VII

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Me vuelvo consciente de mi existencia poco a poco. Me acabo de despertar. El desayuno ya está ahí, en el suelo, a mi lado. Lo estoy tomando con tranquilidad cuando viene Suzy.

"¡Azul!"

– Holi pequeña– le digo mientras sonrío a mi preciosura.

"Perdón por tardar tanto en volver" me dice medio avergonzada.

"Es que encontré un lindo árbol para trepar. Me quedé a ver la puesta de sol, y me dormí. Lo siento" añade, sintiéndolo realmente.

– Está bien pequeña, no pasa nada– le digo con un tono relajado, a ver si se lo transmito.

Se levanta y se va corriendo sin previo aviso. Al minuto vuelve y me dice.

"Azul, viene alguien. Vas a tener visita" se ríe dulcemente y se lanza contra el colchón en plancha.

Yo la miro atónita.

Oigo como se abre la puerta que separa las celdas del resto del complejo. Entra un hombre que por su aspecto aparenta tener una edad avanzada, seguido de otros tres más jóvenes. El primero es el médico, y los otros tres los que velan por su seguridad.

– Buenos días 107– me dice el médico.

–Azul, me llamo Azul.

– Como quiera. Acompáñeme, no haga ningún movimiento brusco.

Antes de sacarme de mi celda, me ponen unas esposas. Como si fuese menos peligrosa así. Dos de los guardias andan detrás de mí y otro delante. El médico va en cabeza. La verdad que podría escaparme si escojo el momento adecuado, pero las probabilidades de que funcione no van a mi favor por tanto, no hago nada. Me llevan por varios pasillos hasta llegar a una sala. En ella, hay un escritorio, enfrente de la entrada. Una ventana, a la derecha, un armario empotrado a la izquierda. Mi mirada se detiene en una esquina, donde hay una camilla un poco más vertical que una normal. Tiene varias correas. Supongo que para inmovilizar a alguien.

– No le ato ahí si se portas bien– me dice el médico viendo a donde estoy mirando.

– Sé comportarme– le respondo con seguridad.

– Muy bien 107– dice mientras se sienta en un sillón del otro lado del escritorio–. Debería haber hablado con usted, antes de llevarla a la celda. Pero como estaba inconsciente, y también los días posteriores, decidí que era mejor hablar hoy. Y por eso está usted aquí–hace una pausa–. Como sabrá su comportamiento el otro día en el área abierta, fue demasiado violento. Es mi deber avisarle de que si esto se vuelve a repetir en un futuro, tendré que tomar las medidas oportunas para que no pueda hacer nada malo a nadie. Es decir, mantenerte en una celda como en la que has estado. Por tiempo indefinido. Por suerte, yo y mi equipo de médicos creemos en las segundas oportunidades, pero usted señorita ha gastado su comodín demasiado rápido. No le consentiremos ni un solo error más. Ya sabe lo que le tocará si infringe de nuevo las normas de conducta.

– Entiendo, no desaprovecharé esta oportunidad. Seguiré las normas– digo. Eso es lo que quiere oír.

– Gracias por su voluntad para mejorar 107.

– Azul, me llamo Azul.

– Bueno, Azul, le llevaré hasta la zona donde le corresponde estar.

Se levanta. Me levanto. Sale por la puerta. Le sigo. Fuera, abre una puerta y me dice que lleva a la salida principal del patio.

– Antes de irme, ¿Podría decirme dónde está un chico llamado Morgan?– no sé por qué pregunto tal cosa. Me salió solo.

– Sé de dos. Uno no sale de su cuarto y el otro está en el área abierta, dice tecleando algo en su base de datos.

– Muchas gracias señor...– me doy cuenta de que no me sé su nombre.

Él no parece percatarse de ello. Me alejo, en dirección al patio. Oigo la puerta cerrarse detrás de mí. Sigo caminando en busca de Morgan.

AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora