Prólogo

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Prólogo


Odio ver a esa mujer porque tiene el maldito poder de descolocarme. Los recuerdos llenan mi cabeza, recuerdos que no quiero revivir porque son del momento en el que todo en mi vida se derrumbó.

Yo, a pesar que mi madre no me quería y que no sé quien es mi padre era un niño feliz viviendo con mi abuelo, él lo era todo. Me amaba sin importar nada, me defendía de quienes se burlaban de mí por no tener padres e iba a la escuela cada que me metía en problemas. Cuando le pregunté asustado si lo que estaba sintiendo por Vincent era normal solo me abrazó y dijo que todo estaría bien.

Pero él también me dejó. Él al igual que todos me abandonó.

Entro en el primer bar que aparece a mi vista, voy directo a la barra y dejo mi bolso a un lado para pedir un trago. Solo quiero estar solo y poder ahogarme en la porquería que está en mi bolsillo, pero antes de eso necesito un trago, o en realidad una botella.

—¿Puedes darme un trago? —le pido a la chica que hace de bar tender, ella me mira por unos segundos y asiente.

—¿Qué tanto quieres olvidar lo que estás pensando?

—Ojalá y puedas hacer que pierda la memoria.

—Hecho.

La observo mientras hecha varias cosas en una coctelera, no puedo evitar que mis ojos vayan a sus pechos que se mueven mientras la agita y ella lo nota porque me sonríe, aunque no hay nada coqueto ahí. Cuando lo sirve son tres los vasos que pone frente a mí y me sorprende su confianza porque está segura que los beberé todos. Le doy el primer sorbo y me sorprende lo fuerte que es cuando en realidad no le puso nada extraño, no es demasiado dulce si no más bien cítrico. Hago un asentimiento hacia ella en señal de aprobación. Cuando ya voy en el último estoy a punto de llamarla para que me prepare más cuando siento la mirada constante de alguien.

Alzo una ceja al tipo a mi lado que me mira fijamente, aun cuando me percato de su insistente mirada no la aparta, pero tampoco dice nada. Pues si él me mira, yo también lo hago y detallo en su aspecto. Su cabello es castaño casi negro —o al menos de ese color se ve con las luces tenues del bar—, sus ojos son de un café verdoso, aunque creo ver algunas motas más claras en ellos, sus labios se ven generosos y su nariz es algo respingada. Es guapo, bastante de hecho. Comestible, como diría Canela.

—¡William! —otro hombre que está del otro lado le grita y él reacciona disculpándose por haberse distraído, me da una mirada rápida antes de tomar unas cervezas y dirigirse a una mesa donde más personas los esperan.

—Eso fue extraño...

En blanco y negroOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz