Estaba desesperada, la pequeña niña no paraba de gritarle a su padre y mis hijos me miraban muy asustados, ¿que debía hacer?.
Corrí hacia la avenida con los tres niños, de un momento a otro el dolor disminuyó, quizá los nervios y la desesperación me hicieron olvidarme un poco de las heridas y morados que tapizaban mi cuerpo.
Tomé un taxi enseguida, y le pedí que me llevara a la estación de policía.
-¿donde esta mi papi? ¿a donde lo llevaron?
Preguntó la pequeña de cabello rizado y ojos negros.
-Tu papi estará bien cariño, dime ¿cual es tu nombre?
-Emma- respondió la pequeña mirandome a los ojos muy asustada.
-tranquila Emma, tu papi esta bien, iremos a buscarlo- asintió con la cabeza y se tranquilizó un poco.
Llegamos a la estación y entramos de prisa, empecé a preguntar desesperada, quien mas me preocupaba era el padre de Emma, el era completamente inocente.
Una mujer uniformada me llevó con el jefe de policía pidiendome que dejara los niños a su cargo.
-Señora, supongo que usted es la esposa del agresor- asentí muy avergonzada - Bueno, pues el señor León Ballesteros le ha acusado de agresiones, ha declarado que no hubo un motivo aparente por el cual le halla empezado a agredir, incluso menciono que también le lastimó a usted sin tener motivos-
Negué rápidamente con la cabeza
-Señora,? podría usted quitarse las gafas? -
Volví a negar pero un poco mas nerviosa
-Como testigo necesito que me diga como sucedieron las cosas -
-N... No lo se, cuando me di cuenta ya estaban peleando-
Respondí tartamudeando nerviosa.
-Bien pues, el señor León Ballesteros no permanecerá detenido por ser víctima, el Señor Fernando Rodriguez pasará aquí la noche, y de no pagar la fianza correspondiente tendrá que permanecer un par de semanas mas-
Volví asentir y me dispuse a retirarme.
- Señora, ¿sabe que si es víctima de violencia puede denunciar ahora mismo y se tomaran las medidas correspondientes? -
-No soy víctima de nada, que tenga un buen día-
Salí de la oficina a toda prisa, ¿que haría? No tenia dinero para pagar la fianza, no podía hacer nada por el, y no quería.
Fui en busca de los niños y encontré al hombre con su hija en brazos, me sentía muy avergonzada, su ojo empezaba a ponerse morado, y en la comisura de sus labios había un poco de sangre seca.
-Lo siento mucho- dije entre dientes tome a mis hijos de la mano y me dirigí a la salida.
-Oye, ¡espera! - acelere el paso pero las piernas de mis hijos no daban para más.
-Oye, ¿Que fue eso? -
Seguí andando sin detenerme, mis costillas parecían romperse en cada paso, pero no me detuve. -¿No crees que merezco una explicación? -
Me pare en seco, tenía razón, recibió una paliza injustamente y lo menos que merecía era una disculpa decente.
-Lo siento mucho, le ofrezco mi mas sincera disculpa, él es un poco explosivo y no pensó lo que hacía, le ruego que nos disculpe-
Seguí mi camino con paso firme, como si no tuviera cientos de punzadas por todo mi cuerpo.
-No se trata de eso, si no del porque permites que eso suceda-
No respondí y seguí caminando, el no dejaba de seguirme los pasos, no me quedaba mas dinero para pagar otro taxi, debiamos caminar hasta casa.
-Mami estoy muy cansada- Elisa se detuvo y alzo sus brazos, mi cuerpo no resistía mas peso que el mío, pero me hice fuerte y la tome en brazos soltando un gemido sordo al sentir el dolor aumentar.
Ya en mis brazos seguí caminando con mas dificultad dando tiempo de que el hombre llegara a mi lado y caminara a mi lado con su hija en brazos, en un acertado movimiento Elisa me sacó las gafas, en un intento de recuperarlas cayeron al suelo, el hombre se apresuro a levantarlas y al tendermelas se quedo pasmado al ver mi rostro, me las puse inmediatamente y empecé a caminar de prisa.
-joder, ¿que te ha pasado? -
No respondí y seguí caminando a prisa. El camino parecía cada vez mas largo y mis piernas no daban para mas.
De pronto no sentí mas sus pasos tras de mi, me gire lentamente y en efecto, ya no caminaba tras de mi, giro en una esquina hacía otra dirección, me sentí un poco aliviada y seguí caminando mas lento por varias manzanas hasta llegar a casa.
Encontré solo un pan en la cocina, lo dividí en dos y se los di a comer a mis hijos, pedí a Marcos que cuidara de su hermana, ya no soportaba mas, me tumbe en la cama y caí en un sueño profundo.
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Alexandra
RandomLos cardenales han marcado siempre su cuerpo. Golpeada por la mano que al principio la acariciaba. Sembrando dolor en las pequeñas pupilas de sus hijos, recogiendo el odio a su presencia.