*

—¡Cien! —gritó otro muchacho.

Angelo Petrelli frunció el ceño, ¿qué mierda creían ellos que era su hermana, que podían comprarla? ¿Un objeto..., una puta? —a Angelo no le gustaba ésa palabra ni lo que ella representaba. No se le ocurría una ofensa peor a una mujer—. Empujó con brusquedad al muchacho que tenía al frente, por un hombro, haciéndolo a un lado para poder pasar —no se dio cuenta de que lo hizo y, de no haber estado un tumulto de personas, el otro se habría ido de cara al piso—.

//

Anneliese estaba más nerviosa de lo que había estado nunca frente a una multitud. Le sudaban las manos, le temblaban las piernas y se sentía... a punto del desmayo. Fue entonces cuando lo vio. A su hermano.

—Angelo —lo llamó, acercándose a él, feliz. ¡Él podría comprarla y librarla de acompañar durante toda la noche a... pues a quien la comprara!

La idea de subirse al escenario y subastarse no había sido suya —claro que no—. Ella ni siquiera estaba de acuerdo, pero a Fabrizio le había parecido un buen plan para conseguir dinero y reparar el bar en casa de Carlo, y Annie sintió que no podía negarse, puesto que la fiesta era suya. Carlo la había organizado —y puesto todo el capital— él mismo; cooperar era lo más educado que podía hacer, ¿no? Después de todo, no podía pedirle dinero a su padre para ello —Raffaele iba a hacer preguntas y... ¿cómo le explicaba que, en una fiesta a la que no pidió permiso para ir, un grupo de muchachos alcoholizados, que bailaban quitándose la ropa sobre la barra del bar, la partieron en dos y ahora había que pagarla? Angelo tampoco era una opción: él ni siquiera había querido ir, ¿por qué le daría dinero para Carlo?

Además... quería integrarse.

//

Al verlo, Anneliese se acercó a él o... eso esperaba Angelo.

—¿Qué estás haciendo ahí? —le preguntó, pero antes de que ella pudiese responder nada, la cogió por la cintura y la bajó del escenario. Sentía como si eso no fuera real.

Annie dejó escapar un pequeño grito de sorpresa. Ninguno de los dos notó que, el muchacho rubio, de ojos verdes, que estaba aún en el escenario esperando su turno, se lazó en su ayuda, pero Laura lo sujetó por el cinturón y lo regresó a su lugar.

—No —Annie intentó explicarle el juego.

Pero...

—Vamos a casa —él la interrumpió, poniendo una mano en su espalda, guiándola.

Angelo —lo llamó Fabrizio a través del micrófono—, ¡no te lleves la mercancía sin pagar!

Y él se quedó quieto —Anneliese lo sintió ponerse tenso—; luego, despacio, se volvió hacia el escenario mientras sus labios se movían, formulando la palabra: «¿Mercancía?». Algo brilló en sus ojos grises, algo que atemorizó a Anneliese... y lo vio apretar los dientes al tiempo que la dejaba a ella y daba un paso en dirección al otro muchacho.

—No —le suplicó Annie, aterrada, sujetándolo por la camisa. En su mente desfilaban el rostro de Fabio Camitti (luego de que Angelo terminara con él) y las cicatrices de Valentino Derado—. No. Vayámonos, ¿sí? Por favor —su voz tembló.

Angelo se centró nuevamente en ella, la cogió por un brazo y la obligó a avanzar junto a él.

Raimondo, quien había contemplado la escena en silencio, se adelantó a sus necesidades y le entregó las llaves de su Ferrari cuando su amigo pasó junto a él. Angelo las cogió sin decirle nada, llevó a su hermana hasta el auto y la hizo entrar, luego, cerró de un portazo.

¡Hijo de puta! —le gritó un muchacho que apenas alcanzó a salir del camino, cuando el Ferrari de Raimondo pasó a toda velocidad cerca de él, casi atropellándolo.

—Dios... —gimió Anneliese al ver eso—. ¡Ve más despacio!

—¡Cállate! —le ordenó él.

Ella le respondió con otro grito... y él volvió a gritarle.

Se gritaron hasta salir a carretera, entonces el muchacho se orilló. Tuvo que hacerlo: casi se había estampado en una curva.

—¿Quieres matarnos? —chilló ella, temblando, aterrada—. ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

—¡¿Qué crees que hacías tú, Anneliese?! —se volvió hacia ella—. Te dejo sola un momento y te encuentro vendiéndote, cual puta —le espetó...

Y ella se quedó en blanco. ¿Qué le había dicho él? Abrió la puerta y salió. Iba a volver a la fiesta y encontrar a alguien que la llevara a casa.

—¡¿A dónde diablos vas?! —Angelo bajó también—. ¡Vuelve acá!

Annie ni siquiera volteó. Apresuró el paso. Escuchó a su hermano acercarse y echó a correr, pero su intento de huir fue inútil: nunca había sido rápida y él sí lo era. Pese a la gran ventaja de distancia que ella tenía, la alcanzó en menos de tres segundos.

—¡¿A dónde mierda vas?! —la cogió por el brazo—. No estoy jugando, Anneliese. Vuelve al puto auto.

//

Ella apretó los dientes a causa del dolor.

—¡Suéltame, Angelo! —le ordenó.

—¡Haz lo que te digo!

—¡No! —gritó ella—. ¡No tengo por qué obedecerte! No soy un animal, ni un objeto. ¡No te pertenezco!

Y Angelo soltó una risotada burlesca.

//

Se rió... nervioso.

¿Qué había dicho ella?

... Estaba perdiéndola.

Lo sabía.

Inevitablemente, la perdía.

Por eso ella había... intentado abortar. Por eso estaba ocultándole cosas... Estaba alejándose de él. El embarazo la había hecho reconsiderar su relación y... ya no quería más. Dios... ¿realmente era eso?

—¿Es lo que crees? —la retó, riéndose, desesperado—. Estás muy mal —escupió, intentado convencerse a sí mismo, no a ella: no iba a dejarlo, ¡ella no podía dejarlo! ¡¿Cómo diablos uno se deja a sí mismo?!

Y era suya. Toda de él...

La respiraron comenzó a dificultarse y las manos, débiles, temblaron.

//

Su risa le pareció burlesca a Anneliese, cruel... dolorosa. ¿Estaba riéndose de ella?

—No —intentó luchar—, ¡no lo estoy! ¡Suéltame ya! —le enterró las uñas en una mano.

Angelo apretó los dientes... y ella soltó un gritito cuando, con un movimiento rápido, cual gato, él alargó la mano, la cogió por la nuca y, con brusquedad, la acercó a su cuerpo.

Sus colmillos le hicieron daño cuando la obligó a besarlo

** ** ** ** ** **

Uy, sé de algunas personitas que con esto ahora sí o se mueren de coraje o crucifican a Angelo xdDd

IMPORTANTE! ¿Sabes lo que significan las diagonales ( // ) entre los párrafos? Así es, cambia la perspectiva, ¿se nota cómo? Si no lo leíste de ése modo, anda a leer los últimos párrafos para que entiendas lo que está pasando. c;

Muchísimas gracias por leer.


Ambrosía ©Where stories live. Discover now