-¿Cuándo estuve mal?

-Hmm... -Fingió pensar. –Ya perdí la cuenta. –Apretó más los dedos en mi quijada y junté los dientes para no darle el placer de gritar.

El matón de siempre ingresó por la puerta y lo miré mal. Él ni siquiera se inmutó, avanzó hasta quedar al lado de Gabrielle.

-Ya veo... -Dije con la voz rasposa. –Así que tú no puedes sola conmigo, ¿por eso mandas a alguien más?

Gabrielle levantó la mano antes de que el gorila pudiera hacer algo. En cambio, ella soltó un fuerte puñetazo en mi mejilla. Era la primera vez que sus nudillos habían tocado mi rostro, y a pesar de que el dolor era menos que el del hombre a su lado, pude sentir uno de sus anillos clavarse. La sangre comenzó a deslizarse en un delgado chorro.

-¡Guau! –Aplaudí con las manos atadas. -¡Hurra! Es un poco más mujer de lo que pensaba.

Otro golpe, otro moretón aproximándose.

-Dos en uno, genial.

-Tu boca lista no me llevará a ningún lado. –Espetó Gabrielle. –Y a ti tampoco. Sólo por curiosidad, ¿ya recordaste la contraseña de la cuenta bancaria?

-Déjame pensarlo... -Tosí un poco y escupí algo de sangre a un lado. –No, nada todavía. –Sonreí sabiendo que mis dientes estaba rojos.

-Qué fina. –Volcó los ojos. –Pero ya me divertí lo suficiente. –Le hizo un gesto al hombre, que parecía ser colombiano, para acercarse. –Encárgate de ella, hasta que recuerde los números.

Caminó hacia afuera con los tacones picando el suelo. El matón me miró con los ojos vacíos.

-¿Qué ves, cara de sapo? –Le escupí a sus pies; era como la décima vez que lo hacía. -¿No te alcanza para la cirugía con tanto dinero que pagan?

En un movimiento agarró mi pelo enmarañado jalándolo hacia atrás. Su asquerosa lengua pasó por toda mi mejilla, limpiando el sudor, la sangre y otras cosas de mi rostro. Cuando llegó a mi sien se retiró ligeramente y dejó caer todo de su boca justo en mis labios.

El sabor provocó que contuviera las arcadas. Era eso, sinceramente, peor que los golpes.

-Creo que vamos a ir por otros métodos esta vez. –Sugirió Gabrielle desde la puerta. –Haz lo que quieras, sólo no la mates.

Con eso comenzó a cerrar la puerta detrás de ella.

-¡Diviértete! –Grité con toda la fuerza que me quedaba.

El tipo me miró de pies a cabeza y frunció la nariz.

-No sabes lo que te haría en este momento. –Sonrió, pasando una mano por entre mis piernas. Me revolví como posesa, zapateando fuerte. –Pero tu falta de baño, en todos los sentidos, me da asco.

-El que da asco eres tú, simio. Dile a tu madre que le compraré papel higiénico la próxima vez, para que no cague mierdas tan feas como tú. –Solté una fuerte carcajada y él apretó con una mano mis mejillas, obligando a que mi mandíbula se abra, formando una gran "O". La silla donde me encontraba sentada se inclinó ligeramente hacia atrás.

-Veo que tienes una boca muy inteligente. –Comentó sin soltarme. Con una mano se abrió la bragueta y quedó en ropa interior. Mis ojos se abrieron, por primera vez con terror. –Ahora, probaremos qué tan lista sigues siendo después de que te folle los sesos.

Si nadie escuchó mis gritos en ese momento, no sé de qué posible manera pudieran haberlo hecho después.

James

Alguien sostuvo mi brazo antes de que ingresara a mi coche. Di media vuelta, encontrándome con Aaron, ceño fruncido y ahora, brazos cruzados.

-¿Te importa? –Espeté.

-Sí, de hecho. Te necesitamos para encontrarla. –Dijo, como si le costara admitirlo. –Pero necesitamos al tú que se parece a Mía, al que arma planes con ella y piensa siempre estratégicamente, no al James impulsivo y alcohólico.

-¡Piensas que puedo estar jodidamente tranquilo en este momento, sabiendo que mi hermana está quién sabrá dónde y bajo qué torturas! Después de que vino hasta aquí sólo por mí, porque yo estaba mal... -Caminé de un lado a otro, arrastrando los pies. –Fue por mi culpa. Gabrielle nunca la hubiera encontrado si no fuera por mi culpa. De nuevo la misma historia... Primero Nataly, ahora Mía. Todo lo que más quiero se esfuma. ¡Desaparece! –Grito lanzando un puñetazo y rompiendo la ventana del auto de Charles. Definitivamente me mataría luego.

-¿Terminaste? –Pregunta Aaron a pocos pasos de mí. –Porque si ya terminaste, necesitamos una mano ahí dentro. Ya sabes, con lo de encontrar a Mía y todo eso.

Lo fulminé con la mirada antes de volcar el rostro.

¿Era mi culpa de nuevo? Nadie sabía, ni tenía idea, dónde podría estar Mía en ese momento. Ni siquiera sabían si seguía con vida.

No supe en qué momento las lágrimas cayeron de mi rostro. Las limpié de un manotazo, pero esto no evitó que siguieran bajando. Solté un fuerte grito, que tenía guardado desde hace tiempo y esto sólo logró sacarlo de una vez por todas. Mis nudillos golpearon el asfalto hasta quedar al vivo, y terminé por agachar la cabeza hasta tocar el suelo. No sabía qué hacer con mi vida en ese momento, tenía ganas de cerrar los ojos y desaparecer, pero sabía que por el bien de Mía no podía rendirme. No podía simplemente abandonarla, tomar unos tragos y acostarme un par de veces con alguien.

"-Duh, vengo a rescatarte, como el ángel de la guardia y excelente hermana que soy, de este mar de pesar que tienes." Eso había dicho el día que me encontró ebrio en el bar. Ella fue a lanzarme una soga para escalar, desde el pozo en el que estaba. Ahora, era mi turno de lanzarle la suya.

Me quité la camiseta que tenía y limpié mi rostro y los nudillos. Me puse de pie y tomé un fuerte respiro. Aaron me observaba con los ojos inyectados en sangre desde su lugar, no se había movido ni un solo centímetro.

-Entonces... -Carraspeé cuando mi voz sonó extraña por el anterior desliz. -¿Dónde empezamos?




Siento haber estado auscente tanto tiempo. Espero que les haya gustado el capítulo.

Voten! :)

-Pandora

James LassenWhere stories live. Discover now