VIII

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Llego a la puerta principal que da al patio. La gente me mira como si estuviese marcada y apestase. En fin, no me importa. Sigo andando. Busco a Morgan, entre todos aquellos rostros desconocidos. Pasando al lado del bosque, un pequeño movimiento atrae mi atención. Alguien se está escondiendo detrás de un árbol. Me acerco. Y ahí está él, sentado en una rama del árbol cercana al suelo. El pelo alborotado, y una sonrisa de medio lado. No recuerdo que su sonrisa fuese así, pero es linda igual.

– Hola Azul– me dice.

– Hola Morgan.

– Sabía que vendrías a buscarme, soy tan irresistible– se muerde ligeramente el labio, lo cual le da un toque sexy e insoportable a la vez.

– No vine por ti– digo–. Vine a buscar a una amiga mía– gran mentira.

– Y me encontraste a mí y ahora te quedarás por aquí conmigo ¿verdad?

Me encojo de hombros.

– Quizá.

Baja del árbol de un salto y recoge unas hojas a sus pies. Las pone juntas y se le ilumina la mirada.

– Mira, aquí se puede ver una flor.

Al principio no entendía nada. Tira de mí hasta lograr colocarme a su lado. Desde esa perspectiva, logro ver a qué se refiere. Las hojas están agujereadas, con formas irregulares, pero cuando las juntabas como lo había hecho él. Dejaban pasar la luz a medias, proyectando en el suelo el dibujo de una curiosa flor.

– Tienes mucha imaginación– digo admirada. Todavía no sé a dónde quiere llegar con eso.

– Me lo dicen mucho– me dice con simpleza y encogiéndose de hombros–. Así logro hacer cosas diferentes cada día.

– Eso es algo que yo necesito– susurro para mí. Pero al estar él, tan cerca, seguro que lo ha escuchado.

– Juguemos con las formas– sugiere mientras recoge un par de hojas y me las da.

Toma otras tantas para él, las superpone y comienza a girarlas buscando similitudes a la realidad. Yo le imito. Total, no tengo nada mejor que hacer.

Después de un tiempo me desespero. Él ya encontró dos animales y se inventó un tercero (o no lo conozco) mientras que yo no he encontrado nada.

– Esto no es lo mío, creo que seguiré dando mi paseo– digo un poco harta de esto.

Él levanta la vista hacia mí. Por unos instantes percibo decepción en su mirada, pero en seguida se disipa y es sustituida pon un gesto de comprensión.

– A ver, déjame ayudarte– dice con un tono que calificaría como curiosidad.

Yo acepto, le daré una pequeña oportunidad antes de irme. Él deja sus hojas, se acerca a mí y me rodea con sus brazos en una especie de abrazo por la espalda. Me siento protegida y al mismo tiempo, me estoy preguntando a qué viene tanta confianza, pero le dejo hacer. Toma mis manos las cuales todavía sujetan las hojas. Comienza a moverlas como si fuesen de un títere. Juega con las hojas, hasta que se detiene.

– ¿Qué ves ahí?– me pregunta, sin levantar el tono de voz por encima de un mero susurro. Su boca está casi pegada a mi oreja, le oí perfectamente.

Me cuesta verlo al principio pero, poco a poco, las líneas se van ordenando y tomando un sentido en mi mente.

– Es una mariposa– respondo con un leve toque de pregunta y emoción.

– ¡Correcto!– exclama con alegría. Menos mal, que se alejó un poco de mi oreja para decirlo– Deberías practicar esto un poco más a menudo. Es entretenido, y te llena la mente de imaginación– me aconseja.

AzulWhere stories live. Discover now