Se besaron nuevamente con urgencia descontrolada. Magnus lo aparto una vez más. Sus manos sujetaban fuertemente el rostro del chico. Lo miraba con incredulidad. Necesitaba mirarlo un poco más para poder aceptar lo que estaba pasando. Alec lo odio.

-¿Por qué me torturas así Magnus?

Magnus lo miro emocionado. –Querido, eras tú el que se torturaba solo.

Alec sujeto la solapa del abrigo de Magnus para apresarlo fuertemente hacia sus labios, ahora no dejaría que se alejara. Para Magnus se sentía como el primer beso. Para Alec sus besos eran como agua en el desierto, como la vida después de la agonía, hasta ahora se daba cuenta de lo mucho que lo necesitaba, incluso de lo mucho que lo extrañaba. ¿Puedes añorar algo que no recordabas que amabas? Ahora sabía la respuesta.

Magnus rompió el beso para seguir hacia el cuello de Alec, Alec sintió el calor del aliento de Magnus sobre su mandíbula para seguir su camino hasta el cuello, el brujo aparto la tela de la chaqueta para besar su clavícula...

-¿Magnus? ¿Magnus Bane?

-Ése soy yo.

El hombre que bloqueaba la entrada era tan alto y delgado como un raíl, y los cabellos, una corona de espesas púas negras. Por la curva de sus ojos somnolientos y el tono dorado de su piel uniformemente bronceada, parecia que era en parte asiático. Llevaba vaqueros y una camiseta negra cubierta con docenas de hebillas de metal. Sus ojos estaban cubiertos de una capa de purpurina negra, que le daba el aspecto de un mapache, y tenía los labios pintados de azul oscuro. Pasó una mano cargada de anillos por los erizados cabellos y les contempló pensativo.

-Hijos de los Nephilim –dijo -Vaya, vaya. No recuerdo haberlos invitado.

Alec se apartó de inmediato tras la visión del recuerdo. Había tenido visiones antes, sin embargo, ahora era muy diferente, ahora se sentían reales, propios, sabía de dónde provenía, sabía que era el primer recuerdo que tenia de Magnus.

-¿Estas bien? –Pregunto Magnus preocupado por la posibilidad de que a pesar de la clara respuesta de Alec hacia sus besos, sintiera que fuera demasiado.

-Sí. –Dijo Alec y nuevamente se precipito a los labios del brujo. Lo rodeo firmemente con sus brazos e instantáneamente la espalda del brujo se convirtió en algo tan familiar como su rostro o su propia voz.

-¿Qué sucede? -dijo Alec.

-¿Nunca has besado a nadie? -dijo Magnus. -¿Nadie en absoluto?

-No, -dijo Alec, esperando que eso no le descalificara por salir con él. -No un beso de verdad.

-Ven aquí. -Magnus lo tomo por los codos y lo acercó más.

Alec abrió por un momento los ojos sin apartar sus labios de los de Magnus, el apartamento nostálgicamente se miraba como aquel día en el que recibió su primer beso. Recordó como toco la cintura desnuda del brujo. El simple recuerdo de la piel suave de Magnus entre sus dedos lo volvió loco. Y como si Magnus estuviera enterado de cada uno de sus sentidos, ayudo a su éxtasis realizando una espectacular demostración de experiencia en el arte de besar. Alec sintió la lengua del brujo en su boca, explorándola y haciendo que surgieran sonidos que no sabía que estaban ahí. Aun así Alec quería más. Empujo a Magnus hacia la pared, lo aprisiono con su propio cuerpo, sus manos cobraron vida y desprendió al brujo de su abrigo. Magnus quito la primera capa de ropa que Alec llevaba.

-Escucha. –Dijo Magnus entre los labios de Alec. –Si quieres detenerte y pensar un poco...

—Alexander. Tal vez deberíamos esperar un segundo. Recordó.

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