—Hola cosita. —Ponía esa voz aguda para hablarle, y la pequeña comenzaba a sonreír al escuchar la voz de su madre. —¿Te gusta estar con mami? ¿Sí? —La risa contagiosa de Lucy chocaba contra mi pecho, y sacaba la manita para coger a Camila, pero esta dio un beso en la palma de su mano.

—Madre mía con Karla. —Carraspeé incorporándome para dejar a Lucy en la sillita, entre las dos hamacas.

—¿Qué pasa conmigo? —Camila frunció el ceño metiendo la sillita de Lucy un poco más hacia la sombra, cogiendo el bote de crema para echárselo por los brazos.

—Venga ya... —Solté una risa mirándola, con el pelo mojado, ondulado cayendo a un lado de sus hombros.

—Mmh, no sé de qué hablas. El caso es... ¿Estará Maia bien? Es decir por tus padres... —Cogió el móvil con un pequeño suspiro, tumbándose mientras miraba a Lucy. Podía hacerlo todo a la vez, era alucinante. A mí aún me costaba llevar de la mano a Maia y a Lucy en brazos.

—Claro que están bien, Camila. —De todas formas, ella llamó.

—Clara, soy Camila. —Soltó una risa por algo que le diría mi madre, y ella se metió un mechón de pelo tras la oreja, dándole a Lucy un juguete de goma relleno de gel para que pudiese morderlo con facilidad. —Todo bien, ¿no? No, no es que me da miedo que os de mucho trabajo. —Me levanté de la hamaca recogiéndome el pelo con una gomilla, moviendo el cuello de un lado a otro para crujirlo. —Vale... Hasta mañana. —No llegó a colgar, me miró con el ceño fruncido cuando ya sonaba su móvil.

—¿Quién es? —Pregunté ladeando la cabeza.

—No lo sé, no conozco el número. —Aun así descolgó, llevándose el móvil a la oreja mirándome con las cejas gachas y algo desconcertada. —¿Sí? Ajá... Sí, soy yo. —Hizo una mueca de no saber nada. —Oh, vaya. Ahá... ¿Conmigo? —Se señaló a ella misma levantando la mirada hacia mí. —Pero... Es decir, yo no sé mucho sobre eso. Está bien, sí... Tendría que hablarlo de todas formas, muchas gracias. —Colgó y se quedó mirando el móvil, luego me miró fijamente a mí.

—¿Qué pasa? —Dije algo asustada abriendo los ojos, tomando una bocanada de aire. Las malas noticias llegaban de sopetón.

—Me han ofrecido hacer una portada de GQ... Contigo. —Me agaché abriendo más los ojos soltando una risa, tumbándome en su hamaca ya que ella estaba sentada al filo.

—¡Sí! Te lo dije. Eres una modelo. Eres modelo. —Pasé la mano por su espalda y ella se tumbó contra mi pecho, dándome un golpe en el abdomen. —¡Ah!

—No soy modelo. No sé posar ni esas cosas que tú haces. —Me incorporé de lado con un brazo apoyado en la hamaca casi ofendida.

—Pero si andas como una modelo, te colocas el pelo como una modelo, madre mía. Y yo cuando me tumbo soy... Soy como mi padre.

—Tus portadas en las revistas no dicen lo mismo. —Entreabrí los labios y cerré los ojos. Golpe bajo. —Quiero hacerlo, pero me da miedo porque no sé cómo posar.

—¿Confías en mí?

—Claro que confío en ti.

Cogí su muslo y lo levanté un poco, acariciando la parte trasera, su miel húmeda y casi pegajosa por el agua se hundía bajo mis dedos. Me eché el pelo a un lado con la mano, para que cayese así algo más ondulado. Miré sus labios y noté que ella miraba los míos, subiendo sus manos por mis brazos y alzando su boca hasta llegar a la mía con los labios entreabiertos. Iba a besarme, pero me separé.

—Ahora estás posando. —Se separó de golpe de mí con las mejillas totalmente sonrojadas, tapándome la boca con la mano para que no hablase, pero me retiré a tiempo. —Sólo tienes que mirarme así, y dejarte llevar.

a coat in the winter; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora