Capítulo 25.

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"Me gustan las personas desesperadas, con mentes rotas y destinos rotos. Están llenos de sorpresas y explosiones. Me encuentro bien entre marginados porque soy uno de ellos"

Y eso es lo que leía cada día cuando estaba boca arriba en la cama , ni más que menos una cita de Charles Bukowsi.

Había escrito frases por toda mi habitación después de un largo episodio en el hospital.

Mamá pensó que lo había escrito con mi sangre y que estaba haciendo un ritual satánico o algo parecido, en realidad sólo metí los dedos en la pintura roja del rancho de papá y escribí lo que me rondaba por la mente.

Eso no me libró de una visita a domicilio de un cura, más que eso creía que debería visitar un psicólogo, incluso un psiquiatra, porque, mi cabeza me empezaba a jugar malas pasadas desde la noticia de la muerte de Zack.

A veces sonaba la puerta y lloraba una hora, creyendo que tal vez eran los ex amigos de Zack que se quedaron en el pueblo y venían a darme una golpiza.

A veces lloraba porque el nudo que apretaba como una corbata en mi garganta no me dejaba comer, respirar o me ahogaba en mis propias lágrimas.

El establo que usaba papá para cultivar comida, (que generalmente nunca daba frutos, ya que, bueno, Seattle no es un lugar dónde se puedan plantar vegetales y vivir de ello, a no ser que sea arroz, debido a la gran cantidad de agua que cae diariamente del cielo) estaba normalmente vacío.

Como mi imaginación, debo decir, ya que estaba hundida hasta el fondo.

Papá no me había dejado ir al funeral, y mamá se empañaba en que diese paseos con ella pero cuando quería ir al cementerio me lo prohibía por mi bien.

Yo quería dejarle a Zack las zapatillas converse bajas azules, porque, al fin y al cabo, ese fue nuestro principio.

Se supone que no es algo que debas dejar encima de una tumba, pero sentía que debía hacerlo.

Así que con un clavo al rojo vivo clavado en el pecho salté por la ventana y caí sobre la fuerte lluvia y el blando césped.

Necesitaba ir al cementerio, no era cuestión de capricho, mi cerebro golpeaba mi corteza cerebral de la necesidad.

Recordé lo que me dijo mamá cuando intenté esto hace una semana: "Valentina Carter Rose te vuelvo a ver bajar por la ventana a estas horas y voy al establo a por el palo del rastrillo y te muelo hasta dejarte en el suelo"

Aparte de ser una adorable mujer de familia con los mejores pasteles del pueblo , era tan dura como el metal y eso había conseguido crear orden en nuestra casa.

De pequeña cuando hacia las cosas mal me llevaba un buen guantazo y se lo agradezco mucho, porque si no alguno de nosotros se hubiese rebelado y hubiese puesto la casa patas arriba.

No hablo de que las cosas se aprendan a bases de golpe, sí hablo de que el golpe crea miedo y el miedo es uno de los pocos sentimientos que no se pueden olvidar, así que, dejé de meter la mano en los bizcochos cuando los sacaba y dejé de pintar las paredes con ceras cuando no me miraba, porque sabía que si lo hacia, mi cara estaría roja por unas horas.

Ella decía que era una buena cristina y que el señor estaría orgulloso de ver a tantos niños con semejantes modeles mientras metía la camisa blanca pulcra por encima de mi falda y a mi hermano le ajustaba los tirantes.

Yo no se lo debatí, porque tampoco tenía algo que decir.

No hubiese saltado la ventana de nuevo si no lo necesitase a tal escala mi cerebro, supongo que por miedo, pero si algo me enseñó mamá es que sólo hay una cosa que recuerdas más que una experiencia en la que has tenido miedo y que puede llegar a ser más fuerte que él ; el amor.

Así que supongo que ahí comenzó mi infierno.

Cuando de nuevo me volvió a pillar yendo de camino hacia el cementerio local. 

Llamó al cura, él esta vez, les recomendó que me metiesen en un centro de rehabilitación mental dirigido por monjas.

La verdad es que mamá no podía permitirse que me metiesen en un psiquiatra...si no era público, claro.

Así que ahora pienso que la que está mal de la cabeza es ella.

Pero de una forma u otra, a la que están sedando mientras da patadas en el aire para meterle en un loquero y atarla a una cama es a mí. 


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A que no os lo esperabais , ¿ah?

Suele pasar, eso de que soy una cabrona y hago que vuestro cerebro se confunda hasta explotar.

Por cierto, mañana me voy de viaje y probablemente vuelva el lunes.

Mi abuela sigue enferma, gracias por haber preguntado.

¿Les quiero?

...Hmmm, sí y mucho.

Con cariño,

Nina. 

Zack, ¿Tú me quieres? حيث تعيش القصص. اكتشف الآن