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Al siguiente día, el cuerpo del muchacho despertó muy enérgico por unas incontenibles ganas de aprender lo que tenía por desconocido. La lectura estaba solo un poco desarrollada, gracias a Lila, pero no ayudaba lo suficiente para entender las palabras que siempre habían a su alrededor; la escritura ni por asomo la había estudiado ni reconocido, una vez junto sus mayores esfuerzos y trató de unir las consonantes y vocales de su nombre. Fue un intento fallido, como era de predecir.

Albergaba en su mente la idea de hablar con Grace para hacer un trato secreto sobre su desventajosa dificultad; no quería que nadie se enterara, claramente, porque ya bastaba el hecho de que se rieran los jóvenes participantes por su origen para que ahora agregaran la burla de su analfabetismo. Sentía que todo el palacio lo rechazaba de una u otra forma o se negaban a aceptarlo.

Pero hoy, era un día de objetivos y necesitaba repeler todo la negatividad que danzaba en sí mismo.

Por lo tanto Louis, por la vestimenta que había observado ayer en la Sala de Hombres, les comentó a sus doncellas lo incómodo que se sintió al ser el único muchacho vestido informalmente, por lo cual les pidió alguna prenda adecuada para cualquier ocasión en caso de una inminente reunión y, si se era posible, que fuera fácil de llevar, algo agradable. Las jóvenes con los ojos brillantes y ansiosas por su trabajo ya tenían en mente lo pedido por el castaño, sus mentes maquinaron el textil sin problemas. El adiós y la sonrisa agradecida de Louis fueron ignoradas totalmente debido a la carrera de ellas al salir rápidamente por la puerta.

Cuando habían regresado con sus sonrisas imborrables e intachables y un traje en los brazos de Georgia, estaban consientes que su trabajo fue completamente logrado, la risa maravillada de Louis fue la mejor recompensa que habían obtenido dentro del palacio, incluso estuvieron de acuerdo a que era mejor que la paga mensual que recibían.

El castaño vistió la suave tela e, increíblemente, admiró demasiado la manera en que se veía en el espejo. La camisa blanca abrochada hasta el último botón, los pantalones negros casi ajustados y el par de tirantes que fueron los que le fascinaron. Siempre le gustó aquel estilo, pocas veces miraba las vitrinas de ropa y a través de ellas se dejaban ver a chicos vistiéndolos, modelándolos o comprándolos. Cuantas veces quiso arroparse decentemente, pero el presupuesto decía "no" cada vez que el deseo de comprar salía a flote, y ahora los podía usar sin impedimentos.

Felicitó y agradeció vigorosamente a sus doncellas y se empeñó en buscar a Grace, la que, si aceptaba, sería su maestra furtiva.

Descendió la larga escalera alfombrada de un color rojo vino que conectaba con la segunda planta donde todos los Seleccionados habían sido asignados. Desde ahí (para Louis, ya que su habitación se encontraba justo frente al jardín) la vista era increíblemente hermosa: los árboles se cernían con respeto sobre la tierra, las gruesas ramas con hojas verdes siseaban cada vez que el viento pasaban entremedio de ellas, los pájaros cantaban con miedo y volaban desesperados cuando esto ocurría, intimidados por la naturaleza; además, el sol jugaba a las escondidas cuando veía que la luna salía a buscarlo, ocultándose detrás de los altos árboles. Sí..., era una vista preciosa, se sentía privilegiado de admirarla.

Cuando iba a ingresar a la Sala de los Hombres se detuvo pensando con un deje de intuición en que tal vez Grace no estaría ahí, sino que podría hallarse en otro lugar cumpliendo alguna labor cotidiana. Por lo tanto, para que no desperdiciara minutos, se acercó tímidamente a la figura poderosa de un soldado.

El hombre uniformado al ver que un cuerpo pequeño se instalaba frente suyo, hizo una reverencia.

—Buenas tardes, Lord Louis.

—Buenas tardes... —saludó y reconoció en un segundo el rostro del individuo—, soldado Malik.

—¿Se le ofrece algo?

Príncipes [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora