-¿Qué hace aquí? - pregunté al verlo de pie frente a mi con su hija de la mano.
-Dejaste esta receta en el parque, me tomé la libertad de pasar a la farmacia y surtirla-
no supe que sentir, mi pecho se llenó de emoción y mi cabeza de vergüenza, no podía verlo a los ojos, pero estaba completamente agradecida.
-y...yo, no podría aceptarlo, es un muy lindo gesto, pero no debió hacerlo- me arrepentí de inmediato al decir esas palabras, pero era lo correcto.
-Lo siento, pero no pude evitar hacerlo, por favor, acepta mi ayuda, hazlo por tu hija-
Lo mire a los ojos por un momento agradeciendo con todas mis fuerzas, extendí mi mano y tomé la bolsa con las medicinas.
-¿Han comido algo?- preguntó con una media sonrisa, notoriamente mas tranquilizado.
-No, pero en un rato mas iremos a casa a comer algo- respondí inmediatamente, consciente de que en casa no había ningún alimento, mi hijo me miró atento diciendo lo mismo con la mirada.
-A parte es la hora de la visita, debo ver a mi hija y llevar las medicinas- me apresuré a decir antes de que propusiera algo.
-Y ¿tu hijo puede pasar? - no me lo había preguntado, pero seguro no se le permite el acceso a los menores. Negué con la mirada baja y aun mas preocupada.
-Pues yo me quedo con el mientras tu pasas a ver a tu hija- no me quedaba de otra, tenía que dejar a mi hijo para entrar a ver a mi hija. Asentí lentamente, le pedí a Marcos que se quedará a jugar con Emma mientras le llevaba las medicinas a su hermana, acepto sin chistar y en silencio. Me dirigí hacía la enfermera para preguntar donde se encontraba mi hija, y fui de inmediato a su encuentro.
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Alexandra
RandomLos cardenales han marcado siempre su cuerpo. Golpeada por la mano que al principio la acariciaba. Sembrando dolor en las pequeñas pupilas de sus hijos, recogiendo el odio a su presencia.