Capítulo 56

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Camila's POV

—¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo? —Lauren limpiaba a Lucy con una toallita, apartada de ella medio metro, sujetando sus pequeñas piernas por los talones. —Trae, Dios mío. —Bufé mientras negaba con una risa, y Lauren rápidamente se apartó para dejarme a mí.

—Eso es demasiado difícil para mí. Estoy hecha de otra pasta. —Le puse el pañal nuevo a Lucy, negando levemente ante lo que me decía.

—Mami. —Escuché la voz de Maia a mi lado llamándome, pero yo aún estaba ocupada abrochándole el body a Lucy.

—Dime corazón. —Lauren me miraba con el ceño fruncido mientras vestía a la pequeña.

—¿Puedo merendar? —Asentí rápidamente, acariciándole la cabecita a Lucy al terminar, apretando los labios.

—Claro. —Asentí rápidamente.

—¿Tienes hambre? —Le preguntó Lauren a Maia revolviéndole el pelo con la mano.

—Sí. —Ella levantó los bracitos para que Lauren la cogiese en brazos, pero torció el gesto apretando su mejilla sonriendo nuevo.

—No puedo cogerte, enana, me duele la espalda hoy. —Ella bajó las manitas mientras apretaba un poco los dedos.

—¿No? Vale... —Lauren cogió a Lucy en brazos, mientras salíamos de la habitación.

* * *

Maia miró a su madre, que cogía a su hermana en brazos justo segundos después de que le dijese que le dolía la espalda. Para una persona mayor, era normal, pero para aquella niña que hacía poco tenía cuatro años era algo doloroso.

—Mami. —Llamó a Camila caminando tras ella, pero ella estaba demasiado ocupada organizando los papeles de la oficina. Se pasó el pelo detrás de la oreja, tecleando en el ordenador sobre la mesa de la cocina. —Mami.

—¿Qué pasa, Maia?

—Que tengo hambre. —Le repitió jugando con sus manitas. El borde de la mesa quedaba muy por encima de ella, porque aunque ya no tenía cuatro años, su estatura era de una niña de tres.

—Ahora te hago la merienda, ¿vale? —Camila se colocó las gafas con el bolígrafo entre los dedos.

Pasaron dos minutos, y en ese momento Lucy comenzó a llorar de nuevo. Camila se levantó quitándose las gafas, caminando hacia el carrito.

—Lucía, por favor... —Murmuró, cogiéndola en brazos para mecerla.

Maia, al ver que su madre no le hacía caso, abrió la nevera y dio un par de saltitos para coger la botella de batido de fresa. En el último salto tocó el tapón de la botella, lo desestabilizó y cayó al suelo, desparramando el líquido rosa. Se llevó las manitas a la boca y escuchó la voz de su madre.

—¡Maia! ¿¡Pero qué has hecho!? Te dije que te haría la merienda. Y mira cómo te has puesto... —Camila dejó a Lucy en el carrito, y apartó a Maia de todo el desastre que había causado.

—Lo siento...

*

—¿Puedo ir a casa de los abuelos? —Maia se acercó a Lauren que colocaba las bolsas de la compra en la mesa de la cocina.

—¿A casa de los abuelos? ¿Para qué quieres ir tú a casa de los abuelos, eh, enana? —Rio revolviéndole el pelo. Maia frunció el ceño, últimamente lo único que su madre hacía era revolverle el pelo, y ella odiaba que la despeinase de aquella manera.

a coat in the winter; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora