Capítulo XXVI: Vigésima sexta llamada

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Nozomi se encontraba envuelta en mantas en el sofá de su casa. Estaba ensimismada viendo las noticias de última hora. El número de fallecidos iba en aumento por momentos y ningún profesional lograba identificar la causa de las muertes. Tampoco daban mucha información en las noticias por lo que era ridículamente imposible llegar a una hipótesis, siquiera. La joven sentía la frustración y -aun intentándolo esconder- el miedo ante esta epidemia inesperada. ¿Qué estaba pasando? Aquella pregunta esperaba la ansiada respuesta por parte de la mayoría de la población de aquella villa. Nozomi sentía que solo a ella le preocupaba este asunto, pues no había oído a nadie en Murashi que se alarmara ante tal noticia. Ni tan siquiera habían acudido al pueblo a buscar ayuda. Quizá no se atrevían debido al horrible nombre, sobrenombre e historia que éste guardaba.

Algo le vino a la mente: el diario de las muertes del pueblo. Hace tiempo se había hecho con uno en la librería local y no había acabado de leerlo. Más bien, no podía. Le faltaban indescifrablemente algunas de las últimas páginas y aquello dejaba una incógnita en el aire. La joven se había preguntado por qué no estaban esas páginas y si fueron arrancadas a propósito. Si ese fuera el caso deseaba averiguar el por qué a toda costa.

Asimismo, le resultaba extraño que aquel fuera el único diario médico de aquella época, pues el siguiente ya era más cercano a ella. Hay un margen de unos años en los que carecían de información médica y aquello le carcomía.

Harta de tanta frustración y pesadez, decidió cambiar el canal de la televisión por otro cualquiera. Quería acabar de leer un libro que llevaba días tratando de acabar, por lo que bajó el volumen de la televisión. Desde que empezó a tener pesadillas continuas, sentía una sensación extraña en aquella casa. Como si algo la observase. Por lo que temía cualquier momento de total silencio o soledad que pudiera envolverla allí. Así que desde entonces, dejaba la televisión o la radio encendida cuando pasaba mucho tiempo allí.

Intentó proseguir su lectura pero un recuerdo reciente le vagaba por la mente impidiéndole su total concentración: Ruki. La joven suspiró pesadamente mientras la conversación del doctor y su profesor volvía a recrearse en su mente. Recordó las últimas palabras de su tutor y, aunque intentó buscarles respuestas directamente, Ruki se las había apañado para rehuirlas.

Mientras andaba ensimismada en sus pensamientos, su móvil empezó a sonar arrastrándola de este modo, de nuevo, a la realidad.

Observó el número que se reflejaba en la pantalla. Seguidamente, frunció el ceño al no conocerlo. Al ver que no cesaba el sonido, decidió responder a la llamada. Esperaba que fuera simple publicidad o alguien que se hubiera confundido.

-¿Nakamura?- Solo hizo falta que nombrase su apellido para que la joven lograse identificar de quién se trataba. Algo le golpeó en el pecho.-¿Nakamura, está ahí?

-Sí- logró decir la joven tras un leve silencio.-Buenas noches, profesor.

-¿Cómo está?- parecía alarmado.

-Mejor que de costumbre. Estaba leyendo.

Un silencio se hizo al otro lado de la línea. Nozomi jugueteaba con el libro que tenía entre las manos. Estaba nerviosa. Nunca lograba hablar con naturalidad por teléfono, y menos si se trataba de su profesor. Especialmente, del profesor Mukami.

-Debiste haberme dejado acompañarte a casa- Ahí estaba de nuevo: Ruki, no su profesor.

Debería estar acostumbrada a los cambios de registro de su profesor, pero aún se ponía nerviosa cuando éste acortaba las distancias usando un registro más informal al que debe ser usado entre las relaciones de profesor-alumna.

Diabolik lovers: La manzana de la discordiaKde žijí příběhy. Začni objevovat