—Awww, Mila eso es adorable. En realidad tu hija es adorable siempre, es muy educada. —Que me dijese aquello alguien que no fuese Lauren o sus padres hacía que me llenase de orgullo por el simple hecho de que yo la había educado. —Bueno, ¿y Lauren ha follado ya o no?

—Madre mía, ¿y a ti qué te importa? —Fruncí el ceño poniendo el móvil entre mi hombro y mi oreja, colocando mejor el pecho en la boca de Lucy que aún no había parado.

—Pues porque me lo cuenta. Es decir, no cómo folláis sino que no folláis. —Rodé los ojos soltando un pesado suspiro que se escapó casi sin querer de entre mis labios.

—Acabo de tener un hijo, ¿de verdad crees que me voy a poner a tener sexo ahora? No puedo, quiero pero no puedo hasta dentro de cuatro semanas. —Volví a coger el móvil con la mano, viendo aparecer a Lauren en la tele en uno de los entrenamientos.

—¿Y? Te puedes masturbar. —Me quedé en silencio apretando las cejas mientras negaba.

—Dinah, eso no es tener sexo.

—No, no me refería a eso. Me refería a que si te puedes masturbar, podéis follar. Y más vosotras, sois dos tías. Mi marido no se quedaba satisfecho porque los tíos para esas cosas son limitados, pero nosotras sí. —Solté una risa negando, pero sin quererlo estaba atendiendo a las cosas que Dinah me decía. —Es decir, cuando haces la tijera es lo mismo que masturbarse pero con...

—¡Dinah! —Ella comenzó a reírse, pero yo sabía que en cierto modo llevaba razón.

—El caso es que te puede tocar pero no puede meter. —Apreté los labios al escucharla, ¿estaba loca por escuchar aquellos descabellados consejos de mi amiga? No lo sabía, pero lo que sí sabía es que tenía las hormonas revueltas a tiempo completo.

—Vale, Dinah, ya te contaré que tal, hasta otra vida.

—¡Per...! —Colgué.

*

Después de recoger la casa y limpiar un poco —aunque Lauren me dijo que esperase a que llegase ella, no me iba a quedar sentada de brazos cruzados con Lucy en brazos pudiendo hacerlo yo misma— Lauren llegó sobre las once de la mañana. La pequeña estaba durmiendo en su sillita justo frente a mí mientras yo, sentada en el sofá, ojeaba la portada de Calvin Klein de Lauren. Jesús, aquello no podía ser normal.

—Buenas. ¿Qué haces? —Se acercó a mí tras el sofá, inclinándome para besarme boca abajo.

—Esperarte. ¿Puedes llevar a Lucy a su cuna? Estoy bastante cansada. —Hice una mueca a la que ella sonrió como respuesta, cogiendo a su hija en brazos con el mayor cuidado posible.

Mientras Lauren acostaba a Lucy, yo subí a nuestra habitación antes de que ella llegase, que no tardó mucho. Cuando me vio allí, puso las cejas gachas con la cabeza ladeada.

—¿Qué pasa? ¿Me tienes que contar algo? —Me levanté de la cama cruzándome de brazos fingiendo estar enfadada.

—¿Cómo que qué pasa? —Abrió los ojos algo sorprendida por mi reacción. —Me prometiste que después del embarazo te pondrías en ropa interior delante de mí, justo como en la portada de esa revista.

—Pero Camz... —Negué con el dedo delante de mi cara y una sonrisa pícara.

—No, no, no. Lo prometiste. Vamos. —Lauren apretó los ojos humedeciéndose los labios, resoplando un poco al final.

Se quitó la camiseta sacándosela con ambas manos por la cabeza, quedando en sujetador, el mismo que llevaba en la revista. Se desabrochó el pantalón con un movimiento rápido de dedos, aquella estampa era realmente excitante. Era extraño, pero ver a Lauren quitarse el pantalón delante de mí me encendía aún más.

a coat in the winter; camrenWhere stories live. Discover now