II

298 36 17
                                    

Perdón por no haberme presentado antes. Me llamo Azul, tengo 18 años más o menos. Y aunque mi nombre sea poco común, no se puede considerar como una marca que me distinga del resto de "pacientes". Ya que, para nombrarme, siempre utilizan mi número de celda, el 107 diciendo "el paciente de 107".Solo mi médico me llama por mi nombre. Quizá porque tenga, o quiera hacer un seguimiento de mí. Y aun así, solo lo hacía en contadas ocasiones. Cuando me desconcentro más de lo normal. Cuando he llegado a hacer algo "malo". Cuando hacía este tipo de cosas, rápidamente me organizaban una visita al doctor.

Digo que tengo dieciocho años más o menos, porque no recuerdo cuando es mi cumpleaños. No siento que pase el tiempo. Nada cambia, y cada día suele caer en el olvido.

Los días los vivo.

Las semanas las deformo. Quedando espacios cortos de mi vida.

Los meses, los tengo en cuenta solo si me dicen en cual vivo.

Apenas solo tengo en cuenta las estaciones del año.

Por eso sé que han pasado seis primaveras. Las escribía con números romanos en algún rincón de aquel lugar que hasta hace poco era mi hogar. Ahora tengo una linda "habitación" (oficialmente es una celda) que no es precisamente acogedora. Apenas me dejan ponerle decoración. Vivir en un manicomio te vuelve un número, al cual ellos tienen que tratar, de una forma determinada y no precisamente agradable.

Me trasladaron aquí hace poco. Antes estaba en una zona para menores con problemas de este tipo. Era un reformatorio. Ahora que estoy aquí, me desoriento con facilidad. Escasamente sé cómo se llega al patio principal para dar una vuelta al aire libre.

Ya os comenté cual era uno de mis "problemas": la violencia. Otro de ellos, es que veo fantasmas. Y no es solo un instante. No me parece un sueño. Son reales y no todos los fantasmas son buenos. Alguna vez tengo que huir de ellos, otras veces, hablo con ellos, reímos y entablamos amistad. Ahora las necesito más que nunca. Hace poco que me trasladaron aquí y no conozco a nadie.

Sin embargo, llevo encerrada demasiado tiempo. Antes pertenecía al grupo de menores de edad. Ellos están en un edificio anexo al nuestro. Me dijeron que era un reformatorio, y que más adelante saldría, pero eso nunca sucedió. Por eso, más que reformatorio, lo llamé la Antesala. Ahí, por lo menos, encontraba a gente de mi edad. Aquí no conozco a nadie. Aunque eso ya lo dije, me estoy repitiendo. Bueno, da igual.

Sinceramente prefiero a mis difuntos acompañantes antes que a cualquier ser humano al que pueda hacer daño. Además, ellos son los únicos que han podido seguirme a este nuevo lugar. El próximo número que tendré que escribir es el VII y la verdad no conozco esto tan bien como para saber qué lugar me gusta más.

Volviendo a la realidad, llevo tumbada demasiado tiempo. Me incorporo, y experimento un ligero mareo. Como odio esto.

Mi vista deja de procesar imágenes.

Mi cabeza pesa demasiado.

Pierdo el sentido de la verticalidad. ¿Dónde está el suelo?

Cierro los ojos.

Poco a poco se me pasa. Abro los ojos lentamente. Todo vuelve a estar en su sitio. Me dirijo a mi puerta, y la cruzo. Estoy en un pasillo. A un lado están las puertas y al otro, unos grandes ventanales por los que entra una agradable luz natural. Sería una vista magnífica, si no hubiesen puesto los barrotes de retención.

Camino hasta una sala común donde convergen varios pasillos. Ahí el panorama que veo me deja atónita ¿En qué extraño mundo vivo? ¿Es esto la realidad?

AzulOn viuen les histories. Descobreix ara