-Muy bien... Ahora sí... ¿Cómo es que estás en mi cabeza? ¿Qué querés decir con que tendremos tiempo?

Ya no era incredulidad, era nervios, impotencia, todo se estaba mezclando con ese miedo que ya me había generado.

-Mate, calmate por favor... - seguía con la misma pasividad- Por cierto, ¿puedo decirte Mate?

-¿Me estás jodiendo? ¿Ni siquiera sé qué carajo sos y me querés poner apodo? ¡Encima ni tomo mate!

-Perdona Mate... No quería que lo tomes así -Toma su voz un matiz de preocupación-

-¿Quién sos?

Esta vez me escuché proferir de mis labios esas palabras. Más que ese miedo que tenía, descargarme contra ella era lo que debía hacer.

-¿Recuerdas eso que te dije de que estuve siempre en tu cabeza? Bueno, estás muy ocupado trabajando, estudiando, saliendo con amigos o con tu chica'i; pero todo eso es una pantalla, están demasiado ocupados fingiendo para comprenderlo. Luego llega un momento en el que los amigos de farra no están, tu novia te deja, el trabajo es agotador o el estudio es asfixiante; no importa, siempre pasa algo, y ahí recién están listos. -Con la voz de calma, como si no estuviese ante un hombre desesperado-

-¿Para qué? -Pregunté serio, mientras caminaba en el primer piso de mi casa meditabundo-

-Para afrontarlo. Que esa gente que tenemos cerca, no lo está en realidad. Ahí recién nos damos cuenta que no sabemos nada de ellos ni ellos de nosotros -proseguía con la tranquilidad de siempre- Todos creen poder evadirlo, pero no pueden, caen tarde o temprano.

-Espera... Evitar, ¿Qué?

-¡Darse cuenta, hombre! -aún sin gritar, pero con firmeza- Darse cuenta que a la noche, cuando uno va a dormir, no tiene nadie que piense en él, cuando se extraña demasiado a esa persona que nos mantenía en nuestro norte cuando sabemos bien que no volverá, cuando uno no...

-¡Basta de dar vueltas, por favor! - Grité en medio de casa, junto a las escaleras, apretando uno de los pasamanos-

-Que están solos, Mate - y apareció de vuelta ese tono de paz atormentadora- irremediablemente solos.

Esa paz de su voz me invadió y empezó a ser más fuerte la desazón. No era paz, no era calma, no era nada. Era el más pleno y desolador vacío.

Como pude retrocedí unos pasos y traté de sentarme en el sofá que queda justo al lado en la "sala" que tenía apenas entrar a casa. Me senté con la mayor delicadeza que pude pero no pude evitar desplomarme en el sofá de cuerina que tenía a disposición.

Pasaron unos segundos y me coloqué en una posición más seria y me senté encorvado, poniendo mis codos sobre mis muslos y juntando las manos las puse sobre mi boca. No tenía nada, no podía llorar, no podía ni perder la mirada en el horizonte porque solo miraba al suelo; tampoco elegí quedar callado, solo quedé así porque no había nada que decir o aclarar. En este momento era obvio, pero como ni pensar podía, tras un largo silencio solo pude pronunciar una pregunta mientras sentía que ya una lágrima estaba cayendo.

-Estoy solo, ¿Verdad?

-Ay Mate, por favor... - buscaba alargar sus explicaciones-

-¡Decime ya! - Salió un grito verdadero de desesperación, sacando las manos de sobre la boca- ¿Estoy solo? Julieta ya no está. Después de ella no tenía a nadie más. No me vayas a mentir... ¿Es cierto?

-Sí. -Se pudo sentir por primera vez algo de culpa en su voz, además de la calma tenebrosa-

-Dime ya quien sos, por favor. - Dije apenado, con temblor en la voz-

Me pasé las manos por la cabeza, que ya estaba al nivel de las rodillas y finalmente me desplomé en el respaldero. Vi unas cuantas gotas en el piso era tan extraño todo lo que había pasado y como me sentía que no entendía muy bien como reaccionar. Simplemente no sabía como responder. Si sentía algo era algo parecido a esa voz y a todo ese tormento de estar sin nada por dentro. Trataba de sopesar la circunstancia, buscaba no exagerar la situación pero francamente me era imposible. Era devastadora la sensación y mientras más pensaba en ello era peor. Esperó unos segundos, cuando finalmente rompí en llanto y me cubro el rostro con las manos, que estaban nuevamente apoyados en mis muslos ella me respondió. Me lo aclaró con su típica calma, casi hasta diría con dulzura, pero macabra y esotérica por como se sentía. Por alguna razón, quería escucharla. Necesitaba sentir que al menos había alguien para mi en ese momento.

-Soy Soledad. - Dijo finalmente, sin inmutar su tono- Y lo siento, de verdad.

-¿Eres quién yo creo? - Respondí aún más desesperanzado al escuchar su nombre y pensar en una terrible coincidencia-

-Vos no sabes quien soy todavía, Mate. Aún nos falta tanto por vivir.

-¿De qué puta me estás hablando? - Mezclándose el llanto y el enojo- ¿Quién dijo que quiero estar contigo?

-Pobre. No entendés todavía... Ya aceptaste que estoy aquí y como te dije, cuando aceptan que estoy junto a ellos, soy parte de ellos. Ahora somos vos y yo, nadie más Mate...

- ¡No me digas Mate! -Me puse bruscamente de pie- ¡No me hables como si sabes todo de mi intimidad! ¡Y no creas que vas a aparecer y decirme que solo voy a estar contigo! ¡No lo creo!

-Entonces Mateo... ¿Qué es cierto? - La paz era imperturbable-

Y así como se despertó mi enojo, se despertó de nuevo el miedo. No sabía que decir. Estaba con la respiración agitada tratando de contener las lágrimas pero luego de unos segundos, ya fue en vano. Me tiré sin más en el sofá nuevamente pero me acosté esta vez, dejando mi cabeza en uno de los posabrazos . Llevé las manos a la cara como hace rato pero solo como reflejo. No había forma de retenerlo.

¿Qué no es cierto? - volvió la pacífica voz a preguntar-

Ya no contesté. La amargura, la desesperación, el miedo, todo me había vencido ya en ese momento y solo cedí ante ellos, para ver si podía calmarme un poco más. No recuerdo que hice después de tirarme allí para lamentarme. Creo que después de unos minutos de desahogo finalmente logré descansar, lo más probable es que este carrusel me agotó y me había quedado dormido.

Dejame solo,  Soledad. जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें