Verdadero Hogar

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-!Dios mío, hijo! –Exclamo el Señor Carter. –Siento que no te he mirado desde hace una semana. ¿Dónde te has metido?

Alec dirigió su brillante mirada hacia su padre. El había estado mirando hacia el televisor de la cocina despreocupado mientras comía de un enorme plato de cereal. Sentado tan cómodo como ahora y sin ninguna herida en su cuerpo, nunca nadie podría imaginar que estuvo a punto de morir bajo el ataque de un demonio con tentáculos. Alec sonrió –Por ahí y por allá, padre. Ya me conoces.

Los chicos habían adquirido impresionantes tácticas evasivas durante los pasados dos días. Todo para evitar que Los Carter no se percataran de sus heridas. Básicamente había necesitado de la solidaridad de su amigo Nico ya que se miro en la necesidad de instalarse en su casa mientras las marcas y heridas de su rostro y cuerpo desaparecían. Ahora todo era como antes, su familia estaba unidad e intacta como lo recordaba. Excepto que ahora el mundo parecía tan superficial, tan fuera de lugar en todo aspecto, sin encontrar el sentido a las cosas que antes le gustaban, los videojuegos no tenían desde ninguna perspectiva el mismo impacto de vida. Las cosas dentro de él habían cambiado y lo torturaban a tal grado que durante las noches se quedaba sobre su sillón, con el televisor puesto en cualquier canal, sus auriculares colocados y su mente a cientos de kilómetros de ahí. Eso había sido todas las noches desde que regreso del instituto.

-Nico vendrá. –Dijo Gwen despertando a su primo que estaba sentado a su lado en la sala mirando fijamente a su celular. Gwen tenía una idea del porque de eso.

-Excelente. –Dijo Alec fingiendo prestar atención a la televisión y tomando una palomita del bol en el regazo de Gwen.

-Pensaba en una noche de Mario Kart ¿Te gustaría?

-Claro.

-Invite a Johanna -Dijo precavida. -¿Te molesta?

-Claro que no. –Alec se levanto y comenzó a subir las escaleras. –Avísame cuando lleguen.

Y ahí estaba de nuevo, en su habitación, rodeado de objetos que se sentían tan ajenos a él. Intentando que las cosas en su interior no lo consumieran lentamente. Buscando el sentido de haber elegido la vida que quería seguir llevando y que esta no le pareciera vacía.

-No encontraras la respuesta aquí sin hacer nada.

Alec se levanto con sobresalto, no esperaba que alguien estuviera con él en la habitación, él no contaba con la espontaneidad de Magnus Bane.

-Dios, Magnus, casi me matas del susto.

-Se necesita más que un susto para asesinar a un Cazador de Sombras. –Magnus se paseo por la habitación sin preocuparse en si tenía permiso en husmear o no. –Como ya debiste haberte dado cuenta.

-¿Qué haces aquí?

-Ya que no llamas ni contestas mis mensajes...

Alec se dejo caer sobre la orilla de la cama. –Necesitaba pensar.

-¿Puedo preguntar en qué?

-Deja de actuar como si no lo supieras. –Dijo Alec mirando a sus propias manos.

Magnus entendió que era hora de hablar con la verdad, sin importar lo doloroso que eso podría ser. -¿Qué harás Alexander? –Dijo Magnus sin rodeos. -¿En verdad piensas quedarte aquí? ¿En el lugar que sabes no perteneces, fingiendo que todo está muy bien? ¿Justo como lo hace tu prima?

-No hables de mi prima. –Advirtió Alec. –No sabes nada de ella.

-Pero se de ti. –Magnus hizo a un lado el abrigo purpura que colgaba largo de su espalda para poder sentarse sobre la cama a lado de Alec. -Se que sin importar lo mucho que te esfuerces, ya no eres feliz aquí.

Te EncontrareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora