Capítulo 34: Ojos marrones

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Los días siguientes transcurrieron de forma similar.

El sol del verano fue testigo de la nueva rutina con la que pasaron las siguientes dos semanas de mi vida. Invertía las mañanas acompañando a la Guardia durante sus entrenamientos mientras Mheetu y Ni se golpeaban el uno al otro por diversión, y después de comer en casa, escapaba en compañía del chico en busca de Danny y Arafa. La relación entre los tres surgió bastante bien, aunque de vez en cuando debía asegurarme de dejar en claro a ambas leonas la poca gracia que me hacían sus insinuaciones hacia el león. Todo esto solo para poder ver un momento a Robert.

Lo veía por lo menos una vez al día y, si tenía suerte, llegaba a cruzarse conmigo al una más. La interacción era breve y distante, y se limitaba a intercambiar una mirada fugaz a varios metros de distancia. A veces yo me percataba de su presencia primero, cuando él estaba demasiado entretenido con Gina y Efia o sumido en algún pensamiento cuando me lo topaba a solas. Otras, era él quien me veía primero, y yo solo me enteraba cuando, después de un rato, lo descubría mirando a hurtadillas o cuando mis amigas me advertían discretamente de su presencia. Danny y Arafa estaban igual de interesadas que yo en ver cómo se comportaba Robert.

Sin embargo, este siempre se limitaba a observar.

En alguna ocasión llegó a cruzar algunas palabras con Danny o a saludar a Arafa justo frente a mí, pero fui ignorada completamente. En esos casos fingía que no lo veía, y optaba por escuchar a Mheetu sobre la paliza que Ni le había dado durante la mañana. Entonces Robert se iba, no sin antes dedicarme una casi inexistente, pero sí bastante obvia, mirada de reojo. El chico seguía sin saber lo que pasaba entre ese león poco sociable y yo, y pasaba por alto aquellos pequeños encontronazos sin interesarse siquiera en ser presentado con el último integrante de la manada que le faltaba por conocer.

Para mí y para Mheetu, era mejor de esa manera.

Con el pasar de los días, había descubierto que la razón por la cual aún no le había hablado al castaño sobre Robert era, más que por no querer recordar lo que estaba pasando, porque simplemente no quería que lo supiera. Me intimidaba la idea de que Mheetu estuviese enterado de la historia, como si temiera que fuese a recibir un sermón de su parte o algo peor. En realidad, ni siquiera estaba segura de qué era a lo que le temía. El chico era el primer amigo real que había tenido, y mi confianza estaba depositada en él completa y ciegamente. Pero me parecía que contarle sobre Robert era algo que simplemente no podía ser. Así que el tema no se tocaba cuando él estaba presente.

Y esto hubiese podido seguir así de no ser por la noticia que mis amigas me trajeron ese día.

- Dijo que quería que le hablaras - me soltó Danny apenas ella y Arafa llegaron junto a mí.

La frase me tomó por sorpresa al ser tan repentina, dado que yo estaba recostada sobre uno de los montículos de piedras observando el entrenamiento de Mheetu y Ni. Las leonas me observaron con una sonrisa de triunfo a la espera de una respuesta de mi parte.

- ¿Quién? - pregunté, antes de hacerme más ilusiones.

Las ilusiones pasadas eran las que estaban atormentándome en esos momentos, y traer unas nuevas no podría significar nada bueno.

- Robert - Arafa rodó los ojos, y di un salto de emoción al oír el nombre. - Lo escuchamos hablar con las hermanas.

- ¿Y qué dijo? - pregunté casi al instante.

- Eso - asintió Danny. - Dijo algo similar a que quería que le hablaras. Creo que ya te extraña.

- ¿Estás segura que hablaba de mí? - insistí.

- Bueno... no dijo tu nombre específicamente - Danny desvió la mirada. - Pero nadie más ha tenido problemas con él. No en los últimos días.

- Claro que hablaba de ti - secundó la morena. - Seguro no tardará en volver a hablarte.

Lian's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora