Llámame 'Pesadilla' «AoTxLectora» (AU Crossover) «1•2»

Magsimula sa umpisa
                                    

Por un segundo una risa; seca y burlesca. Le permitió nuevamente ubicarlo, esta vez en la planta baja. Parecía estarlo observando mas no podría asegurada tal acción dado que el sombrero sobre su cabeza cubría su rostro de un mando negro casi siniestro; la inquietud se paso a desesperación que llego a crear en el joven un aberrante sentimiento de recelo. Él veloz; se encamino virando a un costado por donde las escaleras; inestables como el resto de la estructura, pero en cuando apoyo su mano en los barandajes el ardor provocó que una maldición saliera de sus labios; estaba tan caliente como si los hubiese puesto al rojo vivo sobre el fuego.  El chico acerco su mano a su rostro y logro enfocar asustado la enorme quemadura que se extendía por su palma; por su epidermis pero en un pestañear logro ubicarla mas profunda del primero al tercer grado con horror. Entonces ahogo un gritó por detrás de su garganta.

Otra vez, su aliento se contuvo al escuchar un ruido detrás, que lo hizo girar, era el extraño con aquella sombra emitida por la tenue luz.

—¡Ayuda!—Exclamó ignorando su latente sentido de desconfianza. Miró raudamente su piel para pasmarse ante su indemne estado. El muchacho soltó un alarido, pero el silencio que se mantenía el desconocido ante al escena lo enfureció. Parecía ajeno a su angustia entonces gritó.—¿¡Donde estoy!?

—¡En el infierno!— Exclamó una irreconocible voz casi inhumana, la sombra debajo del individuo frente a él  se expandió trasformándose en una garra, como un animal; no, algo mayor mas monstruosamente inmenso. Tal sonoridad lo obligó a caer de espaldas, sin embargo lejos de caer sobre el piso, la escalera había sido inclinada hacia abajo semejante al desliz de un tobogán; no uno como los usuales si no mas agresivo; las bruscas vueltas que provocaban el chocar de su cuerpo ante cada abrupto cambio de dirección lo aturdían. Incluso si intentaba aferrarse con toda su fuerza, resultaba inútil ante el desenfreno.

El culminar se aproximaba su rostro se horrorizo al notar el final de la rampa que distinguió desde su altura, era una enorme caldera de combustión; cuyas llamas teñían de naranja rojizo desde las orillas de su superficie hasta el ardiente pozo del infierno; estaba hirviendo y lo peor estaba apunto de caer. Un grito fue externado cuando el desliz que concluiría su fin se llevo acabo, el joven apretó sus ojos; repletos de lagrimas y desesperanza, pero el dolor del rotundo impacto contra el suelo se hizo presente, abrió sus fanales de par en par ubicando la habitación en la que se encontraban el color de las paredes lo hizo reaccionar mientras que se incorporó violentamente aun sentado sobre  la cama. Jadeó una sola vez de tono fuerte, mientras que estiro su mano frente a él para comprobar que estaba ileso, recordó y de pronto giró a la silueta a un costado de él y se tranquilizo; su novia aun dormía plácidamente.

Luego de que su respiración acomodara su ritmo habitual, se levantó en dirección hacia el lavabo. Colocó la mano en la perilla solo para soltarla al sentir la ardentía que esta emitía, giro a su alrededor; confundido, viro un par de veces antes de comprender que se encontraba en la casa en la que alguna vez vivió, esa donde su infancia tuvo lugar, los dibujos que ocupaban la pizarra al lado de unas fotografías redactaban las aventuras que alguna vez jugo. Luego de un pesado suspiro, su aliento se alcanzaba a percibir; revelando así, el abrupto cambio de temperatura. Caminó hacia la salida,  pero cuando aló la puerta su entorno se disperso, enviándolo hasta el jardín de aquella casa; donde su infancia tuvo lugar.

Su boca estaba abierta, al recordar cada detalle de su patio de juegos que por algunas razón, exiguo tiempo atrás no podía recordar. Percibió el olor al pasto recién podado, las salpicaduras de agua en sus desnudos tobillos aseguraban el fresco mantenimiento del lugar. Por algún motivo su garganta se cerro, la amargura que invadió sus labios le provocó desagrado.

Una suave risa llamó su atención; risa que reconoció, aquel pequeño niño de incontables pecas en su faz, corría al lado de otros dos, jugando totalmente animado, entre sus manos llevaba prensada una pequeña pelota de fútbol, misma que su padre le regaló cuando cumplió 6 años.

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