Capítulo 21: In-comodidad

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    — Yo también — agregué.

    — Lo que ustedes tienen se llama pereza — corrigió la leona, poniéndose de pie. — Y lo que yo tengo se llama hambre. Así que levanten sus traseros o seguiré insistiendo.

    El león y yo intercambiamos una mirada.

    — Oblíganos — la reté.

    Palmira me sonrió de forma maliciosa, como si ya tuviese perfectamente planeado lo que iba a hacer. Sin previo aviso, se abalanzó sobre nosotros. Su brazo derecho golpeó contra mi cara, derribándome sobre uno de mis costados, y el resto del cuerpo de la leona cayó sobre mi compañero. Aquella pequeña felina era tan esbelta como enérgica, y no perdió tiempo antes de dedicarse a empujarnos y mordernos a ambos. La velocidad con la que nos atacaba a los dos al mismo tiempo era impresionante y, por más empeño que pusiéramos en la tarea, no lográbamos deshacernos de ella.

    Las risas de los tres llenaron el ambiente.

    — ¿Chicos? — interrumpió una voz femenina ajena a nosotros.

    Palmira se detuvo en ese momento, mismo que Robert y yo aprovechamos para recuperar el aliento.

    Alcé la mirada en busca de la dueña de aquella voz. Frente a nosotros habían aparecido Danny y Arafa, quienes nos observaban tan extrañadas como divertidas. Les dediqué una sonrisa.

    — Louis nos envió por ustedes — explicó la morena, Arafa. — La cuadrilla salió hace poco, no deben de tardar en...

    — ¡Comida! — chilló Palmira emocionada, saltando lejos de nosotros para empezar a trotar de regreso a la guarida.

    El león y yo nos pusimos de pie. Me sacudí suavemente para quitarme los restos de pétalos que habían quedado adheridos a mi pelaje por la humedad y, una vez que Robert terminó con lo suyo, ambos acompañamos a las leonas de regreso con la manada. Apenas salimos del área sombreada, la temperatura pareció aumentar de golpe varios grados.

    — ¿Qué era todo eso que hacían cuando llegamos? — preguntó Arafa, divertida.

    — Palmira quería obligarnos a ir a buscar comida — explicó Robert.

    — Nos salvaron de morir por no querer levantarnos — agregué.

    El moreno rio entre dientes.

    — Antes muerto que moverme por la sabana con este calor.

    — Ya lo estás haciendo — observé. — ¿Por qué aún no has muerto?

    — ¡Qué cruel! — intervino la segunda leona, Danny.

    — Así es ella — Robert dibujó en sus facciones una falsa mueca de dolor. Demasiado sobreactuada para mi gusto. — Siempre está burlándose de mí.

    — Mi misión es hacer de tu vida algo imposible, cariño — sonreí.

    El león puso los ojos en blanco. Reí al ver aquel gesto. Me gustaba que lo hiciera.

    — ¿Y qué tal tú, Danny? ¿Ya conseguiste hablar con el nuevo? — preguntó Robert como quien no quiere la cosa.

    — ¿Con Fremont? No, aún no — la leona bajó la mirada.

    Tal vez era imaginación mía, pero hubiera podido jurar que su nariz se tornó ligeramente más rozada tras la pregunta, como si algo le avergonzase.

    — ¿Cómo quieres conocerlo si ni siquiera le hablas? — siguió el moreno.

    — Para mí no es tan fácil — retrajo las orejas, y el color en su nariz se volvió más notorio. — No soy valiente, no puedo hablarle a un chico que me agrada.

Lian's StoryWo Geschichten leben. Entdecke jetzt