~¡Endou, idiota!~

837 75 15
                                    

-**-

Habían salido de casa para el partido. Kazemaru se sentía muy emocionado, a parte de por las razones evidentes y que amaba a Endou con todo su corazón, verle en el campo siempre le había gustado. A él le hacía recordar aquellos tiempos en los que jugaban juntos, como le había pedido que se uniera a su equipo de fútbol aquel día mientras él entrenaba para el club de atletismo. Le hacía recordar todas aquellas veces en las que se habían cogido de la mano para levantarse del suelo, y también la confianza que el portero había tenido siempre hacia a él y viceversa.

Mientras le veía en la portería, con la equipación de portero, su corazón vibraba con fuerza, y leve rubor cubría sus mejillas. Podía haber sido ocasionado a causa del frío, que le hacía estremecerse cada pocos instantes, pero lo más probable es que fuera por culpa de Endou, de lo que sentía hacia él. Y es que Kazemaru no podía evitarlo, Endou parecía el planeta y él el astro que giraba a su alrededor, estaba tan enamorado...

Kazemaru se había arreglado un poco, llevaba una chaqueta bajo la cual tenía un jersey gris de cuello alto y unos vaqueros oscuros y ceñidos. También se había colocado un gorro negro para evitar que las temperaturas fueran demasiado agresivas con él. Se puso una bufanda del mismo color, y escondía la boca en alguna que otra ocasión en esta para protegerse del violento y húmedo frío que azotaba aquella ciudad. Estaba acostumbrado a pasar frío, pero no tanto frío, la universidad en la cual había estudiado se encontraba en una región de Japón cuyo tiempo amenazaba siempre con ser extremadamente inestable. Pero a eso había logrado acostumbrarse con tal de estar cerca de Endou... Y sí, había elegido esa universidad nada más y nada menos que por el castaño, que también estudió allí. Kazemaru no sabía si sus estudios de periodismo llegarían a las notas más altas teniendo tan cerca a la persona de la que estaba completamente enamorado, y aún así, decidió irse cerca de Endou, sin preámbulos, sin dudas. Sus notas que siempre habían sido inmaculadas se habían visto afectadas por la cercanía con el portero, por cruzarse en la misma cafetería en algunas ocasiones, por saber que unas calles más al lado, nada más que andando unas pocas manzanas, podía encontrarle. Sus mañanas eran ajetreadas con los estudios, y sus tardes aburridas a no ser que pudiera hablar con Midorikawa, porque por aquel entonces contactar con Fubuki era todo un enigma, una paradoja demasiado difícil y una tarea que no podía permitirse si no quería malgastar demasiadas neuronas, es decir, podían pasar horas hasta que el albino le hiciera caso y eso si es que él enviaba cientos de mensajes.

Planeaba ahora dejar a un lado todo lo que había acontecido en su vida a un lado, cambiar de aires y también de actitud. Sabía que era difícil intentar controlarlo todo, pero su manía por el orden y la perfección le tenían sumido en sus pensamientos durante muchas horas, y esa perfección incluía el ser perfecto por y para Endou. Ese día, ni más ni menos, quería decirle al castaño sobre lo que sentía, o al menos insinuárselo de modo que lo pillara. Si algo caracterizaba a su "amigo" es que era un poco cortito en algunas ocasiones, y Kazemaru lo conocía de sobra.

Le observaba con el corazón en un puño, con pensamientos caóticos que consumían hasta la última fibra de su estrepitosa y alocada alma de niño encerrada en el cuerpo de un adulto. Kazemaru no lo admitía para nadie salvo para sí mismo, era un niño aún, un niño que se obstinaba en pensar que era capaz de hacerlo todo él mismo, que podía ser mejor que todos y marcar la diferencia allí donde pasara. Aunque eso, ni más ni menos era algo imposible, Kazemaru lo había admitido también.

Para cuando el partido terminó, hubo un instante en el que se mantuvo extremadamente impasible, sin percatarse de que el marcador apuntaba victoria para el equipo de Endou. Se dio cuenta demasiado tarde, una vez no tuvo tiempo de reaccionar, cuando un emocionado e impetuoso castaño se acercó corriendo hasta el banquillo donde estaba sentado y le alzó en el aire abrazándole.

¿Por qué... tú? | Inazuma ElevenWhere stories live. Discover now