Capítulo veinticuatro: Mal parido.

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– Menos mal que no era tu pololo - Bufó el Jaime sentado a un lado del pasillo por donde estaba caminando.

– Bueno, creo que ahora sí – Me senté a su lado para prender el pito que tenía hace rato en la mano.

– ¿Y, se puede saber por qué? – Bufó nuevamente mirando al patio.

– No es obvio – Sonreí al ver lo molesto que se encontraba.

– No, a ti no te gusta él – Rezongó para mirarme – A ti te gustó yo.

– Espera vieja, ¿de verdad tengo que bajarte de la nube? – Su semblante enfadado apareció.

Se levantó y me tendió la mano para que me levantara, la acepté un tanto asustado sin saber muy bien que pretendía hacer. Caminamos hasta el segundo piso de la casa, una casa enorme y nos metimos en un dormitorio.

– Quieres que pruebe lo mucho que te gusto – Se acercó a mí a paso lento – Sé que te vuelvo loco perra y podría hacerte mío hoy mismo.

– Tú estás enfermo – No alcancé a dar dos pasos a la puerta cuando me tiró con fuerza contra la pared, la música sonaba fuerte de fondo.

– Solo soy realista – Su rostro tan cerca del mío comenzó a ponerme nervioso – Se una buena perra y pórtate bien.

– Vete a la mierda Jaime – Lo empujé con brusquedad para lograr zafarme – Sabes algo – Comencé a caminar hacia él – Me encanta que me dominen – Susurré en su oído – Pero con algo de ternura – Le guiñé un ojo para comenzar a salir de la habitación.

– Pero si eres una perra en celo, te has acostado con cuanto weón se te ponga enfrente ¿con qué cara pides ternura? – Bufó acercándose.

– ¿Te molesta qué tenga sexo con quién se me caliente el orto o que aún no lo haga contigo? – Me giré para quedar frente a él con lo mucho que se había acercado.

– Ya te lo dije, yo puedo hacerte mi hermosa perra cuando quiera – Tomó mi cintura con brusquedad.

– No cariño, yo ya tengo mi dueño – Le guiñé un ojo para abrir la puerta de la habitación – Y ten muy en claro que como buena niña le contaré cualquier cosa que juegue en mi contra – Me acerqué a él – Es mejor cuando el juego es mutuo – Susurré en su oído y me retiré del cuarto cerrando la puerta tras de mi. Bajé con rapidez la escalera y me encontré con el Bestia apoyado en la pared junto al baño.

– ¿Y tú? – Lo abracé por la cintura.

– Estoy que me hago – Hizo un puchero que me volvió loco – ¿Y tú dónde andabas?.

– Paseando – Besé sus labios para sacar el pito que aún no prendía.

Me apoyé a su lado en la pared cuando se abrió la puerta, entró al baño mientras daba la primera calada y veía como el Jaime bajaba tranquilamente la escalera sin quitarme la vista de encima, le tiré un beso a lo lejos y alzó una ceja, se apoyó en la pared frente a mi a unos metros de distancia sin quitarme su vista de encima, di la segunda calada cuando el Bestia salía del baño y vi el semblante del chico de la sonrisa cambiaba de inmediato, serio y con el ceño fruncido, el Bestia besó mi mejilla y me tomó la mano para ir al patio, me giré antes de salir para sonreír con ganas al ver su rostro de enfado aún mirándome.

– Yelo weón suéltame – El Yelo parecía un koala sobre el Bestia.

Por mi parte sentado en el piso había sacado mi billetera para sacar a mi mujer, el carrete estaba con la música a todo volumen cuando encontré el cuadrado de LSD, le hice una seña al Bestia para que se acercará y se le unió el yelo.

Hasta que mi cuerpo aguante [Historia Gay] (GOTH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora