Capítulo IX: La Previa

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Ya estaban por ser las siete de la tarde (lo digo así porque todavía no oscurece a esa hora en el verano) cuando junte el último montón de hojas que había dejado después de barrer mi extenso patio. No sería tan difícil si cierto caprichoso árbol de aguacate no estuviese en constante cambio de hojas pero no, cree que echar sus hojas viejas le parece correcto a todo el mundo.

Recordé que el jardín también necesitaba retoques pero mañana era un nuevo día para empezar, no es tan fácil mantener todo en orden como cuando dije que "cuidaría toda la casa tío, calma". Había subestimado a los dos pisos de la casa, al largo y estrecho terreno lleno de plantas y árboles a ambos lados separados al medio por un caminero que lleva a un quincho en el fondo que también requiere de limpieza; pero sobre todo, había subestimado al aguacate.

Para llenar cartón, mi celular ya se encontraba con quince por ciento de batería (lo que representaba 15 segundos más de batería, por la forma vertiginosa en que se descarga a partir de ese número) por tanto, llevé el tacho de basura, el rastrillo y demás cosas que usé junto a los escalones que te llevan al patio un poco más hundido con relación a la altura de la casa y emprendí la búsqueda por un cargador, que, en medio de mis giros bruscos de cuello hacia todas las direcciones y movimientos ágiles para abrir cajones o ver en pequeñas cajas, no sirvió de nada; mi Samsung se despedía mostrandome el logotipo de la empresa y, finalmente virando totalmente a negro.

Cuando ya no tuve el apuro de encontrarlo, le desconecté los auriculares y fui a buscar arriba. Lo de "que no se apague" era solamente instintivo, no esperaba que llegase algo en particular.

Mi cargador se encontraba sobre mi cama, y nada más... Soledad no estaba, tampoco la encontré en las otras habitaciones. Quise suponer adónde había ido pero, como cuando quise dormir, no pude tener un pensamiento concreto. Es más, parecía asomarse un dolor de cabeza de proporciones épicas en ese momento y después de esa tarde de trabajo en el patio, el calor sofocante que hizo toda la tarde y mi tendencia a sudar tres veces más que el humano promedio, volvió urgente la idea del baño. Ni siquiera lo pensé, estaba en el aire la idea...más bien en mi olor.

Otra vez, una remera de fútbol (esta vez del Barcelona) y uno de estos shorts adidas que encontrás a un precio sorprendentemente accesible en el mercado y que en realidad, en lo único que se parece al de los comerciales es la marca y las tres rayas, más nada.

Mi toalla estaba tendía de una larga cuerda atada a un clavo junto al pórtico de la puerta de atrás y un árbol a menos de un metro. La estiré y fui al baño que queda en el centro de la casa, frente a las esclaeras. Era extraño estar realmente solo pero el dolor de cabeza iba en aumento. Apenas cayó el agua fría de la ducha me sentí renacer, pero casi morí cuando Soledad de improvisto me corre las cortinas del baño.

-¡¿Qué carajo?! -tapándome las joyas de la familia sin ver nada, ya que mi cara estaba cubierta de shampoo-

-¡Ay Dios! qué vergüenza, Mate -parecía que se volteó- ¡Qué desubicado!

-¿Desubicado? ¡Vos fuiste la que corrió las cortinas!

-Bueno, la puerta del baño estaba abierta y había algo tras la cortina... Sentí que algo no andaba bien

-¡Y no anda bien algo contigo! -bastante furioso, apenas abriendo los ojos- Me estaba bañando. ¡Dejé la puerta abierta porque no estaba nadie! ¿Dónde estabas? Te busqué y no te encontré.

-¡Eso no importa! -repuso enérgica- Lo importante es que el show empieza en 15 minutos! Espero que traigas tu mejor... -deteniéndose al ver la ropa que había dejado sobre la tapa del excusado- ¿Me estás tomando el pelo verdad?

-¿De qué hablás? -Asomando la cabeza, y tapando el resto del cuerpo con las cortinas- ¿Qué tiene mi ropa?

-Te invito a un espectáculo... Y te vas a poner... ¿esto? -tomando mi remera blaugrana con la punta de los dedos.

Dejame solo,  Soledad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora