V: Primera Señal

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Había pasado casi una semana desde que la encontré. Ella se pasaba todo el día en casa, no salía ni una vez y, sobretodo, se quedaba en mi habitación. La veía ojear algunos libros que tenía en la estantería, dibujos, mapas, etc... pero siempre cuando yo no estaba, pero aún así la veía siempre sin que ella me viera a mí. La mayoría de las veces se ponía muy agresiva, me gruñía cuando entraba en la habitación, se escondía al verme aparecer... se notaba que había pasado largos años en el bosque.

Un nuevo día. La luz de la mañana entra por la ventana cegando mi vista. Me incorporo y estoy en el suelo, pero Chimuelo no está.

Me levanto y la cama también está vacía.... Tras reflexionar unos segundos me doy cuenta ¡La chica no está! Me visto a toda velocidad, como si la vida se me fuera en ello, bajo los escalones de dos en dos. Ahí están mis padres con mi hermana.

-¡Hola mamá!- digo saltando los escalones- ¡ADIÓS PAPÁ!- grito saliendo por la puerta. Empiezo a recorrer el pueblo en su busca, callejones, detrás de las casas... Nada, no está. Sigo corriendo y veo a la chica con mi dragón y los demás. Sigo corriendo en su busca, tengo que... freno en seco, vuelvo atrás y allí estaba con Astrid, Patán y los demás, Desdentao estaba rodeando a la platinada. Me acerqué a ellos.

-¿Qué hacen caballeros...- dirigí la mirada hacia Astrid- y milady?- les pregunté mientras rascaba a mi dragón con una sonrisa y él me la devolvía.

-¿Quien es? No nos ha respondido a nada de lo que le hemos preguntado- me preguntó Astrid mirando a la chica fijamente y ella bajó la mirada.

-Que guapa ¿tiene novio?porque yo estoy disponible- dijo Patán acercándose a ella. Le puse la mano en la cara y lo empujé hacia atrás, me coloqué al lado de ella y dije:

-No sé quien es, no sabe hablar o al menos no puede, y no Patán, no tiene novio que nosotros sepamos pero no te acerques a ella.- le dije mirándolo fijamente.

-Agh, de acuerdo-

-Ahora quiero investigar y averiguar quien es y de dónde viene y ayudarla a que vuelva a ser la persona que fuera antes.- todos asintieron- Bien, vamos a la academia y pensemos.

(En la academia)

-¡QUE EMOCIONANTE! Una chica perdida, sin habla, con temor a la mayoría de las cosas...-

-Patapez, para.-

-Lo siento Hipo, pero estoy muy nervioso, ¿sabes la de cosas que podríamos aprender?


Astrid estaba tirando a la diana con su hacha, Patapez con su dragón con una sonrisa de oreja a oreja, Patán en el suelo apoyado en Garfios, los gemelos comprobando cuántos golpes pueden aguantar y yo apoyado en la pared con la vista fija en la chica, sentada en una esquina también con la mirada en mí, mientras todos hablábamos de cómo ayudarla, aunque algunos más que otros, ya que las ideas de los gemelos no eran muy, normales. Seguimos hablando y, de repente, pasó una idea por mi cabeza. Empecé a acercarme a ella, los chicos me miraban confusos, me agaché en frente de ella y le tendí las dos manos, ella se quedó mirándome y al momento entrelazó sus manos con las mías y la ayudé a levantarse. La atraje paso a paso hasta donde me encontraba yo hace un par de minutos. Me senté en el suelo y ella hizo lo mismo. Los chicos me miraban atónitos.

-¿Cómo lo haces?- me preguntó Patapez muy entusiasmado acercándose.

-Solo confio, no quiero que sienta miedo.- expliqué.- En realidad, también lo hago para tranquilizarme a mi.- Susurré. Volví a dirigir la mirada hacia ella.- ¿Me dejas ver tu colgante?- le pregunté, ella me miró como si no entendiera.- Esto.-le dije y le señalé el copo de nieve que tenía colgando del cuello. Me miró extraño.

-JA, hasta yo entiendo que quiere lo que le cuelga del cuello.- dijo Brutacio y su hermana le dio una patada.

Me incorporé y puse mis manos detrás de su cuello para quitarle el colgante. Emitió un quejido tan fuerte e inesperado que di un salto hacia atrás que casi caigo de espaldas y los demás también se asustaron. La miré y tenía el ceño fruncido, la vista en el suelo y sus manos agarrando el copo de nieve. Me giré y vi la cara de mis amigos, eran muy divertidas, miré a Patapez y él asintió.

-El colgante que cuelga de su cuello es importante para ella.- decía mientras apuntaba en un cuaderno que habíamos elegido para ir apuntando la información que fuéramos descubriendo y los progresos que fuera haciendo, siempre dejando una parte para mis dibujos y apuntes personales.

-Tranquila, te lo voy a devolver pero quiero verlo- le dije más calmado. Me miró y yo le sonreí como pude. Quitó sus manos del colgante y las puso en el suelo. Yo volví a incorporarme con más cuidado y esta vez si pude quitárselo. Lo miré de cerca y lo limpié un poco, tenía pequeños brillitos en los bordes. Le di la vuelta y tenia algo escrito, un nombre, su nombre. Empecé a limpiarlo hasta que las letras quedaron visibles.

-Elsa.- dije en un susurro.

-¿Qué has dicho Hipo?-preguntó Astrid acercándose lentamente.

-¡Elsa!- dije más fuerte, y todos dieron un respingo.- Pone Elsa. ¿Te llamas Elsa?- le pregunté agarrando sus manos fuertemente. Sonrió levemente supongo que en señal de aprobación. Me puse en pie y salté de la alegría. La chica, quiero decir, Elsa se levantó también. Me puse a su espalda y le volví a poner el colgante.

-Te dije que te lo devolvería.- le dije en un susurro al oído y se estremeció.- ¡PATAPEZ! APÚNTALO. Su nombre es Elsa.- dije lleno de felicidad. Juro que iba a llorar de la felicidad, soy exagerado.

Un rato después ya nos fuimos a casa. Entramos y les conté a mis padres todo lo sucedido.

-Entonces, se llama Elsa.- dijo mi padre mirándola mientras ella jugaba con Chimuelo en el suelo.

-Me gusta el nombre. Ellsssaaaa. Suena elegante.-Comentó mi hermana.

-Sí, y además...- mi madre me interrumpió.

-Hipo, ¿te has dado cuenta de sus heridas?-

Dirigí mi mirada hacia Elsa y le vi el atuendo. Aún seguía con la cara y las manos llenas de heridas, igual que cuando la encontré. Volví a mirar a mi madre.

-He pensado que podría curarla.- dice mi madre.

-De acuerdo, pero...- le digo confundido.

-¿Pero?, mañana por la mañana le lavaré la cara y le curaré las heridas con un par de trapos y agua.-

-Vale mamá, gran idea.-

Pasan las horas y llega la hora de acostarse. Elsa se vuelve a echar en mi cama y yo vuelvo a dormir con mi dragón. Esto hay que solucionarlo, no puedo seguir durmiendo en el suelo.

¿Por qué no haces otra cama?


Eh, ¡Buena idea! mañana me pondré a ello.

Distinta Mentalidad, Mismo Sentimiento (hiccelsa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora