Capitulo 11: Mi tonta y linda princesa

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03 días para volver a Venezuela.

Allison Abreu

Haber encontrado a Brian me ayudo a ordenar muchas cosas en mi interior, esas que ignoraba por no tener el coraje suficiente para enfrentarlas.

Este chico llego a mi vida alborotando todo a su paso, sin siquiera darse cuenta de los estragos que su presencia causa en mi vida. Le agradezco tanto.

Me saco de mis días cotidianos trayendo consigo un cariño aun prematuro, pero que ahora tras decidir reconstruir mis partes rotas, podre darle tiempo para que nazca adecuadamente.

Y es que ahora teniéndolo frente a mi, devorando sin piedad las papas fritas que la amable mesera de quizá unos 40 años a depositado en la mesa, con una mancha de kétchup en la mejilla y sus dedos llenos de fritura, es la imagen mas tierna que he llegado a ver desde que estoy en Dallas.

Aun no he tocado mis papas solo para poder seguir admirando a este hombre en todo su esplendor, debo decir que me sorprende la capacidad que tiene de comerse cinco papas fritas de un solo bocado. Menos mal en el colegio enseñan primeros auxilios, no creo que tarde mucho en ahogarse.

Ahora ataca su bebida con un largo trago y una mirada de alivio, como dije, faltaba muy poco para ahogarse. Me mira sonriente (cabe destacar que sigue teniendo la mancha de kétchup), luego baja la vista a mis intactas papas.

—¿Por qué no comes princesa?

—Estaba entretenida viendo como atacabas sin remordimiento a esas pobres papas— reí —una imagen digna de recordar.

Sus mejillas adquieren un sutil rojo, me encanta.

Tomo una papa y la acerco a su rostro, él me mira extrañado yo solo sonrío, la estampó sobre la macha de kétchup y se la muestro, empieza a reírse mientras cómo el ahora blando palito amarillo. Termino de limpiar la salsa restante con una servilleta y deposito un beso en su ahora limpia mejilla.

Brian McCoy

Admito haberme emocionado demasiado con las papas, pero en mi defensa son muy deliciosas y seria una ofensa no comerlas como loco.
No es la mejor excusa que he ingeniado pero eso no significa que deje de ser cierto.

Tomo el plato de papas de Allison, ella me mira atenta, creo que piensa que también comeré las suyas, mi tonta y linda princesa.

—Vamos princesa, abre grande- le digo mientras unto de salsa una papa y la acerco a su boca. Ella obedece y poco tiempo después ya se la a comido.

—Dime tu secreto— la miro extrañado —¿Como comes cinco papas a la vez sin morir en el intento?

Ahora si, esta chica es todo incluido; tímida, audaz callada, habladora, seria, divertida. Todas las facetas disponibles para el ambiente ideal en el momento correcto.

—Con que quieres saberlo— levanto una ceja —ya lo descubrirás— le respondo mientras tomo cinco papas, la unto de kétchup y la dirijo a su boca —todo es cuestión de práctica, cariño.

Me me mira con gesto de ni-creas-que-lo-haré y suelta una carcajada, en la cual aprovecho y deslizo las papas dentro de su boca... Para en seco con sus ahora abultadas mejillas y ojos grandes, esta no se la esperaba.

Empiezo a reír y ella me lanza una mirada acusadora mientras intenta ingerir todo, al hacerlo toma un sorbo de su bebida.

—Pude haber muerto, ¿sabes?

—No lo hubiera permitido, cariño— respondo uniendo nuestros labios

Para cuando decidimos volver los últimos y débiles rayos del sol alumbran en el horizonte, Allison juega con el pequeño osito que le he regalado cuando se ha quedado viéndolo por un tiempo frente a una vitrina, me a tomado tiempo hacer que lo acepte, es tan testaruda.

Sonrió ante aquel reciente recuerdo.

Al llegar al edificio de Allison la noto nerviosa pero no se lo digo, no quiero empeorar su estado. Estando frente a la puerta ella sujeta al oso sobre su pecho y me mira.

—Señor osito me a dicho que quiere que te quedes— dice extendiendo al peluche frente a mi cara —Ya le he mencionado que no pero no deja de insistir, mejor se lo dices tu.

Su repentina actitud de niña pequeña me encanta, supongo que esta es la mejor manera que a encontrado para pedirme aquello.

—Mira señor osito, tu mamá tiene razón, yo no puedo quedarme— baja al oso y me mira triste —no puedo sin antes recibir una invitación por parte de ella.

Sus mejillas se encuentran de un adorable rosa oscuro.

—Brian McCoy, ¿podría usted quedarse esta noche? y acompañarme a mi y al señor oso— levanta de nuevo al peluche.

—Sera todo un placer— respondo dándole un beso, con señor osito en medio de nuestros cuerpos.

Tras subir al ultimo piso entramos a su departamento, Allison se va a dar una ducha y sale con una pijama de osos, creo que ya descubrí uno de sus intereses. Se acerca a mi con una short y una musculosa.

—Si quieres puedes bañarte y colocarte esto, se lo quite hace unos años a mis primos, son muy cómodos— encoge los hombros.

Instantáneamente aparece en mi mente una imagen suya con aquella ropa puesta, sonrió instintivamente, no podría ser mas dulce.

Luego de ducharme y colocarme la ropa que me a dado Alli salgo en su busca, se encuentra en la cocina tomando jugo de naranja, me ofrece un vaso y lo tomo mientras ella vierte el liquido.

—Tengo algo importante que contarte— su voz es serena y su cara neutral. No logro descubrir si es algo bueno o malo, pero me quedo con la primera opción.

—Claro princesa, dime.

—En tres días me voy a Venezuela— al ver mi gesto de perplejidad, añade —Solo sera el fin de semana, no te preocupes. Es sólo que tengo algunos asuntos pendientes allá que me gustaría revólver lo mas rápido posible y se que te estarás preguntando que es, pero es una larga historia y sera mejor que la dejemos para mañana, ¿si? Te dije esto ahora porque quería que fueras el primero en saberlo.

—Tranquila cariño, sera cuando quieras.

Se para de puntillas y deposita un cálido beso en mis labios, toma mi mano y me dirige hacia la habitación. Nos acostamos uno frente al otro, su cabeza sobre mi pecho y nuestras piernas entrelazadas.

Me intriga saber el motivo de su partida, no puedo negarlo. Pero a de ser algo muy importante y me hace feliz saber que me incluye en esta parte de su vida.

Al percartame que esta dormida susurro —Mi tonta y linda princesa— y dejo que el sueño se apodere de mi cuerpo.

Crónicas de una chica simpleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora