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El rey había despertado, hace algunas horas que abandonó a la inconsciencia en su sueño; después de aquella semana de incertidumbre por la salud del hombre, por fin era posible celebrar un acontecimiento en el palacio. Y para festejar tal alegría y milagro, se organizaría una fiesta para la familia real y los Seleccionados.

Pero, antes de que cayera la tarde y comenzara una ambiente juguetón, el rey de Holmes Chapel, Joseph Styles, pidió la presencia de todos en el comedor para el desayuno. Nadie pudo negarse, tampoco tenían la posibilidad de hacerlo, era la persona más suprema del reino, ¿quién lo rechazaría?

Su asiento estaba perfectamente ubicado junto al de su mejor amigo, Trenton, este le comentaba, acerca de las miradas que para pocas personas pasó inadvertida mientras transcurría el Report; él le sonreía con complicidad, sus misteriosos ojos verdosos no denotaban odio ni envidia, solo felicidad. A veces Louis se preguntaba si su amigo fingía, otras veces pensaba que la amistad sí podía existir dentro de una competencia donde todos son enemigos.

La reina Anne con un delicado gesto de cabeza dio el permiso para comer. Los Seleccionados escogían especialmente sus alimentos, aunque para el castaño algo andaba mal, miraba su taza humeante por el caliente té. De repente, no tenía apetito, siquiera tomaba el líquido para desaparecer la irritante sensación en su pecho, era extraño y escalofriante. Su alrededor desprendía buenas vibras, Niall sonreía, pero él las bloqueaba.

Incluso, había de ser preocupante su semblante porque Trenton y el príncipe preguntaron cómo se encontraba, qué le ocurría, ya que no agarraba un bocado luego de varios minutos de impasibilidad. El único rasgo que tranquilizó a las dos personas fue el ceño fruncido del Siete, sin embargo, segundos después ellos también tornaron su rostro a confusión, mejor dicho, todos los que estaban en la mesa.

Se oían suplicas y gritos desesperados. Tomlinson reconoció la voz: era su doncella Georgia.

—¡Por favor, déjenme pasar, es urgente! —chillaba, al parecer se enfrentaba con los fuertes brazos de los soldados—. ¡Es la verdad, por favor! ¡Milord, milord!

Louis miró a la familia real en plan de saber cuál sería su orden al respecto. El príncipe hizo una asentimiento al soldado más cercano —que se hallaba de pie en uno de los rincones del comedor—, aquel uniformado abrió la puerta y, como si fuera perseguida por un feroz monstruo, corrió hasta su Lord. Cuando apreció su rostro, ella era la personificación del nerviosismo, tiritaba sin saber por qué.

—¿Qué pasa, Georgia? —pronunció cada letra con preocupación.

—H-Hay una llamada esperándolo, él me dijo que es urgente, que es el único que le puede ayudar. Él está nervioso, creo que por eso estoy de la misma manera. Perdón, milord —informó rápidamente.

—¿"Él"? ¿Quién? —se puso de pie tomándole las manos para calmarla; estaba demasiado alterada.

—Dijo que se llamaba Vince.

—Oh, no —exclamó el castaño.

La sensación en su pecho acrecentó al ratificar el presentimiento anterior, sabía que algo sucedía; estaba intranquilo y daba por hecho que iba a sentirse así por el resto del día, inclusive en los tormentosos días siguientes. La llamada era sumamente importante, no cabía duda, y podía poner sus manos al fuego a que era por Lila. Debía estar enferma o delicada de salud, a veces ella sufría graves resfriados que llegaban a ser peligrosos, quizás este último fue la vencida.

Lord Louis rogó a la familia que le dejaran ir, el rey y la reina muy desasosegados aceptaron y el príncipe con desconfianza dio el sí; solo era un simple llamada de un chico. El Siete salió del comedor y en un santiamén estuvo en su cuarto con el aparato en su oreja. ¡La sensación ya no la soportaba, era desgarradora!

Príncipes [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora