Y cada año, acercándose ésa fecha, Gabriella Petrelli se volvía más silenciosa, distraída... Tal vez por eso había bebido tanto. Aunque parecía divertirse, para ser sinceros.

El problema había sido llegando a casa. No, ni siquiera entonces. El problema comenzó cuando Lorena despertó, ya casi amaneciendo, y encontró a su madre sentada cerca de la ventana, llorando, mirando un álbum fotográfico y bebiendo vino tinto.

Ella se había acercado a su madre, se había sentado junto a ella y la había abrazado. Inmediatamente, Gabriella se había limpiado las lágrimas y sonreído. No había intentado, estúpidamente, fingir que no lloraba. Sencillamente había dejado de hacerlo.

"¿Me dejas ver?", le había pedido Lorena, intentado acompañar a su madre en su dolor. La realidad era que ella no sentía nada por Brendan. ¿Cómo lo haría, si no lo había conocido, siquiera? Para ella, Giovanni Petrelli era el único padre que había tenido, pero quería acompañarla...

Ese álbum nunca lo había visto la muchacha. Parecía ser un objeto personal, armado con fotografías malas, que Brendan —quien se parecía tanto a Lorenzo— y ella misma habían hecho: fotos tomadas el uno al otro, algunas veces destacando más el lugar donde se encontraban, o a sus amigos, o familia y... fue ahí, que de entre las páginas de ese álbum, cayó una foto suelta.

Lorena la levantó y se encontró con una familia. Todos rubios. Los padres y los dos niños. Aunque ninguno posaba para la cámara..., ni tampoco parecían ser conscientes de que estaban siendo fotografiados, a distancia. Estaban en el aeropuerto. Lorena reconocía el lugar, era la sala de espera para abordar; el hombre, de cabellos castaños, casi rubios, le cogía una mano a ella —quien estaba embarazada—, y los niños se entretenían con un libro de dibujos.

Además... la pareja tenía el rostro borrado. Alguien había tallado una X en sus caras y puesto círculos alrededor de los niños y... un signo de interrogación al vientre abultado de la mujer. Todo parecía hecho con una aguja.

"¿Quiénes son ellos?", había preguntado Lorena, encontrando los ojos azules de los niños inquietantemente parecidos a los de... Anneliese.

Gabriella alargó rápidamente la mano y le quitó la foto. "No sé qué hace esto aquí" comentó, rompiéndola en cuantos pedazos podía.

"¿Quiénes son?" insistió Lorena.

La mujer le quitó el álbum, lo cerró y se lo llevó a la cama, donde se tiró. La muchacha la siguió; "Vamos, dímelo", le suplicó, sentándose a su lado, nunca creyó que la familia supiera —que estuviera interesada en— quiénes eran los padres de Anneliese. Creía que su tío Raffaele la había sacado de uno de esos orfanatos a los que daba tanto dinero. "Mama", la agitó por un brazo, al darse cuenta de que ella se quedaba dormida.

Gabriella entreabrió sus ojos color chocolate y miró a su hija, confusa. "¿Quiénes eran, mami?" insistió, con cuidado. Y ella dijo, en susurros, con el rostro medio oculto entre las almohadas:

"Gente que tuvo la desgracia de encontrarse con lobos... o peor aún, con Hanna Weiβ —se rió—. Ella es más lobo que ninguno de nosotros" dijo, y casi volvió a quedarse dormida.

"¡Mami! —le gritó Lorena—. ¿Quiénes son ellos? Dímelo" insistió.

Gabriella se aclaró la garganta, torciendo un gesto, como si estuviese cansada y lo único que quisiera fuera que su hija la dejara tranquila... Tal vez fue por eso que se lo dijo.

Al final, Lorena Petrelli deseó no haberlo preguntado.

Desde aquel día no pudo mirar de igual manera a su tío Raffaele y a su tía Hanna... ni a su abuelo Giovanni.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now