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Caminaba con paso firme sin mirar a los lados. Sentía la mirada de decenas de maníacos y enfermos sobre cada parte de mi cuerpo. El agente Nickolson colocó su mano sobre la parte baja de mi espalda para hacer que caminase más rápido. Notaba que yo estaba tensa.

Los pasillos de Arkham eran cada vez más pequeños y abrasadores hasta que llegamos a una sala que estaba dividida en dos partes; la de los presos, y la de los visitantes. Estaban ambas parte separadas por mesas y un cristal. Al lado de la mesa, un teléfono negro reposaba sobre ella para poder hablar con la persona a la qu visitaba.

-Señorita, hemos tenido un contratiempo con el señor Grason-. Dijo Nickolson parándose en la puerta.

Aquello me descolocaba absolutamente los planes, ¿a quien entrevistaría yo ahora? Necesitaba aquel artículo semanal igualmente. Mi jefe no aceptaría que tuviesemos que eliminar aquel apartado del periódico.

-¿Que clase de...-. Empecé a decir pero me imaginaba lo peor viniendo de aquel lugar.

-Digamos que se intentó escapar-. Dijo un policía haciendo comillas en la palabra "intentó".

Y ahí supe perfectamente, o por lo menos parcialmente, lo que había pasado.

Me ahogué internamente. ¿Y ahora que haría? Había avanzado mucho con el señor Grason. Ya era capaz de formular frases enteras sin empezar a gritar y golpear a sus compañeros.

Miré a Nickolson, esperando una respuesta positiva por su parte o alguna especie de solución coherente.

-Tranquila señorita Brooks, ni que fuera por locos-. Dijo Nickolson sacando una sonrisa y haciendo que yo también sonriese.-Le queríamos traer al señor Duncan, pero temíamos que hiciese algo o dijese algo demasiado inapropiado.

Miré todos los asientos. Dos estaban ocupados por hombres con elegantes trajes de empresarios. Quizás eran abogados intentando ayudar a sus clientes, los psicópatas del otro lado de la línea. Luego, sentado en una esquina, había un hombre tatuado hasta la tráquea hablando con una mujer del otro lado. La mujer, la paciente, llevaba una coleta algo desecha y grandes ojeras bajo sus ojos.

Quería ayudarles. Quería demostrarles que no estaban locos. Quería que no tuviesen que encontrarse en aquellas situaciones, hablando con su novia a la que tachan por loca con un cristal separandolos y un teléfono como única vía de interacción.

-Un paciente ha querido colaborar-. Dijo Nickolson acercándose a mí-. Bueno, en realidad, su psiquiatra le ha obligado a interactuar con alguien de fuera, y cada vez que un policía lo intenta sale dañado, por lo que hemos pensado que a usted no le hará nada.

¿Acaso yo era una cabeza de turco? Aquello parecía interesante y curioso, pero me carcomía el miedo. Arkham Asylum no era un juego, si alguien realmente era peligroso, estaba allí.

Miré hacia una silla vacía justo enfrente mío y la línea del teléfono estaba conectada.

-El señor Valeska la espera-. Dijo Nickolson empujándome delicadamente de nuevo hacia delante.

No levanté la vista hacia él. Me senté sobre la silla de una forma natural, cogiendo mi grabadora y un bloc de notas. Por último, levanté mi vista y miré a Valeska.

No era lo que me esperaba.

Estaba sentado con la espalda encorvada hacia delante y ambos brazos apoyados en la mesa. Su mano izquierda golpeaba rítmicamente la mesa con sus dedos, y la derecha sujetaba el teléfono.

Su pelo naranja brillaba con la luz que venía desde la pequeña ventana y sus ojos me miraban fijamente. Su boca estaba curvada en una pequeña sonrisa. Movió su mirada de mis ojos al teléfono, indicándome que yo también lo descolgase.

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora