Capítulo dieciocho: Psilocybe Cubensis

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– ¡Vamos po' Bestia! – Insistí mientras el weón lavaba la loza – Ya po', quiero salir y no puedes decirle que no al Yelo .

– No, no puedes decirme que no – Gritó el rubio desde el comedor mientras se comía la ensalada que había quedado del almuerzo – Va a estar bueno weón y si no, nos devolvemos.

– Hagamos algo, vayan ustedes y mañana me cuentan que tal – El Bestia quien ensimismado por no ir ya se estaba enfadando.

– Pero weón – Bufé a su lado.

– No quiero ir Nico no tengo ganas pero, anda tú y pásala bien – Me sonrió mientras guardaba lo último que quedaba en la cocina.

– Ya ¿vámonos entonces? – Preguntó yelo haciendo sonar las llaves de su deportivo. Fui a mi dormitorio a tomar la billetera, aproveché de sacar del cajón la bolsita de coca y el condón que el Bestia me había dado hace un tiempo y que con lo estúpido que soy no use, al salir fijé mi vista en el mueble y vi mi celular, en un impulso decidí llevarlo.

– ¿Seguro que estás bien? – Pregunté desde la puerta de su habitación

– Seguro, sólo ando con flojera – Se acercó a mí para tomarme por la cintura – Cuídate como siempre – Me dio un corto beso el cual respondí con ganas, me quitó el celular y guardo su número – Si al yelo se le ocurre dejarte tirado, llámame porfa.

– Bueno y siempre me porto bien – Si claro.

Salimos de casa a eso de las diez de la noche, el carrete era en la casa de uno de los tantos tipos que vi en las rocas, la droga pasaba de mano en mano como si de un dulce se tratara y nos fuimos a un rincón con el Yelo donde había un grupo de siete u ocho personas, entre ellas estaba el Edgar con su polola, los otros no los conocía. Nos quedamos hablando un rato, me habían ofrecido unas cervezas así que como no solía tomar mucho ya con la tercera me sentía algo mareado, había perdido de vista hace rato al yelo, pero la polola del Edgar me tenía bastante aburrido, no paraba de hablar y me volvía loco. Decidí ir en busca del rubio, así que me despedí del Edgar en caso de no volver a verlo, caminé entre la gente unos minutos hasta adentrarme en la casa, todo estaba apagado, no había luz alguna alumbrando y bajé mi paso en busca de una mesa para poder armar una línea pero, el yelo me tomó de la mano para que nos adentráramos en un pasillo.

– Me regalaron estos – Abrió su mano para mostrar tres hongos – Dicen que son mejor que el LSD.

– Algunos hongos son venenosos yelo – Tomé uno que tenía en la mano para verlo más de cerca ya que con la poca luz sólo podía ver la silueta.

– Estos no, son hongos alucinógenos – Sonrió para partir uno por la mitad y ponerlo en su lengua – Saca la lengua – Dijo antes.

– ¿Estás seguro de esto? – Por mi lado estaba dudoso de lo que hacíamos, bastante para ser sincero.

– Sí, si todos los están comiendo – Abrí la boca y saqué la lengua.

Sentí el leve peso en ella y comencé a masticar, el sabor era desagradable, realmente daban arcadas, trague la mitad del hongo dispuesto a no aceptar ni uno más

– Dale weón si tiene que ser uno y medio – Insistió el rubio, decidí tragar las otras mitades, masticando lo justo y necesario de una forma rápida.

– Weón son asquerosos – Repetía cada ves que lograba tragar uno – Si no hacen algo bueno es que no los como nunca más.

– Probé cosas peores – Mi compañero aún tenía una mueca de asco.

Hasta que mi cuerpo aguante [Historia Gay] (GOTH)Where stories live. Discover now