Capítulo 36. El idiota ayudó a salvarme.

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Volví a salir de la enfermería y todo iba normal, o al menos eso creo, me mezclaba entre los demás campistas como si nada hubiese pasado. No hizo falta amenazar a los chicos de la enfermería para que no corriera el chisme de que lloré y grité, ellos... Simplemente no tocaron el tema. No sé si porque no querían que me sintiera incómoda o porque temían que los vuelva semidioses fritos al enojarme.

Aika pasó esos dos días con delirios por el veneno, eso explicaba que haya sido tan valiente al enfrentar a Lloyd. Una vez el antídoto liberó a su cuerpo de todo riesgo y ambas fuimos a cenar en la misma mesa que Lloyd ella palideció tanto que parecía fantasma. Él, bueno, él simplemente hacía como si no existiéramos la mayoría del tiempo. Salvo cuando quería usar el baño y golpeaba la puerta quejándose de que ya debíamos salir... Yo llevaba apenas dos minutos dentro la última vez. La verdad creo que conmigo sólo lo hace por molestarme de forma suave.

Attis y Daniel se volvieron más cercanos a mí. Son como la mezcla de mi hermano mayor, Nico. El primero tiene lo molesto y el segundo tiene esa diminuta parte que soporto de mi hermano. Están los señores Jackson... ya comienza a ser raro decirles así, me estoy planteando la idea de llamarlos tíos de una buena vez y dejar de ser tan bruja en el mal sentido. Bueno, ellos siguen siendo agradables y voy tomando más confianza al hablarles... Cabe decir que me reí con un chiste de Percy, eso es mucho.

Leo Valdez me enseña a desarmar y armar diversas cosas cuando voy a pasar tiempo con él. A veces me salto clases de arquería y espada, escapo a su búnker y charlamos mientras me muestra sus "cacharros". Como ahora.

— ¿Qué fue de ella? —le pregunto mientras limpio una cosa rara de metal con un paño, no sé lo que es, pero me dijo que no es peligrosa ni nada.

Hablábamos de su amiga, Piper McLean. Al parecer también fue amiga de mi madre.

—Se fue del campamento hace ya mucho tiempo —responde, él está atornillando una especie de brazo robot—. Primero hablábamos todo el tiempo por mensajes Iris... Pero luego la comunicación se cortó, hace al menos cuatro años que no sé de ella.

Un aire triste le rodea, lo miro con detenimiento.

—Lo último que me dijo era que conoció a un chico genial —baja la voz—. Su nombre era algo cliché de película —añade con cierto humor.

— ¿Jackson? ¿PJ?—alzo una ceja.

—No, Jason —río y él sacude la cabeza—. Y esa es la información que puedo darte.

—Pensé que ibas a decirme lo mucho que la querías —suelto sin poder resistirlo, luego muerdo mis labios al verlo levantar la cabeza con brusquedad.

Me mira ceñudo, como si estuviese molesto por lo que dije. Abre la boca varias veces, más no tiene una forma de decir que es mentira. Al final sus hombros caen y se saca las gafas extrañas de la cabeza para poder pasar la mano por sus rulos.

—Pues sí, llegué a quererle mucho —admite avergonzado—. Pero ella quería irse al mundo real... Y yo no me veía futuro allí. Siquiera aquí tengo un lindo futuro —alza las manos y señala todo el búnker—. Estoy encerrado en un lugar lleno de cacharros.

Me quedo en silencio, maldigo por tocar el tema que, al parecer, es muy sensible para él.

—Son cacharros geniales, si me permites decirlo —suelto luego de pensar detenidamente mis palabras.

Me sonríe con la boca cerrada—Tu intento de consolar es adorable, ¿desde cuándo intentas consolar a la gente, pequeña Andy?

—Desde que vi a un "ángel de la muerte" —confieso dejando el cacharro que limpiaba a un lado—. Digamos que morir te hace reflexionar.

Solo soy una Greengrass. (SSG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora