2. Funeral

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-¡Luego dicen que yo soy el perezoso! -Exclamé al ingresar a su habitación. Mía pegó un brinco en la cama y cayó de costado al suelo.

-Mier... -Se paró de golpe al ver a Larry en la puerta.

-Esa boca no digna de una dama. -Reprochó sonriendo. -Apúrense, el coche llega en media hora.

Mía se sobó el estómago y se puso de pie, ingresando al baño con una toalla en la mano.

-Amigo, ¿en serio tenías que gritar? -Gruñó Aaron desde las sábanas.

-Debería patearte el culo por estar en bóxer durmiendo con mi hermana. Ahórrate las quejas.

Lo escuché contener una risa y salí de la habitación. Caminé lentamente hacia el cuarto de René y Nataly, sintiendo una oleada de nostalgia golpearme nuevamente. Toque la puerta con los nudillos dos veces y casi de inmediato se escuchó un: "Adelante", desde el otro lado.

René se acomodaba el saco, jalándolo hacia delante. Tenía los ojos hinchados pero no rojos, señal de que lloró bastante tiempo por la noche.

Caminé hacia él y me coloqué a su lado, observándolo por el espejo.

-Hace tiempo que no usaba traje. -Dijo, amarrándose la corbata.

-Yo también. Las misiones, últimamente, no implican acontecimientos formales. -Agregué sin saber qué más decir.

Nos quedamos en silencio algunos minutos, analizándonos a través de nuestros reflejos. Sabíamos que había mucho por decir, pero simplemente las palabras no salían.

-No parece real. -Suspiró René. Sus labios apretados en una fina línea.

-Mi cabeza tampoco lo acepta aún. -Encogí los hombros, intentando convencerme de que le restaba importancia. Aunque, sabía que era imposible.

-Todavía espero que ella entre por la puerta sonriendo y nos diga que somos unos estúpidos por haber caído en su broma. -Sonrió imaginándoselo. -Que me dé una palmada en la espalda y me diga "niña llorona", para luego ponerse a leer revistas de moda. A pesar de que nunca le interesó nada de eso.

Sonreí sin saber qué contestarle. La ausencia de Nataly comenzaba a caer nuevamente sobre mí. René sería su vivo recuerdo.

-¡Llegó la limo! -Gritó alguien desde abajo.

-¡Que apague el motor, necesito unos minutos! -Respondió Mía, su voz acompañada de un portazo.

Estaba casi seguro que recién había salido del baño.

En ese momento, sentí algo oprimiendo mi pecho, como si contuviera algo. Sin embargo, aún podía soportarlo.

***

Ella estaba justo ahí, frente a mí. Sus ojos dulcemente cerrados, como si sólo estuviera durmiendo. Tenía los dedos entrelazados en el estómago y el anillo de goma puesto en el dedo anular, recordatorio de su niñez.

Estábamos todos allí, observándola en silencio y esperando que el Padre dé sus bendiciones.

Un último auto llegó. Una pareja mayor salió de allí, con el semblante serio y ambos con arrugas en la frente.

La mujer se aferraba del brazo del hombre, más por el temblor de sus piernas que por el afecto hacia él. Tenían gafas negras, evitando que los reconozcamos.

-¿Race? -Preguntó la mujer con la voz pastosa.

-Aquí, señora. ¿Es la madre de Nataly? -Contestó él acercándose.

James LassenHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin