«ESE INUSUAL EFECTO SECUNDARIO»

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  Él la observó dormir. No hizo ruido, no hizo ningún movimiento brusco. Su demonio se había quedado profundamente luego de haberle estado cantando por horas. Se sacudía, gemía, pataleaba. Pero él no era capaz de soltarla. Al contrario. Siempre que parecía agitada, Justin le acariciaba el pelo con ternura y volvía a cantarle, una y otra vez, hasta que volvía a dormirse.

Cuando la puerta se abre, él procura que su demonio no despierte.
—Hola —dice Olivia bajito.
Ella entra, y la siguen sus otras diez hermanas. Justin sonríe.
—Debe ser un lío para ustedes lo del límite de visitantes.
Las chicas sueltan una muy suave carcajada.
— ¿Cómo está? —pregunta Olivia.
—Dormida —contesta Justin—. Se despierta de vez en cuando, pero luego vuelve a quedarse dormida.
Olivia se cruza de brazos.
—Les dije que era buena idea.
El resto de sus hermanas le sacan la lengua, haciendo sonreír a Justin. Escuchan un gimoteo y el bulto de su demonio moviéndose en la cama, acomodándose contra él, cada vez más sobre su cuerpo. Aunque tiene los ojos cerrados, la boca de su demonio encuentra la suya sin problemas. Justin abre los ojos todo lo que puede, incapaz de decidir si estaba bien corresponderle cuando sus hermanas estaban observándolos o detenerla.
Optó por la segunda.
—Sh —musita mientras le acaricia el pelo—. If I could take away the pain and put a smile on your face baby I would, baby I would.
La chica se acurruca de nuevo en sus brazos hasta volver a quedarse dormida.
—Eso fue incómodo —musitó Verónica.
—Eso pasa cuando faltas a tu palabra —gruñe Olivia.
— ¿De qué hablas? —pregunta Justin.
—Cuando hicimos el trato, éste no incluía nada relacionado a besos.
—Estaban en las letras pequeñas.
—No dejé nada en las letras pequeñas.
—Bueno, son cosas que pasan. Ahora mismo yo no la besé, lo hizo ella.
—Pero tú fuiste el primero.
—Ya cállense ustedes dos —musita Elizabeth—. La van a despertar.
Su demonio vuelve a agitarse en la cama. Le pasa la mano por la cintura y se abraza a él con fuerza. Justin ya no tiene como moverse. Lo tiene inmovilizado.
— ¿Ves? —Olivia suelta un gruñido—. Ya solo le falta que se quite la ropa.
Él sonríe.
— ¡Justin! —chillan las once.
La chica vuelve a agitarse en la cama, ésta vez abriendo los ojos.
— ¿Qué pasa? —inquiere con la voz melosa.
Sus hermanas solo miran a Justin, así que ella entorna sus ojos hacia él. Oh. Aparta sus brazos de él.
—Lo siento —musita tierna.
Él le sonríe, acomodándose mejor en la cama.
— ¿Has dormido bien? —pregunta Olivia.
La chica se frota los ojos.
—Eso creo ¿Qué hora es?
—Son casi las ocho de la noche.
— ¿Ya nos podemos ir a casa?
Las once hermanas se observan entre sí. La puerta de la habitación se abre y sus padres entran junto a su psiquiatra.
—Hola, _________ —él se acerca—. ¿Cómo te sientes?
La chica se hace pequeña en la cama. No le gustan los doctores, ni los hospitales.
—Bien.
—Te han traído de nuevo con una recaída —revisa el contenido de su carpeta—. Tu padre me ha pedido que llene el papeleo para internarte.
La chica se agita en la cama.
—No, no quiero —se le humedecen los ojos—. Por favor.
Él asiente.
—Les comuniqué sobre un medicamento que tal vez pueda ayudarte. Es la última alternativa fuera de esta institución que puedo ofrecerte —introduce una mano en su bolsillo, sacando de él un paquete de pastillas—. Son unos antidepresivos altamente recomendados llamado clomipramina. Es importante que no lo tomes si estás embarazada.
La chica se cubre con las sábanas hasta la nariz.
—No lo estoy.
Sus once hermanas sueltan una carcajada. Beaumont no luce igual de feliz.
—Hay que recalcar que eso no es motivo de bromas —gruñe.
Las mejillas de la chica se tornan rojos.
—Necesito dejarte veinticuatro horas bajo observación para saber qué tal funciona contigo. Advierto que provoca sueño.
— ¿Tiene efectos secundarios?
—Sí, pero son poco probables.
—Quiero oír cuales son.
—Éste en particular provoca orgasmos.
Justin abre los ojos tanto como puede. La chica termina cubriéndose por completo con la sábana.
—El 5% de los pacientes sufren este "efecto secundario" —continúa el psiquiatra—. Los efectos secundarios normales son náuseas, aumento de las palpitaciones cardiacas o apariciones repentinas de pensamientos suicidas.
— ¿Aún así piensa que es lo mejor para mi hija? —gruñe Beaumont.
—Los efectos secundarios con este medicamento rara vez aparecen. Si este medicamento no la ayuda, entonces yo le recomiendo que iniciemos con el papeleo para internarla.
La chica se aparta la sábana del rostro de golpe.
—No me quiero internar —chilla.
Su padre se agita el pelo.
—No lo sé. Esos efectos secundarios suenan peligrosos.
—Es lo mejor que puedo ofrecerle.
Beaumont permanece en silencio por unos cuantos minutos.
—Está bien. De todos modos ya nos estamos quedando sin opciones.
El doctor saca una de las pastillas del paquete y se la extiende a la chica. Toma uno de los vasos que están colocados junto a la cama, le vierte agua en el interior y se lo entrega.
—Te la debes tomar una vez al día. No dos, no tres. Una.
La chica asiente, aceptándole la pastilla y el vaso con agua. Pone la pastilla en su lengua y se la traga. Justin le sostiene el vaso casi vacío.
—Les tengo que pedir que se marchen. Ya son las ocho. No hay más visitas.
—Pero alguien puede quedarse, ¿no? —pregunta Beaumont.
—Desde luego.
Justin sonríe.
—Yo lo haré.
Beaumont agita la cabeza.
—De ninguna manera.
—Acéptelo. Le hace bien a su hija tenerme cerca. No pienso hacer nada. Solo le haré compañía.
Beaumont observa a Olivia, quien asiente.
—Sólo será por esta noche.
Justin le sonríe.
—Una.
Las once hermanas se acercan a ella para despedirse, luego su madre, luego su padre. Una oleada de tristeza invadió a la chica cuando vio a su familia marcharse. Justin se levanta de la cama para estirarse.
— ¿Quieres hacer algo antes de dormir? —le dice mientras le sonríe.
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La chica no duró demasiado despierta. Antes de llegar a la mitad de la película, ella ya había cerrado los ojos. Justin se levantó de la cama y caminó hasta el televisor para apagarlo. La escuchó bostezar. Su demonio estaba agotada y, para ser honestos, él también. La habitación se quedó a oscuras. Antes de acercarse a su cama, Justin escuchó un gemido.
— ¿__________?
Ella vuelve a gemir.
— ¿Estás bien?
—No sé —ve la sombra de su cuerpo agitarse levemente sobre la cama—. Es...oh...
Justin se acerca a la cama.
— ¿Te duele algo? ¿Te ha caído mal la pastilla?
—Es una...una cosa...Nunca antes la había sentido.
Él sabe que está junto a la cama cuando golpea el colchón con la rodilla.
— ¿Quieres que llame a alguien?
Justin permanece inmóvil cuando su mano le recorre el pecho.
— ¿Recuerdas lo que el psiquiatra dijo?
—Eh...Dijo muchas cosas.
—Los efectos secundarios.
—Náuseas, aumento de las palpitaciones cardiacas o y algo de pensamientos suicidas.
La chica suelta otro gemido.
—El otro efecto secundario.
Oh...
— ¿Estás...?
Él la vuelve a escuchar gemir. Sus pequeños dedos tiran de su camisa con urgencia mientras su cuerpo se sacude una y otra vez por la inclemencia del orgasmo. Lo único que puede oír es lo pesado de su respiración.
—Normalmente cuando las chicas se corren es porque yo he participado en el proceso —se burla.
Observa entre las sombras a la chica cubrirse el rostro con ambas manos.
—El doctor dijo que era un 5% de la población —gimotea—. ¿Por qué yo tenía que ser parte en ese porcentaje?
Justin suelta una carcajada.
— ¿Quieres que llame a alguien?
— ¡No! —la chica busca los ojos de Justin en la oscuridad—. No le digas a nadie. Me da vergüenza.
— ¿Te da vergüenza decirle al doctor sobre ese inusual efecto secundario incluso cuando acabas de correrte estando yo presente?
La chica gimotea.
—Bien, bien. No diré nada —sonríe—. Tal vez podamos sacar ventaja de esto.

Tenia Que Ser Una De Las Doce [Justin Bieber&Tn]Where stories live. Discover now