Capítulo 23: Un diente, un árbol y un cocodrilo

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    — No me siento muy seguro de esto aún, Lian — me dijo Robert mientras íbamos de camino al prado donde Louis y la partida que se había formado ese día nos esperaban.

    Nos encontrábamos en las praderas del norte del reino. Era más de medio día pero, para nuestra suerte, grandes y densas nubes surcaban el cielo y bloqueaban el paso del Sol. Estaba fresco, el viento soplaba a nuestro favor, y había una manada de búfalos de agua solo para nosotros. Me sentía optimista.

    — ¿Por qué no? — pregunté. — Llevamos casi un mes

entrenando y lo has hecho bien.

    — Sí, porque son presas pequeñas — bufó. Luego agregó en un tono más ligero, casi bromista. — Solo me llevas a cazar conejos y grullas.

    — Porque no he querido arriesgarte a más. Esta es tu oportunidad de demostrar que puedes hacerlo con presas más grandes.

    El león gimoteó.

    — Hazlo o te llevaré a cazar tortugas toda la semana — amenacé.

    Él sonrió y me empujó con la cadera de forma juguetona. Luego bajó la mirada y se puso serio.

    — ¿Y si pasa algo como la última vez? — preguntó.

    — No seas tan pesimista — reí. — Además, Oswald no vendrá hoy... yo voy a tomar su lugar.

    — ¿De verdad? — preguntó sorprendido.

    Asentí con la cabeza una vez.

    — La estampida del otro día casi me aplasta. Solo puedo interpretarlo como que es mejor estar contigo que lejos de tus problemas.

    Robert sonrió y puso los ojos en blanco. No me cansaba de ver esa expresión.

    — Tú solo quieres crear alborotos.

    — No tengo forma de contradecirte, chico.

    Cuando Louis nos vio llegar, nos indicó que nos acercáramos. Ralph, Sameer, Fremont, Mönche y Mahary estaban agazapados entre la hierba cercana a una acacia. Los saludé en general con un asentimiento de cabeza.

    — Este es el plan — nos explicó Louis a Robert y a mí. — Si conseguimos tres búfalos, bastará para toda la manada. Nos dividimos en dos grupos. Ustedes dos van con Fremont y Mönche. Nos ocultaremos detrás de aquel montículo — apuntó con una de sus garras algún punto lejano. Seguí la dirección indicada con la mirada hasta divisar un desperfecto en la planicie. Era apenas una pequeña cuesta apenas perceptible, por lo que la idea del león me extrañó. — La manada va en esa dirección, así que tenemos que llegar antes que ellos para no ser descubiertos. Los atacaremos cuando empiecen a bajar.

    — ¿No es algo... arriesgado? — arqueé una ceja. — Es decir, la cuesta es algo pequeña. Podrían vernos.

    — Confía en mi — dijo en un tono que me gustó para altanero. — Y si llegase a ocurrir, el resto de la manada está al otro lado del prado preparados en caso de que algo salga mal. Todo está bajo control.

    Lo miré con suspicacia, pero decidí creerle.

    — Rápido, están muy cerca — dijo, y luego se encaminó al lugar que nos había indicado, caminando agazapado y tan rápido como le era posible.

    Fremont se unió a Robert y a mí, y los tres marchamos juntos siguiendo a Mönche. Nos internamos entre las matas verdes, que habían crecido considerablemente en los últimos meses gracia a la lluvia. De cuando en cuando, levantaba la cabeza para vigilar la posición de nuestras presas. Los antílopes estaban a unos doscientos metros de distancia y caminaban a paso calmado por lo que, supuse, tendríamos tiempo suficiente para posicionarnos.

Lian's StoryWhere stories live. Discover now