Capítulo veintidós: Oscar.

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– ¿Edgar? – La voz chillona de la polola del ruliento sonaba fuerte tras la puerta – Amor ábreme la puerta – Reclamaba cuando me di vuelta en la cama y puse la almohada sobre mi cabeza, tenía una caña digna de satanás y una sed impresionante.

– Ya voy – El Edgar de forma floja se acomodó en la cama, depositó un suave beso en mi hombro y se levantó – Te dije que no vinieras temprano amor.

– Edgar son las tres de la tarde – Bufó cuando el ruliento le abría la puerta.

– ¿De verdad? Nos quedamos jugando hasta tarde ayer con el Nico - Sí, jugando.

Quería bañarme, sacar el olor impregnado a sexo y látex que sentía en todo mi cuerpo.

– ¿Está durmiendo aún? – Bajó la voz la chica.

Decidí que tenía que saludar pero, no tenía gana alguna de hablar con la tipa así que me hice el weón.

– Sí, es que de verdad nos acostamos tarde jugando – Edgar hablaba calmado.

– Y estuvieron tomando – Bufó nuevamente la chiquilla.

– Obvio, si tenía que aprovechar que estoy en mi casa – Se escuchó la puerta al cerrar.

– ¿Te acostaste con él? – Tartamudeo.

– ¿De qué estás hablando amor? Dormimos en la misma cama no más, no sea tontita vida.

Fue lo último que escuché antes de que se alejaran, quizás a la cocina por algo de comer; sí, tenía hambre; me di vuelta en la cama buscando mi celular que suponía había dejado sobre el velador y llame al Bestia, le pedí si me podía ir a buscar a lo que aceptó con la condición de que lo acompañara al supermercado después, le dije que sí pensando que aún me quedaba coca para jalar pero, teníamos que pasar antes a la casa para bañarme y cambiarme de ropa, aceptó y cortamos.

Me senté en la cama con la única luz de la lámpara del velador y miré el espejo que se encontraba a un lado de la cama, espejo que había visto una noche alocadamente infiel, un espejo que quizá guardaba los secretos más oscuros del ruliento, ¿con cuántos más habrá sido infiel?.

Me sentí poco importante en ese momento, me había acostado con cuatro personas desde que había llegado a Bahía inglesa pero, ni una de ellas me consideraba para algo más, tampoco quería estar soltero por el resto de mi vida, en realidad me encantaría tener una relación seria con alguien, para ser fiel y hacer ataques de celos repentinos cuando alguien osaba mirar a mi acompañante con ojos de deseo, en fin las tonteras que hacen las parejas.

Me recosté en la cama nuevamente, con una mano recorría mi abdomen desnudo y con la otra la suave tela de la cama, me daba vergüenza levantarme, toparme con la chica y no saber que decir, mandarme una caga de aquellas que sólo me podían salir a mí y joder todo.

– Nico – Se abrió la puerta repentinamente – El Bestia te está esperando en el auto – Soltó el Edgar con el ceño fruncido – Yo podría haberte ido a dejar, no tenía problema – Su mano se posó en mi cintura de una forma cuidadosa y mi corazón latió con fuerza. Negué con la cabeza a punto de hablar cuando se abrió la puerta y nos separamos al instante.

– Amor tanto que te demoras – La chica había entrado sin percatarse de nuestra cercanía, me levanté de golpe y tomé mi ropa que estaba en el escritorio, me puse la polera y las zapatillas a la rápida, el resto de cosas las puse entremedio.

– ¿Me puedo llevar el pijama? – El Edgar asintió en silencio.

Me despedí de la chica y de él, caminé por el pasillo tambaleando con un dolor de cabeza que cada vez aumentaba más y me subí al auto donde se encontraba el Bestia escuchando música

Hasta que mi cuerpo aguante [Historia Gay] (GOTH)Where stories live. Discover now