Capítulo 14: Recuerdos

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El cazador estaba en la selva.

Aún no lo veía, pero estaba segura de su presencia. El aire estaba impregnado del aroma de la muerte y la pólvora de su arma. Sus ojos aparecían en cada rincón, entre la maleza de cada árbol, debajo de cada piedra. En cualquier recoveco había vestigios de él.

Y yo corría intentando escapar de su presencia.

¡Lian! — me llamó el viento en la distancia, y detuve mi carrera para aguzar el oído.

El pelambre de mi lomo se erizaba al contacto de las gélidas ráfagas de aire que azotaban el lugar, ahora inhabitado. Todas las criaturas parecían haber huido en busca de un lugar seguro, lejos del fuego del cazador. Yo debía hacer lo mismo.

¡Lian! — era la voz de Kopa, no había duda.

Un chispazo eléctrico recorrió mi columna, llenándome de pavor.

¡Ayuda! — chilló el cachorro, motivándome a lanzarme en su búsqueda.

Me abalancé en la dirección de la que me parecía que provenía su voz, y corrí tan rápido como me era posible. La noche empezaba a caer, y la espesura de la vegetación bloqueaba una buena parte de la escaza luz solar que aún asomaba por el horizonte.

Escuchaba su lloriqueo como un eco que se propagaba por toda la selva, creando un mar de confusión. ¿Kopa estaría por aquel camino despejado? ¿O su voz provenía de aquel otro, lleno de enormes piedras redondas? ¿Tal vez, quizá, se escondería en aquella cueva? ¿O había trepado a la sima de ese enorme árbol de corteza verdosa por el musgo? Cualquier opción podía ser correcta, y a la vez ninguna lo era.

— ¡Por favor, Lian, ayúdame! — imploraba su voz.

— ¡Kopa! — lo llamé.

— ¡Lian! — respondió el eco.

Corría sin ninguna dirección, con la esperanza de encontrarlo en un momento sorpresivo. Con la esperanza de encontrarlo antes que el cazador.

— ¡Lian! — escuché su voz, seguida de la explosión de un cañón de rifle.

El cazador había disparado a algo, y mi corazón dio un vuelco cuando vi caer un pequeño cuerpo dorado desde las ramas de uno de los árboles. Este cayó sobre la hierba, frío, inmóvil, silencioso, con un golpe sordo que detuvo mi respiración.

Corrí hacia él, aun abrazándome tercamente a la esperanza de que no fuese mi sobrino. Pero un pequeño mechón de pelo rojizo me hizo darme cuenta de mi error. Al acercarme más, pude reconocer su rostro. Kopa tenía los ojos cerrados y un semblante tranquilo, como si se hubiese quedado dormido. Su pelaje estaba cubierto de polvo, confiriéndole un color opaco y ligeramente grisáceo. Sus bigotes estaban torcidos en todas direcciones, y tenía un ojo hinchado, ligeramente morado. Un hilo escarlata manada de su nariz y su hocico, bajando por su mejilla y goteando sobre el suelo.

Había llegado tarde. Kopa estaba muerto.

Sin poder evitarlo, me abalancé sobre el cuerpo del cachorro. Lo acogí entre mis patas y lo estreché fuertemente contra mi pecho, sintiendo en el acto la calidez de su sangre manchando mi pelaje. Me convertí en un mar de lágrimas.

Kopa. El pequeño Kopa, yacía sin vida entre mis brazos. ¿Por qué tenía que haber sido él? ¿Por qué el cazador no había podido dispararme a mí? Cualquier cosa me parecía poco si se trataba de salvarlo.

Mis lágrimas rodaron desde mis mejillas hasta su rostro, humedeciendo su pelaje y limpiando una parte del polvo que lo ennegrecía.

— Lian — escuché la voz de Simba, y levanté la cabeza para verlo a través de mis ojos acuosos. El león estaba parado justo frente a mí, con los ojos rojos por el llanto y una expresión de profunda tristeza que me partió más el alma.

Lian's StoryWhere stories live. Discover now