Capítulo XXXVI: Trigésima sexta confusión

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-Fuera de aquí, Subaru- escupió Ayato sin mirarle. Seguía con la vista puesta en la joven- Ella es mía.

-No lo es, Ayato. ¿Por qué le haces eso?- dijo el joven acercándose cautelosamente hacia donde se encontraba el mencionado.

Nozomi sentía todo su cuerpo temblar por el terrible dolor que se extendía desde su rodilla. Sentía que perdía fuerzas, ni siquiera era capaz de zafarse del agarre del joven. Entreabrió los ojos que tenía cerrados y se encontró con los de Subaru. Él la miraba con tristeza, pero el brillo en su mirada luchaba con desaparecer. El joven estaba en tensión, Nozomi lo pudo saber por cómo cerraba en puño sus manos. Este intentaba parecer calmado, pero estaba librando una batalla en su interior.

-¡Ayato! ¡Reacciona! Es Nozomi, ¿no te acuerdas de ella?-prosiguió el joven una vez estuvo en frente de este.

La joven se preguntó por qué no la liberaba del agarre de Ayato en lugar de convencerlo con palabras, pero, la verdad iba más allá.

Subaru había comenzado a sentir el ardor en su garganta, el dolor en su pecho se volvía cada vez más insoportable, y su vista amenazaba con nublarse. Habría corrido a enfrentarse contra su hermano, pero eso habría significado sentir el contacto de la piel de la joven, sentir más cerca el olor de su sangre. Aquel que le había atraído hacia ella. Sabía que no podría controlarse mucho más y necesitaba que Ayato volviese en sí, que dejase libre a la joven, cuanto antes, porque él cada vez se veía más incapaz. Sus innatos instintos asesinos amenazaban por hacer algo de lo que se arrepentiría para siempre.

Se había prometido a si mismo proteger a aquella chica en la medida de lo posible. Aún se preguntaba por qué una humana cualquiera había llegado a un pueblo como aquel, donde habita una familia de despiadados vampiros. Pero, desde el momento en que la vio aquel día en el pueblo, sintió que la conocía, sabía que la había visto hace muchísimo tiempo, y algo en su pecho le atrajo hacia ella. Se había ganado su confianza, y no podía perderla así como así.

El control sobre su cuerpo amenazaba con desaparecer.

Aquello era un problema. Mientras se controlaba a sí mismo, luchaba por encontrar una solución cuanto antes, pues el olor de la sangre de la joven se estaba extendiendo progresivamente y no tardaría mucho en llegar al pueblo. Entonces, ya sería un problema a mayor escala. Quizá Nozomi no podría salir de esa si aquello llegaba a pasar. No sabía por qué, pero la sangre de la joven guardaba algún secreto, sino...¿por qué podía descontrolarlos?¿Por qué conseguía sacar su más oculta naturaleza con solo un rasguño? Era exageradamente peligrosa.

Y probablemente deliciosa.

-Subaru...-escuchó decir, como si fuera el eco de su mente, a la joven. Esta se encontraba suspendida en el aire por la mano de Ayato, que la sujetaba del cuello contra un tronco robusto.

Subaru consiguió aclarar momentáneamente su vista, volviendo a la realidad en la que se encontraba. La joven luchaba con respirar, pero el fuerte agarre del otro joven le dificultaba excesivamente esto. Subaru sintió pánico por primera vez en mucho tiempo.

Su vista comenzó a desenfocarse y observó sus manos temblar. Aquella batalla que estaba librando con él mismo era más difícil de ganar de lo que había pensado.

Con su último esfuerzo, avanzó tan rápido como pudo y de un golpe sordo alejó a Ayato de la joven, liberándola. Nozomi cayó sobre la hierba como un peso muerto, como una muñeca de trapo, sin vida.

Ayato, había colisionado contra un árbol, doblándolo por el golpe. Sus ojos estaban sumidos en la oscuridad. La furia gobernaba su interior, no era Ayato, era un animal sediento de sangre. El joven se abalanzó contra su hermano, propinándole un golpe contra la mejilla a este. Subaru sintió cómo la realidad era quien lo golpeaba. Sabía que debía parar ahí, no era consciente del poder de su fuerza y aquello podría acabar con su hermano, Pero, si no hacía algo pronto, Nozomi estaría más en peligro.

Diabolik lovers: La manzana de la discordiaWhere stories live. Discover now