El ruido de la reja llevó mi corazón a la garganta de un violento salto, un par de pequeños rostros me miran aterrados esperando la señal, moví la cabeza asintiendo lentamente, ellos se levantaron a prisa de la mesa para ir al lugar de siempre, ese refugio que Marcos improviso desde muy pequeño: un rincón del armario, donde hay que trepar un par de cajas y volver a bajar para pasar completamente desapercibidos.
La puerta se abrió de golpe y su mirada enfurecida choco contra la mía llena de pánico, las cosas terminarían mal (una vez más).
ESTÁS LEYENDO
Alexandra
RandomLos cardenales han marcado siempre su cuerpo. Golpeada por la mano que al principio la acariciaba. Sembrando dolor en las pequeñas pupilas de sus hijos, recogiendo el odio a su presencia.