Capítulo 27. Maldito sea.

1K 138 44
                                    

Capítulo 27. Maldito sea.

— ¿Siempre caes tan fácil o es sólo por mí?

Abro los ojos y sacudo la cabeza a la par que me siento. El golpe fue fuerte (Vamos, Marlee, diez metros, idiota) Tendría que haberme matado, y al tipo junto conmigo, pero él no... No podía.

— No se suponía que estabas ahí —gruño, aún me da vueltas mi alrededor, apenas puedo divisar una mano ante mi rostro.

— Y se suponía que no debes andar volando ante la vista de todos —Apolo está sentado ante mí, me muestra dos dedos —. ¿Cuántos dedos ves?

— Dos —mascullo y masajeo mi codo adolorido.

Él sacude la mano, abriéndola, e increíblemente, veo más de cinco dedos allí.

— Uh, no pequeña. Hay ocho dedos ante ti.

Comienza a reír ante mi cara de enfado.

— No sea idiota —ruedo los ojos e intento levantarme, pero me sujeta del brazo impidiéndolo.

— No es bueno que te levantes aún, espera a que todo te deje de dar vueltas.

No me apetece hablar con él, y menos estar sentada en el suelo junto a él. Por ello sacudo mi brazo y me levanto. Doy algunos pasos y de repente siento que estoy cayendo otra vez. Apolo me obliga a sentarme.

— Te lo dije, escucha al doctor —su ropa veraniega cambia y ahora lleva puesto una bata de médico—. Ahora, ¿sí lo escucharás?

Hago una mueca y espero a que terminen mis arcadas. Merlín, fue un buen golpe. Sacudo la mano diciendo no, pero él igual se sienta junto a mí como si fuese mi mejor amigo.

— Sabía que ibas a comprenderlo, Marly —suelta risueño y yo sigo con mi cara de pocos amigos—. Comenzamos mal, con el hecho de que casi me noqueas con tu rodilla.

— Tú te pusiste ahí, no te quejes ahora... Y cállate, o vomitaré —amenazo. Y en verdad vomitaré.

— Pon tu cabeza entre tus rodillas —recomienda ignorando que yo desee que se vaya. Posa su mano en mi nuca y lleva mi cabeza hasta mis rodillas—. Es mejor si estás sentada en una silla.

Y algo me da un golpe en el trasero. Chillo cuando la silla emerge del suelo bajo de mí. Levanto la cabeza, él vuelve a ponerla en mis rodillas.

— ¡Mejor! —lo escucho aplaudir.

Mi rostro está ardiendo— Esto es vergonzoso.

— Para ser bellos hay que pasar vergüenzas... ¿Así era el dicho? —murmura en tono confundido.

— No lo se —admito, las ganas de vomitar están desapareciendo.

Tal vez sí sea como un doctor... Uno muy estúpido.

Cierro los ojos luego de un minuto en silencio, tengo la esperanza de que se haya ido. Pero siento su mano en la espalda y me levanto de un brinco.

— ¡Oye! ¡No te pases! ¡Ay mierda! —lloro ante el dolor en mis huesos.

Una sonrisa burlona aparece en su rostro.

— Eso pasa cuando no dejas al doctor hacer su trabajo.

— Lo dejaría si el doctor no tuviese un historial criminal —gruño y muerdo mi labio, demasiado dolor, maldita sea.

Su rostro cambia, ya no se ve tan burlón. Sube una mano a su cabeza y la pasa por el cabello rubio. Veo que de pronto se ve avergonzado.

— ¿Has hablado con tu madre sobre mí?

— Vaya que habló sobre ti.

Respira con fuerza— Diablos... Que conste, es mi pasado.

Solo soy una Greengrass. (SSG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora