~Incógnitas y lágrimas~

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Si iba al baño iba a... iba a verle sin ropa. Puso una mueca y sin querer, hizo ruido. Aquello le daba vergüenza en sobremanera. La mirada gris de Gouenji se clavó en Fubuki, el cual, sólo esperó a ver su reacción.

-¿Ah?- fue lo único que dijo el de cabellos plateados.

-Sh-shuuya- susurró, entrando en la habitación otra vez.

-¿Qué...?

-Verás, Shuuya, p-puedo explicarlo, bueno- susurró- no puedo, no sé lo que ha pasado pero... pero no te asustes, s-soy Shirou.

Alzó las manos y esperó a ver la reacción de Gouenji, el cual, miraba a algún punto inexistente con su nuevo y níveo rostro. Luego, a los pocos segundos, alzó la vista, parecía desconcertado, y Fubuki no lo culpaba, quien iba a decir que después de cinco años, la primera conversación que tendrían sería de ese modo, en el cuerpo del otro y de aquella manera. El de ahora cabellos rubios, intentó respirar y no pensar que estaba con Gouenji, sí, viva la redundancia, la razón de su tortura y dolor.

-Bueno, voy al baño- dijo Gouenji bostezando.

-¿Pero... qué? ¡No! ¡No hagas eso!

Salió corriendo detrás de Gouenji y se tiró sobre él. El problema fue que Fubuki no tuvo en cuenta que ahora era más alto que Gouenji, obvio, tenía su cuerpo. Y por lo tanto, pudo con el peso del cuerpo menor hasta caer ambos al suelo, entre el baño y el dormitorio, en mitad de la puerta.

-Mira, Shirou, no sé que es lo que está pasando, pero sea lo que sea, necesito ir al baño. Ya- recalcó con el ceño fruncido.

-L-lo siento, Shuuya- bajó un poco la mirada. La voz helada que había utilizado Gouenji le había resultado tan fría como una lanza de hielo directa al corazón. No sabía si era que Gouenji, al fin y al cabo, nunca había ido a su casa para dar explicaciones, quizás sólo había ido por mero capricho. Quizás, al fin y al cabo, sus esperanzas, que se encontraban recónditas en su corazón, fueran meras ilusiones, como todo lo que le ocurría.

-No pasa nada- dulcificó un poco su voz, y sonrió de medio lado, de esa forma característica de Gouenji-, pero es urgente, Shirou, necesito ir al baño.

-Está bien- susurró un poco ruborizado, lo que no era raro en Fubuki, pero sí en el cuerpo de Gouenji.

La mano izquierda del de cabellos plateados se alzó para tocar con un dedo, en una leve caricia, el lugar donde se notaba el rubor de su piel morena.

-N-no hagas eso, Shuuya- suplicó.

Se levantó antes de que pudiera seguir. Si dejaba que hiciera eso, sabía que no resistiría y caería de nuevo, que recaería en su más dulce y adictiva droga. Fubuki había sufrido demasiado como para olvidarlo todo con una simple caricia.

Decidió salir de allí, no iba a quedarse mirando como Gouenji manejaba su cuerpo, con el que ahora bien podía hacer lo que quisiera. Bajó las escaleras de la casa sacando su móvil. Si alguien parecía saber algo sobre Gouenji, ese era Midorikawa, que justo el día antes había sido quien había echado al rubio de su casa. Ahora que las cosas habían llegado hasta ese punto, que Fubuki había llegado a poder hablar con Gouenji -aunque fuera en esa extraña situación-, y que las cosas se habían complicado de esa manera, decidió que lo que tenía que hacer era preguntarle qué era lo que estaba pasando. Pedirle explicaciones a alguien, porque él parecía ser el único que no entendía nada. Gouenji estaba demasiado sereno, Midorikawa no había asomado el pelo por su casa esa mañana...

Sacó el móvil, apoyándose levemente con un brazo sobre el ventanal del gran salón de entrada, mirando el paisaje que se extendía, el pequeño lago que había tras la casa, y como los rayos del sol se reflejaban en las pequeñas ondas de agua a la luz del amanecer.

¿Por qué... tú? | Inazuma ElevenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora