Al llegar a casa de Jessica, lo primero que hizo fue ocultarse en su recámara, se recostó en su cama y abrazó a un enorme unicornio, de felpa, que la ilustradora tenía abarcando medio colchón; fue un intento psicológico por ocultarse.

No funcionó:

—¿Me vas a contar lo que ocurrió anoche? —preguntó su prima, tomando asiento también en la cama, pero en una esquina, para no hacerla sentir invadida.

La rubia sacudió la cabeza y acercó la frente al peluche.

—No pasó mucho —hablaba con voz muy baja.

Inmediatamente, Jessica supo que era mentira.

—¿Qué tiene Angelo en el labio?

Annie no quería decirlo y, sin embargo...

—Lo... mordí —confesó, sin mirarla.

Jessica guardó silencio por un momento, analizando. Finalmente preguntó:

—¿Por qué lo mordiste?

—Me estaba —no supo cómo decirlo—... Me besaba y me estaba haciendo daño —le costó trabajo hacerlo. Una parte de ella le gritaba que no dijese una sola palabra, pero...—. Así que lo mordí.

Nuevamente, Jessica se quedó sin palabras. ¿Qué se decía en un momento como ése? Es decir, si se lo hubiese dicho cualquier otra persona, la respuesta sería simple y rápida: «Tienes que alejarte» pero... se trataba de Angelo y Annie, de ¡¿Angelo lastimando a Annie?! Se escuchaba casi ridículo.

—Necesitan espacio —se escuchó decir. Todo era tan extraño porque, ¡¿ellos separándose?! Luego recordó: él quería dejarla sola cuando creyeron que esperaban un hijo—. No creo que haga drama para oponerse —decidió—, luego de todo, te había dicho que mintieras sobre la paternidad del bebé y eso habría implicado no acercarse tanto a ti, ¿no? Entonces debe estar abierto a-- —Jess se detuvo cuando su prima se hundió más en el peluche—. ¿Annie? —había algo más que quisiera decirle, ¡¿algo más?!

Y a la rubia le llevó un momento volver a hablar y, cuando lo hizo, fue apenas un susurro:

—No era verdad.

Jess sacudió la cabeza ligeramente, ¿qué? Apenas la había oído.

—¿El qué?

—Angelo no me dijo eso —abrazó más el cuello del unicornio—. No quería que mintiera: quería que nos fuéramos a otro sitio hasta que naciera el bebé.

Al oírla, Jess se echó ligeramente hacia atrás, confundida, perdida, sin saber en qué centrarse ya porque, ¿Annie le había mentido? ¿A ella? No, espera, ¡Annie había mordido a Angelo! No, no...: que la propuesta de Angelo hubiese sido otra muy distinta, cambiaba mucho las...

Se sintió estúpida: cuando Annie le dijo eso, ella había buscado a Angelo —y aunque él había permanecido en silencio, mirándola de reojo, cuando ella comenzó a hablar, sabía que la oía porque había permanecido, al menos—; incrédula, le había preguntado si era cierto que pretendía dejarla sola con un embarazo —¡Dios, ella apenas podía creerlo!— y... Jess sacudió la cabeza, comprendiendo al fin porque él, cuando ella lo había preguntado, se había vuelto finalmente, interesado. Ante su silencio, ella había interpretado una afirmación y entonces había empezado a reprocharle su actitud cobarde y maldita y él lo había escuchado todo en silencio, sin responder una sola palabra, mirándola a los ojos, provocando que ella se enfureciera y lo empujara, o al menos lo intentara: él la había sujetado por las muñecas, con cuidado, y le había prometido —aunque no había usado ésa palabra— arreglarse con Annie.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now