como si fuera una reunión normal de amigos y no un funeral. Incluso tuvo el descaro de reírse de algún chiste que contó con sus conocidos, pero ni siquiera miró el ataúd.

Lo único que podía sentir en ese momento era alivio por estar lejos de él y, aunque suene cruel, estaba feliz por lo que le pasó a Crystal porque solo así podría tener una vida como cualquier otra, con una persona normal cuidando. a mí.

Lo único que podía sentir era alivio de estar lejos de John y, aunque pudiera sonar cruel, me llegaba a alegrar de lo pasado con Crystal porque solo así podría llegar a tener una vida como otra cualquiera, con una persona normal a mi cargo y una vida decente.

Una señora de unos sesenta se acercó a mí en la sala de espera de la institución, llamó mi nombre y, en vista de que yo seguía mirando la ventana a mi derecha ignorándola, palmeó mi hombro.

—¿Sí? —La miré.

—El señor Ellison está aquí, Katie. —Asentí suponiendo que ese sería Mike porque no recordaba ni siquiera su apellido.

Me dio una sonrisa que no devolví y me hizo un gesto de cabeza para que la siguiera, así que eso hice después de levantarme, colgarme una maleta a un hombro y empezar a rodar la otra por el parqué del suelo.

Salimos de la sala de espera y recorrimos un enorme pasillo oscuro en el que algunas personas jóvenes como yo señalaban y murmuraban asomadas a las puertas de las habitaciones.

Ignorando a todo el mundo, como había estado haciendo estas dos semanas, llegamos al despacho principal, por así decirlo, donde mi cuidador estaría rellenando mucho papeleo para sacarme de aquí.

Dejé de rodar la maleta y la paré de pie a mi lado con un sonido seco para llamar la atención de los dos hombres a ambos lados del escritorio, Mike y el Sr. Morgan, el director de la institución y encargado de este tipo de cosas.

Pareció funcionar cuando sus miradas se centraron en mí, mis maletas y la señora mayor que me acompañó hasta aquí, pero que ya estaba saliendo por la puerta de nuevo.

Miré al hombre que debería ser Mike. No era muy alto, apenas unos centímetros más que yo y eso que yo era de estatura media, como de unos 1,60cm. Tenía unos grandes ojos azules grisáceos, una nariz puntiaguda, labios pequeños y el pelo castaño claro peinado de punta hacia arriba.

Se levantó de la silla y pude ver su vestimenta también. Camisa blanca de botones con rayas azul claro, pantalón beige de vestir, zapatos marrones oscuros y un pequeño bolso bandolero cruzando su cuerpo, desde su cuello hasta su costado.

—Hola, Katie. —Me saludó con una voz suave.

Asentí en forma de saludo y Mike comenzó a hablar algo con el Sr. Morgan en voz demasiado baja como para que mis oídos lo escucharan, pero supuse que le estaba contando sobre mí, mis personalidad callada, sumisa y tranquila, o incluso de los recientes eventos.

Después de que John comenzara a abusar de mí todas las noches desde mis escasos quince años, no hablaba salvo lo esencial y no me acercaba a ningún hombre, pero aquí no podía hacer nada.

Me aterrorizaba acercarme a alguien por miedo a que fuera como John, por miedo a que me hicieran daño tanto física como psicológicamente o por miedo a que abusaran de mí como lo hizo él.

No quería estar rodeada de hombres, pero no era mentalmente estable. Necesitaba a alguien que me cuidara durante un tiempo y, me gustara o no, ese era Mike, mi cuidador, con quien supuse que compartía algunos recuerdos, pero prácticamente no lo conocía de nada.

No sabía si el hombre de ojos azules tenía alguna idea de mi pasado, aunque no creía que pudiera saberlo, porque nadie sabía absolutamente nada de lo que me hacía John. Ni siquiera aquí en el centro psiquiátrico quería dar esa información y todos pensaron que estaba traumatizada por lo que le pasó a Crystal.

Solo me había quedado aquí hasta que Mike vino a buscarme, así que no quería tener ningún tipo de relación con la gente de este lugar.

—Bien, Katie, ya puedes irte con el Sr. Ellison. —Dijo el Sr. Morgan trayéndome de vuelta a la realidad.

Asentí de nuevo y Mike agarró la maleta de ruedas, haciéndome dar un pequeño brinco de retroceso para alejarme un poco de él. No quería estar cerca de nadie que fuera del género opuesto al mío.

Mike seguramente creyó que era desconfianza por casi no conocernos y me sonrió para hacerme sentir sin miedo, pero eso no iba a pasar, así que solo me hice a un lado y él salió delante.

Algunas personas adultas, jóvenes o adolescentes le miraban, murmuraban cosas, nos señalaban y se emocionaban, incluso algún atrevido se acercó para pedirle una foto o un autógrafo.

¿Por qué?

Tendría que averiguarlo, pero no le quería preguntar a él directamente o de forma descarada, así que recurriría a la información de un buen amigo y aliado; Internet.

—¿Quieres despedirte de alguien, Katie? ¿Algún amigo? —Preguntó Mike a unos pasos de la puerta principal y negué con la cabeza, pero sin parar de caminar. —No hablas mucho, ¿o me equivoco? —Volví a negar y suspiró.

Oí que por lo bajo murmuró un "va a ser más difícil de lo que pensaba", pero ignoré eso porque sabía que tenía razón. Era comprensible si no sabíamos nada el uno del otro y yo no quería estar cerca de ningún hombre, así que le seguí hasta el coche en silencio.

Metió la maleta en los asientos traseros y yo me subí ahí detrás también aunque me había dicho que me subiera en el asiento del copiloto, pero le ignoré sentándome al lado de mi equipaje.

Miré por la ventana trasera el edificio por última vez mientras de reojo veía a Mike subirse al asiento del conductor, regular los espejos retrovisores y acomodarse con el cinturón de seguridad, lo que me recordó ponerme el mío.

—¿Te gustan los aviones? —Preguntó poniendo el coche en marcha. Me encogí de hombros. -Espero que sí porque nos vamos a subir a uno. —Fruncí el ceño mirándole de reojo para no hacer contacto visual. —Mi casa no está aquí en Nueva York, está en Los Ángeles, por eso tardé un poco en llegar. Bueno, por eso y por el trabajo. —Me explicó como si me lo debiera.

Suspiré y me dejé arrastrar un poco en el asiento hacia abajo poniendo las manos en mi cara y restregándolas para saber si esto era un sueño o era real.

¿Dónde me estaba metiendo y quién coño era este hombre?

Katie.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora