2

24.6K 3.1K 1.4K
                                    

El castaño ya se encontraba instalado detrás de la húmeda y sucia muralla del callejón. Esperaba impaciente la llegada de su amiga, pensó que ella jugaba con sus nervios al no presentarse como citó, pero en realidad él era el que había llegado mucho antes de lo establecido. Para distraerse se puso a sacar conclusiones de lo que Lila podría querer hablarle.

En la mayoría de sus posibilidades predominaba lo negativo; ella podría mudarse hacia otro reino, ya que, según lo que le había contado hace semanas, su familia tenía problemas con algunas personas de la casta superior. O tal vez, que quizás era la más probable, ya no podían seguir siendo amigos; de solo pensarlo la tristeza, de momento, se convirtió en su mejor amiga. ¿A quién dibujaría? ¿Con quien saldría a hurtadillas para tener una buena compañía por la noche? ¿Quién sería su caja de secretos o de quién lo sería él?

Apenado, con la cabeza gacha y una lágrima que decoraba su mejilla, lo halló Lila en la oscuridad. Ella inmediatamente se alarmó pensando que le había sucedido algo terrible cuando venía al sitio de encuentro. Lo abrazó sin importarle que la mugre en la ropa de Louis fuera a manchar su refinado vestido celeste; Lila se veía demasiado bonita y el castaño se sintió culpable de arruinar su belleza.

—¿Qué te ocurre, Louis? —inquirió angustiada—. ¿Por qué lloras?

Él la miró.

—No dejarás de ser mi amiga, ¿cierto? —su voz casi sonó desesperada.

—¡Ay, no! ¡Por supuesto que no, cómo crees! —exclamó dándose cuenta de lo que pensaba Louis acerca del motivo del encuentro—. ¿Cómo puedes dudar de nuestra amistad? Aunque me vaya al otro lado del mundo yo estaré siempre contigo, de alguna u otra forma, ¿está bien?

—Está bien —sonrió de lado—; eres muy importante para mí. —Se sobó la nariz y quitó sus lágrimas vanas—. Entonces, si no es eso, ¿qué otro tema sería?

—Hay una cosa que te favorecerá a ti y a tu familia, bueno, si es que tú estás dispuesto —tomó las manos del castaño; ese toque para Louis era como un privilegio, ella era suave, la piel igual que la seda. Se sentía cómodo con el contacto—. Solo se me ocurrió en la mañana y quizás sea el borde de la locura, pero he pensado...

—¡Revisen todos los callejones! —la imponente voz de un Guardia la interrumpió causando en ambos un gran temor de ser pillados en ese momento—. ¡Si hay alguna discrepancia tienen la obligación de averiguar! ¡Vayan!

Los dos trataban de pensar en medio de las fuertes pisadas que provocaban los guardias en el desperfecto concreto de piedra. Lila se puso nerviosa ante lo que se podía avecinar, si los atrapan los castigarán igual como sucedió hace ocho años en medio del Centro, frente a todo el pueblo de Holmes Chapel; el castaño percibía el nerviosismo de su amiga y cómo este reclamaba la entrada a su cuerpo. Se negaba al hecho de que un Guardia se acercara y los viera, Louis era inteligente y astuto, podrían salvarse de aquella.

Y su foco se encendió.

—Hazte la asustada —le ordenó su amigo, ya había maquinado un plan, esperaba que funcionara como los anteriores.

Ella asintió y luego el brazo de Louis la rodeó como imitando un chico que le daba protección y seguridad después de un altercado violento. Ambos salieron de la oscuridad; el hombre alto y corpulento que se encargó de la revisión de aquel callejón, en listó su fusil al verlos y les preguntó:

—¿Qué hacen ustedes aquí a estas horas de la noche? Son de dos castas diferentes, ¿por qué están juntos? ¿Qué hacían?

—Tranquilo —el muchacho intentó apaciguar el tenso ambiente—, a la señorita le han robado, escuché sus gritos y fui a socorrerla, es todo.

—¿Eso es cierto? —se dirigió a Lila la cual fingía estar desorientada y aterrada por la inexistente situación; ella asintió, muda total, ni una palabra se escapada se sus labios, siquiera un suspiro.

El Guardia convencido los deja ir con una advertencia de no andar por el pueblo cuando se oscurece, ya que el peligro siempre acecha, y más a los jóvenes como ellos.

Louis pensó en dejar la conversación para otra circunstancia debido que pudieron correr el mayor riesgo de sus vidas, cuando sea el momento adecuado podrán estar tranquilos para que conlleven algo ameno sin estar tensos como ahora. Pero Lila pensó en llevarlo a su casa en la casta Cuatro, en forma de agradecimiento. Su padre entenderá la nobleza con la que la defendió y olvidaría completamente que es un Siete.

Llegaron a casa de su amiga y el joven no supo como debería actuar ante ellos. Lila lo tomó del brazo y entraron; varias miradas se dirigieron al umbral de la puerta blanca, interrogándose qué hacía la pobreza en su hogar.

—Hija mía, ¿a quién has traído? No puedes...

—Me han robado y éste valeroso joven me ha salvado de la maldad —intervino al mayor con respeto y delicadeza, como se caracterizaba ella—. Quiero recompensarle por su valentía, así que si no te disgusta, padre, déjale entrar a esta casa.

El hombre de cuarenta años, con su barba recién cortada y su pelo gris hacia atrás lo escudriñó con la mirada, pensando en si confiar en él a pesar de su procedencia. De repente, una sonrisa de agrado se asomó en su rostro y le dio la bienvenida, aceptándolo. En la mente de Louis pasó rápidamente que deberían de haber más personas como el padre de Lila.

Disimuladamente, la muchacha tiró el brazo de su amigo para que la acompañara a su habitación, de manera que pudiera finalizar la propuesta que tenía en mente. Estaba emocionada de comentárselo y lo estaría más si Louis decía que sí. Cuando cerró la puerta, no dudó en reanudar la conversación pendiente.

—Es mucho tiempo que he retenido esto, así que ahora es el mejor momento —dio unas palmadas al lado suyo en la cama, invitando a Louis a sentarse—. Como te decía, he estado pensando en los beneficios que recibiría tu familia con esto —nuevamente tomó sus manos—. Tú sabes que el príncipe Harry Styles es homosexual, ¿cierto?

Louis asintió, confuso.

—Y que tú también lo eres, ¿cierto?

Otra vez asintió, sin indagar en lo que Lila estaba proponiendo detrás de esas preguntas.

—Y, obviamente, estás consiente que en tres días más se abren las inscripciones para ser uno de los treinta y cinco chicos que podrán estar en el palacio real, ¿cierto?

—Lila, no sé qué tramas preguntándome eso, pero yo... —el joven captó el propósito e instintivamente se negó—. Oh, no. No, no, no, no y no.

—Louis, deberías inscribirte en la Selección.

Príncipes [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora