Capítulo 24

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Me duele todo el cuerpo. Intento levantarme, pero me es imposible. Sólo puedo mover los dedos de los pies y manos. Parezco una loca moviendolos todos a la vez, rápidamente. Observo cómo los muevo, ya que no puedo hacer otra cosa. 

Grito, por si alguien me escucha. Nada. El silencio reina en mi habitación. Los pájaros cantan afuera, y los rayos del sol entran fuertes por la ventana. Parece que hace mucho calor.  

Por fin alguien abre la puerta, pero no puedo ver quién es. Anda lentamente, como si pensase que estoy dormida.

- ¿Hola?

- ¡Midori! - es Sora, le reconozco por su voz - No sabía que estabas despierta. ¿Qué haces ahí quieta?

- Si pudiese levantarme, lo haría.

Se sienta a mi lado, y me mira de arriba a abajo. Me siento incómoda, por alguna razón. Apoya con cuidado el brazo detrás de mi cuello, y me levanta de manera que quedo sentada, pero sigo sin poder moverme.

- ¿Quieres salir fuera? - pregunta él, interesado.

- Ojalá pudiera.

- Claro que puedes.

Al principio no entiendo porque dice eso, pero lo hago cuando me coge en sus brazos.

- No hace falta, Sora. Peso mucho.

- No pesas nada. - dice él, seguro, y parece que dice la verdad.

Me saca de la habitación, y camina hacia el jardín. Hace un día increíble, no hay ni una nube sobre el cielo. Los ojos de Sora brillan por la luz, hoy están preciosos. Él no parece nada cansado después de haber andado bastante cargándome. 

Me deja sentada, apoyada sobre un árbol. Cierro los ojos, y el viento hace que mi cabello se mueva, haciéndome cosquillas sobre mis mejillas. Sonrío.

- Se está muy bien aquí. - digo, y Sora saca fresas de su mochila.

- ¿Hace cuánto que no comes fresas? - pregunta él.

- Lo mínimo para echar de menos el sabor. - digo, y el suelta una carcajada. - ¿De dónde las has sacado?

- He ido al pueblo. - al ver que le miro mal, añade: -  Me han dado el permiso, claro está. La última vez que comí fresas fue con siete años.

Saca un pequeño cuchillo de su cinturón, y empieza a cortarlos. Me da uno a la boca, y lo saboreo como si no hubiese comido en días. Aunque creo que es así. No recuerdo qué fue la última cosa que comí.

Terminamos con todas en un santiamén. Ojalá las pudiese comer todos los días. Seguro que Sanji tendrá una receta con fresas que estará deliciosa. Tendré que preguntárselo cuando nos volvamos a ver. Aunque ahora no debería de pensar en eso.

El viento vuelve a pegar, pero esta vez más fuerte, y con él trae algunas nubes bien cargadas de agua. Se acerca una tormenta, no hay duda alguna. Intento mover el pie, y lo logro. Aunque sólo sea un poquito.

- Tendremos que irnos ya. - dice Sora, al fijarse bien en el cielo - Creo que se acerca una buena tormenta.

Al verme mover un poco el brazo sonríe, e intenta levantarme. Pero sigo sin poder hacer nada. Maldigo en alto, y Sora vuelve a cogerme en brazos. Esta vez me agarro fuerte a él, ya que vuelve corriendo. Unas gotitas empiezan a caer del cielo, y en un minuto ya está lloviendo fuertemente. Sora corre aún más rápido, y llegamos a mi habitación empapados.

Me sienta sobre la silla, y el suelo se empapa.

- ¿Estás bien? - pregunta, jadeando.

- Sí. - digo, y él se sienta sobre el suelo, frente a mí. - ¿Por qué no puedo moverme?

La inútil del grupo [One Piece fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora