Capítulo diez: Speedball.

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Nos sentamos en la toalla y sacó de su mochila una carpeta. Pero entre batallar con el viento que se la llevaba e irnos a jalar al auto preferimos la segunda, dejamos la toalla en la arena y subimos al auto, al llegar el Yelo sacó ambas bolsitas, armó dos líneas de coca, sacó con un trozo de papel una cantidad mínima de heroína y la espolvoreo sobre las líneas, la cantidad era casi invisible al lado de la otra, armó dos bombillas con un trozo de papel de un cuaderno y me entregó una.

– Usted parte – Me guiñó el ojo mientras me acercaba la carpeta.

Puse la bombilla en mi nariz y aspiré, el choque fue inmediato, aumentando al doble el fuerte dolor de cabeza que daba y mi nariz comenzó a sangrar, el yelo me paso un paño mientras sonreía con malicia, ya había jalado su parte sin que yo me diera cuenta y volvía a guardar las bolsitas en la mochila junto a la carpeta, todo con sumo cuidado cerrando las bolsas de una manera sumamente delicada, sacó las llaves del auto de su bolsillo y las puso bajo la radio

– Dejaré el auto abierto para no perder las llaves – La hemorragia nasal no quería detenerse – Bajemos para que respires aire fresco.

Bajamos del auto y me acerqué sin zapatos a la orilla de la playa; había dejado mis zapatos en el auto; sentí sus manos rodeando mi cintura y un beso en el cuello bajo mi oído izquierdo, se puso delante de mí y me quitó el trapo que tenía en la nariz.

– ¿Se ve mal? – Susurré.

– No, es normal que pase por eso siempre guardó paños en el auto.

Mojó el paño con el agua que llegaba a nuestros pies y lo paso por mi nariz limpiando todos los rastros de sangre que habían quedado, tiró el paño en la arena cerca de la toalla y comenzó a caminar hacia unas dunas cercanas, lo seguí mientras sentía unas ganas enormes de meterme al mar, justo a donde reventaban las olas, comencé a correr en su búsqueda pero al darse cuenta como si fuera un juego corrió.

– ¡llegaré antes y tendrás 100 guaguas negras!

– ¡Qué racista Yelo, te mereces un castigo! – Estaba por alcanzarlo cuando comenzó a subir la duna, era rapidísimo y no le costo mucho dejarme atrás – Esto es hermoso – Dije ya arriba mientras miraba todo desde la cima, el paisaje, el mar y en realidad todo era un paisaje digno de fotografiar.

– No tanto como tú – Sentí como mi estómago se apretaba y se me ponía un nudo en la garganta pero, no pude evitar sonreír – ¿Vamos al agua? – Comenzó a bajar sin dejarme contestar.

No tenía traje de baño pero verlo mientras se bañaba tampoco me afectaría para mal, era guapo eso no se podía negar, su rostro delicado era muy atractivo. Lo seguí hasta donde estaba la toalla y comenzó a sacarse la polera, su cuerpo delgado estaba marcado y no podía despegar la vista de sus oblicuos, me quedó mirando mientras alzaba una ceja.

– Eres un pillo – Susurró mientras se acercaba – Y no es justo que sólo uno pueda mirar – Tomó mi polera para sacarla despacio, yo sinceramente no tenía ni un brillo, no estaba marcado ni mucho menos me encontraba lindo – Así esta mejor – Desabrochó mis pantalones para poder sacarlos, sonreí de una forma muy sutil mientras terminaba yo lo que él había comenzado sacándomelos y el comenzaba con los suyos sin despegar su vista de la mía, estábamos ambos en bóxer – No creó que a alguien le moleste que nos bañemos desnudos ¿o sí?.

– Creo que no – Tomó los lados de mi bóxer para bajarlos mientras yo besé su lóbulo derecho lo que provocó que se estremeciera – Te mereces un castigo por racista – Susurré en su oído lo que provocó que pasará de mis bóxer y tomara directo mi trasero con ambas manos.

Hasta que mi cuerpo aguante [Historia Gay] (GOTH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora