Parte 4

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Empecé a forcejear para liberarme de su agarre, pero en ese momento parecía poseído, arañé su mejilla en un vano intento de alejarlo, soltó un grito de rabia que me erizo cada vello de mi cuerpo que se quedó paralizado por un momento para Después seguir luchando por alejar sus asquerosas manos de encima, no dejaba de llenarme todo el cuello de saliva y mordía cada vez más fuerte, las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas y mis puños no dejaban de golpear sus hombros.

-¿Esto es lo que te gusta no, perra?-.

Sus palabras golpeaban mi rostro llenándolo de gotas de saliva que escupía al hablar con los dientes apretados. Lo blanco de sus ojos ahora era rojo por el exceso de alcohol, sus manos subían y bajaban por mis piernas. Las náuseas se apoderaron de mi estómago, sentí su boca chocar contra la mía bruscamente dejando un sabor amargo en mis labios, seguía retorciéndome bajo su cuerpo en el afán de escapar.

-¡Déjame!- repetía una y otra vez con la voz entrecortada. Me arrancó la bata de golpe dejándome en ropa interior, sus manos seguían tocando todo mi cuerpo y yo cada vez tenía menos fuerza para luchar.

Me acerqué hasta sus labios sumisa, y al llegar a ellos mordí con toda la fuerza que me quedaba. Sentí su puño chocar con fuerza contra mi ojo, un dolor agudo me hizo soltar un gemido desgarrador.

-Hija de puta, vuelves hacer eso y te mato- gritó en mi cara mientras se limpiaba la sangre que escurría de su labio, mi ojo punzaba cada vez más fuerte.

Le observé ponerse a horcajadas sobre mí, tape mi rostro y me quede inmóvil. Sollozaba mientras le escuchaba quitarse el cinturón.

-¿Así te gustan las cosas, zorra? -.

El cinturón golpeó con fuerza mi vientre encajando la hebilla en mis costillas.

-¿Así te gusta, perra?- Volvió a azotarme con el cinturón -¡Contéstame!-.

Un golpe, y otro, y no sé cuántos más impactaron contra mi vientre. El dolor era demasiado y el ardor aumentaba

-S... Si- Tartamudeé entre sollozos-.

-Eres una puta-.

Otro golpe más impactó entre mis pechos. Arrancó mi ropa interior bruscamente, pero ya me era imposible sentir más dolor. Sentía el vientre y el pecho adormecidos y mis costillas romper la piel de adentro hacia afuera. Abrió mis piernas y me penetro de golpe, haciéndome soltar un grito de dolor, sus embestidas eran bruscas y torpes, y me lastimaba más con cada una de ellas. Las lágrimas salían una tras otra y no pensaba en otra que cosa que no fueran los niños; seguro escuchaban todo desde su habitación, o quizá se quedaron observando desde el umbral.

Quería matarlo.

Se alejó de mí dejando un último golpe en mi cadera mientras loos gemidos de dolor escapaban de mi garganta. Se tiró a mi lado quedándose dormido inmediatamente. Me abracé las rodillas sintiendo el dolor aún más agudo.

Las lágrimas no dejaban de mojarme el rostro y el respirar se estaba convirtiendo en una pesadilla. Me gire sobre la cama para caer sobre mis rodillas al piso helado y tras ello me arrastré hasta el baño sintiendo mi cuerpo desmoronarse. Al llegar allí abracé el escusado y empecé a vomitar. Mis costillas no resistían más y el vómito no cedía. Mi garganta ardía por el esfuerzo y los gritos. Me dejé caer sobre el piso de la regadera sintiendo morir. El agua empezó a mojar mi cuerpo, las heridas que provocó la hebilla del cinturón empezaron arder al contacto con ella, y ahí empecé a llorar de nuevo.

Llore hasta quedar seca.

Hasta no sentir más dolor.

AlexandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora